Cortando ramas, secando raíces: ¿seguridad ciudadana?
Por Magdalena Cabello , 17 julio, 2014
“La reforma es necesaria, conveniente y oportuna”, afirma con rotundidad el Ministerio del Interior en sus Razones para impulsar una nueva ley y objetivos. Es el proyecto de la ley orgánica de Seguridad Ciudadana aprobada hace tan solo unos días; enfrascada en numerosas polémicas, suavizada en su proceso de aparición en el escenario público y foco de atención para la mayor parte de organizaciones y personas que, desde que comenzara la crisis y desde que se pretende ejercer el derecho de manifestación, ven con ojos incrédulos la creación de la ya conocida “ley mordaza”.
“Esta ley tiene por objeto la regulación de un conjunto plural y diversificado de actuaciones de distinta naturaleza orientadas a la tutela de la seguridad ciudadana, mediante la protección de personas y bienes y el mantenimiento de la tranquilidad de los ciudadanos.” Objetivo número dos de la ley. Además de ser una ley, es orgánica porque afecta directamente a los derechos fundamentales de los ciudadanos a los que se aplicarán las sanciones detalladas en el proyecto: desde 100 a 600.000 euros (todo un rango delimitado en distintos grados de gravedad que, indiscutiblemente, abordan numerosas situaciones: no dejan nada fuera).
Ahora bien, visionemos desde el ático de la barbarie política que presenciamos: ¿tranquilidad de los ciudadanos referente a los (sacralizados) derechos fundamentales?. Tranquilidad y derechos fundamentales son los dos elementos más apuñalados desde el comienzo de la crisis. Simplemente, con la ya creada ley de “seguridad ciudadana”, el grupo político que nos gobierna (a simple vista) ya nos está confesando varios martillazos a la democracia prometida: si se han permitido el lujo de engañar a la sociedad por completo con el programa prometido, fácilmente incumplido (con infinitas justificaciones de la realidad exterior e inevitable), ¿por qué pensar que los proyectos de ley, nunca consultados, deban convertirse en leyes orgánicas referentes a los derechos fundamentales de los ciudadanos cuando ni siquiera el propio sistema ha sido capaz de cumplir los derechos más importantes para la tranquilidad ciudadana como el trabajo o la vivienda o la educación o la sanidad?
La calle: instrumento perfecto de represión
¿Debemos creer así, partiendo de la escasa información ciudadana (además de manipulada), unas pautas a seguir, sin excepción y con total permisividad de los cuerpos del estado (y, por tanto, de todos los poderes fácticos)? Suavizada por las exacerbadas presiones provenientes del escenario base -ciudadanos, organizaciones, partidos minoritarios-, la ley mordaza se convierte, de este modo, en una atadura más fruto del inherente y encarnizado miedo nervioso hacia nuevas visiones que ostenten un muro para la continuidad de lo mismo de siempre.
Si no… ¿por qué la aprobación de esta ley que ofrece total flexibilidad y actuación de los cuerpos de seguridad del estado se logra llevar a cabo mientras asciende el interés y la implicación en organizaciones que, paradójicamente, defienden la democracia desde la calle? Si limitan la calle es porque la ven demasiado libre, demasiado posible.
Seguridad social, sanitaria, educativa, laboral y democrática, por tanto: la verdadera seguridad y tranquilidad de los ciudadanos es la posibilidad de vivir en un mundo mucho más pacífico, sin represión sutil bajo palabras entrelazadas en el mismo discurso político de siempre. De modo que la destrucción de las raíces es cada día más descarada, mientras que, en lugar de visualizar dicha barbarie, es mucho más pragmático y eficaz, a corto plazo, la eliminación de las ramas que se ven, que se palpan -que se pueden detener con un par de porras- mientras la tranquilidad de los ciudadanos disminuye porque, al fin y al cabo, el nerviosismo es aún más fuerte cuando las ataduras aprietan demasiado. Los brotes verdes no surgen de la nada, del discurso vacío, sino de la organización honesta de la gente, la que la política debería hacer cada vez más grande.
Pero es más fácil podar el árbol que regarlo. El agua da pocos beneficios en tiempos de crisis.
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