Cinco razones por las que Masterchef volverá a ser un éxito de audiencias
Por Redacción , 15 abril, 2014
POR ALBERT MARTIN MESTRE
¿Qué tienen en común Vietnam e Islandia? No muchas cosas, sin embargo podríamos caer en la tentación de afirmar que ambos países han contado con su propia versión de Masterchef. Turquía, Sudáfrica, Grecia, Ucrania, Arabia Saudí, Perú, Argentina, Bangladesh… el reality de cocina, desde que se creara en el Reino Unido en Febrero de 2005, se extendido como virus por todo el planeta. En 2013 fue el turno para los españoles que del total escepticismo por el programa, pasaron a nombrar de memoria los concursantes como si de una alineación de futbol se tratase.
¿Qué es lo que tiene este concurso? ¿Qué es lo que nos mantiene delante del televisor asistiendo al gran suplicio de ver unos platos que parecen deliciosos y que nunca podremos probar? En este artículo intentamos dar algunas de las claves del éxito de Masterchef España que vuelve por segundo año consecutivo para triunfar de nuevo.
1. Es sádico como el neoliberalismo pero redentor como la socialdemocracia
Edición 2014, primer programa (09/04/2014). Ver minuto: 01:28:34
Un padre y un hijo llegan a la última fase de selección de Masterchef. En lugar de evaluarlos de forma individual (como han hecho con el resto de concursantes) el jurado decide que ambos sean analizados conjuntamente. Le preguntan al hijo quién cree que debería entrar en la escuela de Masterchef y el responde que su padre; le preguntan al padre lo mismo y éste responde que, puestos a elegir, prefiere que entren los dos. Finalmente, tras poner a los concursantes consanguíneos en ese duro aprieto, el jurado decide eliminar del reality a padre e hijo.
Se trata de una escena compleja más parecida al circo romano que a un programa de televisión. Masterchef está diseñado para que los concursantes, capítulo a capítulo, queden anulados psicológicamente hasta sentirse, enfrente de la retahíla de grandes maestros de la cocina y de los propios presentadores del programa, pura y llanamente, como mierdecillas.
Masterchef es lo más parecido a un Battle Royal sin sangre o unos Juegos del Hambre sin hambre.
¡Sólo puede quedar uno! ¡El mejor ganará! ¡La cocina es muy dura! ¡Aún no sabéis nada del arte de los fogones! Estas frases salen de la boca del trío presentador y poco a poco son interiorizadas por los concursantes junto con su condición de nadería dentro de la academia de cocina.
Todo podría quedaren una batalla a sarteazos por la victoria, pese a ello, la grandeza del programa reside en crear un espacio que invite a la redención. Cuando un concursante cae eliminado por decisión de los “sabios de la cocina” es despedido con todos los honores de un héroe, de un campeón: “Muy bien, lo has intentado, eso te honra. Participar es importante”
2. Es elíptico
El ganador de edición 2013 de Masterchef, Juan Manuel Sánchez Reche, estuvo 83 días en el programa. Él y el resto de seleccionados vivían en un chalé de Madrid compartiendo comidas, cenas, risas (supongo), llantos (supongo)… Ninguno de los 15 cocineros aspirantes tenía acceso a internet o televisión, y sólo podían hablar 10 minutos a la semana con sus familias. Juan Manuel y los catorce rivales a los que mandó a casa, pasaban los días rodeados de libros de cocina.
Lo más sorprendente de Masterchef en este caso, es que durante los meses de emisión que duró el programa, nunca fue emitida una sola imagen que mostrara esa vida cotidiana de los concursantes. A diferencia de otros reality shows que se basan en mostrar la intimidad de los participantes, el de cocina emitido por Televisión Española, obviaba todo ese espectro de la vida de un cocinero.
La genialidad sucedía cuando los espectadores podíamos llegar a intuir cuáles eran las filias y fobias personales de cada uno de los concursantes. Saber sin haberlo visto que uno odiaba al otro o que ese tal tenía muy buena relación con esa otra.
Ese truco es sin duda, lo más parecido a la teoría del iceberg de Hemingwey. Solo se nos mostraba una parte muy pequeña de las horas domésticas y nosotros intuíamos o imaginábamos (una de la acciones más apreciadas por el ser humano) la totalidad de vida sumergida en la profundidad.
3. Es alegórico
La escenografía es básica en un programa de televisión y en este caso el trabajo es impecable. 200 personas divididas en dos equipos, 7 cámaras en exteriores y 9 en plató que graban todo el tiempo simultáneamente, 700 metros cuadrados de plató, 7 kilómetros de cable y más de 230 proyectores de luz, son los responsables de ese éxito.
Pese a que la anterior imagen es de la final de Masterchef 2013 y el decorado no es representativo del resto de programas, nos sirve perfectamente para ahondar en la dimensión metafórica de reality.
A. Allí, en esa posición elevada de superioridad, están los concursantes (normalmente) que no deben ir al duelo de eliminación, observando a los dos compañeros rezagados, los que peor cocinan del grupo y que deben guerrear por un puesto en la academia, por un puesto al final de la escalera.
B. El reloj que marca el tiempo de la cocina y el que les queda a los concursantes para saber lo que la suerte les deparará.
C. Como si fuera una trinidad mítica, los jueces dictaminan quién se queda en el cielo y quién se va al infierno de la vida no televisada.
D. Podemos observar una de las finalistas y a la presentadora, ese especia de demiurgo que vehicula la vida de los concursantes (los mundanos) y los jueces (los seres divinos).
E. Juan Manuel Sánchez Reche, el campeón.
4. Es la reconciliación de lo culto con lo popular
Comemos una media de 3 veces al día. Eso son 21 a la semana, 1.095 al año y, finalmente, 93.075 en la vida de un individuo de 85 años. Nadie en su sano juicio puede dedicar todo su tiempo a cocinar los elaboradísimos platos que se preparan en Masterchef. Entonces, ¿porqué vemos un programa en el que se habla constantemente de una cocina que raramente probaremos y que aún menos cocinaremos? Es en ese instante que entra en juego uno de los discursos más enraizados del programa: la defensa a capa y espada de la cocina popular o tal y como se obcecan en nombrarla, la cocina de las abuelas.
“Este plato me recuerda al guisado que comía en mi infancia” o “probar este plato es como volver a las tardes de verano en la casa del pueblo de mis abuelos, allí en la España profunda” son frases que casi tienen el copyright Masterchef y, además, son la base de su gran audiencia.
El programa de cocina conecta con esos pijos que pueden gastar más de 100 euros en una cena en los restaurantes de lujo españoles pero también con aquellos paladares acostumbrados al estofado y la carnaza, es decir, la mayoría en España.
5. Es nacionalista
Volvamos al origen de todo el discurso. Probablemente Masterchef España tenía muchos más números de triunfar que su homólogo Islandés. Existen pocos países donde la cocina tenga tanto reconocimiento (Francia e Italia son la excepción)como aquí. Las estrellas Michelin caen como las lágrimas en la noche de San Lorenzo para los restaurantes españoles, multitud de cocineros son reconocidos fuera de las fronteras, hemos inventado las patatas bravas y la paella… reconozcámoslo, en este país los únicos triunfos patrios provienen del futbol y de los fogones.
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