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Críticas plagiadas que no hieren a Peña Nieto

Por Eduardo Zeind Palafox , 29 agosto, 2016

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Eduardo Zeind Palafox

La idea del mal, por estar ligada a la de dolor, parece fundamental, innata, traída de otro mundo. El mal es un estorbo, algo que mengua nuestras fuerzas e ideas. Es bruma que sólo a ciegas, valientes, se cruza. Ciegos, es menester imaginar, andar al místico modo. El mexicano, que ahora arrostra el plagio académico de su presidente, Peña Nieto, dolorido ya no padece más penurias ni puede ver más estorbos, pues se ha habituado a ser ciego y místico.

Sin vista, sin carne, sin voz, ha convertido la risa en lenguaje. Es la risa la “inteligibilización” (perdone el lector el bárbaro término) del placer, su simulacro. Quien ríe se parece al que escribe, que con cada palabra sólo logra imprimir, si la suerte lo ayuda, un pobre pensamiento.

Pensar es movilizar nuestro “yo”, jalar una totalidad desde una particularidad. Las ideas harto novedosas, cuando no jalan a nuestras viejas ideas, nos aíslan, y aislados nos inoculan terribles contradicciones. Ineficaz es la diatriba que el pueblo mexicano lanza a Peña Nieto, mero blasón de la inteligencia política mexicana, porque al denostar el plagio de tesis no arrastra los vicios que colman la historia de México.

El lenguaje de la crítica periodística es laxo, vacuo, porque está hecho de palabras que no hieren, es decir, politiqueras. Lo que dice el académico mexicano que posee cátedras en Nueva York, nótese, es lo mismo que dice el bachiller. Sólo puede hablar auténticamente el que auténticamente se asombra. Del asombro, se sabe, nació la filosofía, gran enemiga de los mitos. Pero hoy la gente no se asombra, actúa como el asombrado. Llamo gente y no individuo al que basa su existencia no en la reflexión, sino en la opinión ajena.

El asombro hipócrita provoca, por ende, filosofías hipócritas, esto es, que no aniquilan mitos, pero sí los embozan. Quien ha dejado de sentir prefiere lo mitológico, lo poético, lo adornado, a la realidad. Los mexicanos, ciertamente, desprecian a los maestros, la vida científica, mas ante el caso del plagio de Peña Nieto simulan asombro, enojo. El asombro se asemeja a la carencia de memoria, y es entregarse a lo contemplado.

Pero cuando el asombro es hipócrita, no hay olvido, sino ignorancia consciente que da a lo que no es digno de alzar las cejas la categoría de portento o novedad. Alabar lo burdo, lo hasta el hartazgo conocido, trillado, es crear día tras día un lenguaje de embelecadores, contradictorio. Vivir contradiciéndolo todo es clasificar todas las cosas en dos categorías, en lo bueno y en lo malo.

Es Peña Nieto imagen clara, según la opinión pública, no de la historia de México, sino de la maldad universal, palabras que sin mucho esfuerzo bifurcan el mundo, tan variado, tan complejo, que resulta incomprensible para el mexicano promedio, sin letras, quien cree que nacimos para ser tenderos y ser felices, para vender falsedades y comprar ricos estímulos.

Lo variado no está constituido por cualidades, formas, estilos, zonas, sino por una real multiplicidad de esencias, de entes, de autenticidades. Tres campesinos que hablan náhuatl y piensan auténticamente, esto es, realidades desde sus perspectivas, representan más la idea de multiplicidad que un francés, un italiano y un argentino que piensan como economistas y hablan en sus natales lenguas.

Lo auténtico siempre asombra, pues es voz nunca oída o rostro con gestos que expresan novedades. El lenguaje de embelecador no configura el mundo, lo transgrede, lo parte, lo deforma, oculta lo asombroso, que desluce a todas las palabras, y realza lo vetusto, lo que a fuerza de comentarios eruditos, talmúdicos, se erige como autoridad.

Las críticas que Peña Nieto recibe de los mexicanos, hechas de terminología oficiosa, no enfrentan al discurso oficial, lo engrandecen. El lenguaje oficioso, anticuado, contiene conceptos sacados de la experiencia que parecen “a priori”, puros, independientes de la experiencia, necesarios, con los que imaginamos que comprendemos lo abstracto o la iniquidad del gobierno.

Notar que dichos conceptos dan cuerpo y forma a objetos meramente intelectuales que no poseen materia o silueta, es filosofar, afanar la verdad, o enjuiciar entes que existen y no que no existen. En México es desdeñada la disciplina corporal y mental, pero se vitupera el plagio de Peña Nieto. Es decir, las ofensas a Peña Nieto se estrellan justamente en quien las emite. Lo que la opinión pública pide, la honestidad científica, en México no tiene lugar, no existe en la realidad intelectual de su población, y por eso ésta más ríe que llora al saber que su mayor dirigente político es incapaz de escribir un buen libro.

¿Qué representa el plagio de Peña Nieto en la mente de sus masivos críticos, también incapaces de crear ideas y lenguajes originales? La idea del mal, como tenemos dicho, que es maniquea, asequible para cualquiera e inútil para herir a la Presidencia de la República. Representa, además, ocasión para la risa, figura muy ambigua y que fácil refuta cualquiera. También signa a la hipocresía y la contradicción, pilares de la vida pública de México, lugar donde gobiernan la mentira alegre y la falta de amor patrio, según declaran algunos literatos preocupados por la falta de identidad mexicana.

México, para derrocar a sus tiranos, deberá mudar sus conceptos sobre el mal, la risa, el asombro y la contradicción. El mal está ligado al dolor, pero el dolor no es su único efecto. El dolor expande la conciencia, que es plaga implacable que destruye la frivolidad y desdora a los violentos, que hoy llaman explotadores. La risa no es arma, sino gesto cortés de sinceros, chabacanería para el sabio. Debería ser la risa algo sólo utilizable para personas que han construido un código ético sólido.

El asombro es antes gozo de inocentes, medicina de enajenados, raíz de la filosofía y fuente del arte que argumento para ensalzar bolsillos. Y la contradicción sería fructífera si fuese vista como lucha de perspectivas, lugar de debate, fuerza de la lógica, y no como recurso del odio. En México se cree que la fuerza es virtud, que la risa es servidora de gandules, lo que causa que las opiniones contra Peña Nieto no se estrellen contra lo que debieran estrellarse, sino contra algo eterno, contra fuerzas y formas que siempre existirán.–

 

 

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