Consumir carne: el nuevo delito.
Por Sebastián Agulló , 28 junio, 2015
Personalmente, es decir, desde mi subjetivismo, tanto ser vegetariano como ser vegano (hay más variantes pero me ciño a éstas) son dos elecciones respecto a la dieta en países donde se puede elegir qué comer o qué no comer. Sobre el último matiz: hay numerosas regiones del planeta donde no existe elección y muchas personas, por cuestiones de azar, están «destinadas» a morir de hambre. Incluso se puede asociar el ser vegetariano o vegano como un estilo de vida: y deseo mostrar mi respeto hacia tales.
Sin embargo, mi experiencia (repito: subjetiva) es que ese respeto no es siempre bilateral. A lo largo de los años me he encontrado con vegetarianos y veganos quienes, más allá de su libre elección respecto a la dieta que siguen, «atacan» al que no sigue su dieta o su estilo de vida. Cuando esto sucede, algo que no es general aunque sí ciertamente significativo, sin perder el respeto, hay determinadas cosas que deben dejarse claras y las pienso enumerar en tanto que han sido argumentos utilizados para justificar dichos «ataques».
1. El ser humano no es omnívoro. Para ello se suelen utilizar los siguientes supuestos: A] la longitud del intestino, similar al de un animal herbívoro; B] el tamaño de nuestros dientes incisivos y caninos, proporcionalmente menores al del resto de carnívoros; C] nuestra saliva no procesa carbohidratos. Como refutación a estos tres supuestos: A’] la longitud del intestino no es un dato relevante, sino la distribución de las células a lo largo de todo el tracto digestivo; B’] el tamaño de nuestros dientes incisivos y caninos es una consecuencia evolutiva debida a la expansión de nuestro cráneo, la cual lleva a tener una mandíbula más pequeña (una expansión del cráneo que, paradójicamente, le debemos al consumo de carne); C] nuestra saliva sí procesa cierto tipo de carbohidratos, luego este dato es completamente falso. Añado tres refutaciones: α] el ser humano no posee cubas de fermentación, como los rumiantes; β] el ser humano no posee epigastrio, como otros herbívoros no-rumiantes; γ] los restos arqueológicos demuestran que tanto la ganadería como la agricultura surgieron en el mismo periodo prehistórico.
2. Comer carne no es natural. Para ello se suelen utilizar argumentos como que la carne, mayormente, pasa por un proceso de cocción (freír, hervir, poner al fuego, etc.); también se dice que, no sólo cocinamos la carne, sino que añadimos especias y otros productos para cumplimentar su sabor; finalmente, se remite a que los animales que son utilizados por la industria cárnica contienen químicos en virtud de aumentar la producción. Basta decir que la carne se cocina, desde tiempos prehistóricos, no sólo por el sabor, sino porque la cocción elimina gérmenes y bacterias que podrían ser potencialmente peligrosos para nuestra salud (de nuevo, paradójicamente, cocinar la carne ha contribuido al desarrollo de nuestro cerebro y no a la extinción de comunidades humanas); también se añaden especias y otros productos a los vegetales, y, desde luego, por ello no dejan de ser «naturales»; el uso de productos químicos, como algo que refiere a la producción, si acaso puede ser una crítica a la cruel industria cárnica moderna, aunque, por esa regla de tres, abonar la tierra para mejorar el rendimiento de una cosecha, ya sea usando abonos naturales o sintéticos, también refiere a la producción. Luego aquello de natural no tiene sustento alguno.
3. Todos los nutrientes esenciales pueden obtenerse sin recurrir a la carne, el pescado y sus derivados. Esto es cierto. Sin embargo hay nutrientes como la vitamina B12, los aminoácidos esenciales, ciertos minerales, los ácidos grasos, la carnosina o la creatina que, si bien se encuentran fácilmente en la carne, pescado y sus derivados, encontrarlos en fuentes puramente vegetales no es sencillo. Hay que buscar alimentos muy específicos, muchos de ellos no-endémicos; y a veces no es suficiente, por lo que se requiere suplementar la dieta con cápsulas, pastillas y demás complementos alimenticios para no llegar a estados carenciales preocupantes. ¿Qué significa esto? Es muy simple: una cesta de la compra estrictamente vegana (por poner un ejemplo), cubriendo todos los nutrientes básicos, es diez veces más cara que una cesta de la compra normal. ¿Qué % de la población puede permitirse ese gasto, sobre todo cuando es una cesta que debe alimentar a una familia? Deduzcan la respuesta por sí mismos.
Siguiendo este razonamiento, las dietas o estilos de vida vegetarianos y veganos responden a tres factores: ecologismo, principios éticos y estados de salud específicos. No hay ciencia que sustente los puntos 1] y 2], como tampoco hay ética que justifique lo que está al alcance de pocos bolsillos, punto 3]. Además está el gusto, es decir, la libre elección de comer carne si ésta agrada al paladar; por otra parte, la criticable industria cárnica moderna no va a detener su «modus» a raíz de un cambio en la dieta, aunque sí se puede exigir de ella que sea menos agresiva mediante iniciativas legales y/o políticas. Éstas últimas han funcionado y siguen funcionando. A pequeña escala, pero funcionan.
Por lo tanto, desde mi subjetividad, sólo deseo exigir respeto. Las personas que comemos carne no somos «ignorantes», «insensibles», como tampoco nuestros principios éticos son inferiores a quienes deciden suprimir la carne, el pescado y derivados de sus dietas. Muchos somos conscientes de cómo funciona la industria (cárnica, peletera, cosmética, del espectáculo) en lo que concierne al trato animal y podemos vivir sin sentirnos culpables, siendo activistas de otros modos. No tergiversen datos científicos, no «ataquen», puesto que nadie les «ha atacado» a ustedes por seguir una dieta o estilo de vida en concreto. Su libre elección es tan libre y respetable como otras en cuanto afecta a lo que se ingiere, mas podríamos considerarnos afortunados por tener esa libertad de elección.
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