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Cuestión de prioridades

Por Silvia Pato , 14 enero, 2015

Cada día decidimos la manera de gestionar nuestro tiempo. Al margen de nuestras responsabilidades y nuestras obligaciones laborales, cada uno de nosotros cuenta con una buena cantidad de horas a lo largo del mes que ha de decidir cómo invertir.

A menudo, el temor a confesar en qué deseamos realmente ocupar ese tiempo libre o el miedo a sentirse incomprendido por la gente a la que queremos, unido a esa presión social por la que se cree que solo es digno de nuestra dedicación aquello que nos aporta una compensación económica o de prestigio, sin olvidar la caterva de prejuicios que todavía subsisten sobre las actividades y aficiones que debe poseer un adulto, contribuyen a que muchos, en vez de escucharse a sí mismos, terminen viviendo las vidas que la propia sociedad alimenta, ansiando convencerles de que eso les hará felices y de que aquello que los haga diferentes o únicos los convertirá irremediablemente en desgraciados. Huelga decir que es precisamente al revés. Dejen de escuchar sus corazones y estarán irremediablemente perdidos.

El teléfono móvil sirve, a menudo, como cómplice de esa sensación proclive al autoengaño de creer que tenemos tiempo, que lo ahorramos a través del omnipresente aparato, que gracias a él, nos organizamos más eficientemente, atendemos mejor a las personas que queremos o compartimos más cosas; pero no siempre es así.

smartphone-407108_640¿Disfrutamos realmente de un concierto, con todos nuestros sentidos puestos en él, si lo estamos grabando con el móvil? ¿Admiramos por completo ese cuadro del museo si estamos pendientes de hacernos una autofoto ante él como si nuestras caras estuvieran a la altura de un Bosco o un Velázquez? ¿Apreciamos de verdad las actuaciones en el colegio de nuestros hijos o sobrinos cuando, en vez de quitar una fotografía de recuerdo, emulamos a directores de cine o a técnicos de sonido a los que les importa más el resultado de su grabación que aquello que está sucediendo a su alrededor?

¿Vivimos realmente al cien por cien los instantes que vivimos cuando entre ellos y nosotros media un teléfono móvil?

Nadie nos obliga a actuar así. Nosotros decidimos cómo hacerlo. Nosotros somos los que provocamos que esas caritas infantiles nos miren demandando atenciones cuando nos sumergimos dentro de una pantalla, otorgándole más importancia a una charla insustancial por el Whatsapp que a esa personita que tenemos al lado. Nosotros somos los que deseamos como locos ir a ese concierto y que, cuando llega el día de asistir, el evento se nos pasa en un suspiro porque, en vez de mirar al escenario teniendo el mejor ángulo de visión, se lo cedemos como idiotas a una pantalla táctil. Nosotros somos los que buscamos excusas para actuar como hacemos, los que sentimos que somos bichos raros si nos alejamos de los hábitos de la mayoría y los que necesitamos reafirmarnos a través de exhibiciones absurdas cuando, en realidad, lo que buscamos, como seres humanos que somos, es reconocimiento, aprecio y cariño.

La vida es cuestión de prioridades. El tiempo es cuestión de sus gestores. Un año entero se extiende ante todos nosotros. Prioricen. Sueñen. Vivan. Porque nadie podrá jamás ni emular ni robar aquello que nos convierte en quienes somos: nuestra memoria.

A menudo, para ser vistos nos olvidamos de mirarnos.


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