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¿Día internacional de la poesía?

Por José María García Linares , 21 marzo, 2014

Ay, lector lorquiano, qué duro se me hace conmemorar cada 21 de marzo la muerte de la poesía. Sí, homérico lector, sí. Llamemos a las cosas por su nombre. El día de la paz, el día de la igualdad, el día del libro…, el día de lo que te salga de los hipérbatos. Certificados de defunción, simple y llanamente. Las sociedades avanzadas (eso dicen ellas) gustan de celebrar o recordar aquello que ellas mismas, por desconocimiento, por miedo o por ignorancia, descuidan, olvidan o destruyen. Son así de ridículas, así de estúpidas, así de modernas, y no hace falta que te diga (no, no me muero por tener algo contigo, romántico lector, so pirata), no hace falta, digo, que te diga que vivimos tiempos muy modernos.

No voy a hacer aquí ninguna defensa de la poesía, ni mucho menos. Acabaría diciendo solo cosas bonitas, como suele hacerse con los muertos. Tampoco te diré que lucho por revivirla en mis clases alzando la voz y cantando por Cernuda, Ángel González o Jorge Riechmann (tan distintos, tan iguales, tan buenos). No puedo leer mucha poesía porque nadie me entiende, básicamente, y esto sí que es lo preocupante, porque las cosas no se mueren solas. Las enfermedades tienen sus causas, hipocondríaco lector (también a ti te llegará tu hora, como a los versos de Pemán, afortunadamente en este caso), sus virus, sus bacterias y sus grasas trans.

En los últimos meses un día sí, otro también, hemos visto publicados numerosos artículos sobre la lectura, el libro digital, el futuro del libro, la caída en el número de ventas, las nuevas estrategias del sector editorial…, casi todo centrado en esos nuevos tiempos que, al parecer, son la hostia, pero que al final siguen necesitando de la lectura y la escritura en esta majestuosísima sociedad de la información y el conocimiento. Es decir, que lo que primero necesita el sector del libro son lectores, no tanto soporte ni tanta tableta. ¿Que son cómodos los nuevos dispositivos? Por supuesto. ¿Que solucionan el problema del espacio? También. ¿Que pesan poco? Pues claro. Lo que tú quieras, lector novelero, pero para que alguien compre un e-reader tiene que ser, previamente, un lector, y basta con mirar, aunque sea de reojo, a nuestras escuelas, nuestros institutos y nuestras universidades para ver que lectores, lo que se dice lectores, no es que haya demasiados. No digo que haya pocos. Digo que podría haber más.

La poesía no es más que un tipo de discurso, y discursos hay unos cuantos. Que no se lea porque no guste, me parece muy legítimo, pero que se deje de leer porque no se conozca y que por eso no se entienda es lamentable. Te diré, lector irritado, que tampoco es que me extrañe mucho. Hoy puede uno dedicarse a enseñar en aulas de Primaria o Secundaria sin haberse leído un solo libro. Parece una exageración, pero no es mentira. Se puede ser, incluso, profesor de Literatura, y te lo digo porque conozco a muchos. Tampoco se puede enseñar cómo funciona el discurso poético si el Estado elimina la asignatura que se dedica precisamente a eso, Literatura Castellana, y mucho menos se puede ser lector si desde casa la familia no pone un poquito de atención a menesteres como este.

Total, que las cosas no vienen solas. Hay muchos factores que han ayudado a que el discurso poético esté como esté. Uno de ellos (para que veas, lector, que el cogotazo se lo meto a todos) es el de la corrupción de los jurados en los certámenes poéticos. Tanto premio engañoso, tanto servilismo, tanto amiguismo y tanta trampa llenan el panorama libresco de un tufo a mentira que es insoportable y que ha desencantado a los lectores. Todos estos que hablan de la poesía como herramienta para la libertad, de poesía cercana al ciudadano, de honradez poética… y están de mierda hasta los codos, certamen tras certamen. No estoy generalizando, claro. Tú, poeta corrupto, mentiroso, sucio, sabes que estoy hablando de ti. Sabéis que estoy hablando de vosotros. De quienes más que vates poéticos os habéis convertido en váteres inmundos. Dais asco.

Qué amargoso me he puesto, ¿no? y, además, gratuitamente, que es lo peor. Dentro del panorama descrito, es cierto que parece que la poesía está intentando levantarse, volver al mundo, como el niño de la serie Resurrection, gracias a los blogs y las redes sociales. Ojalá sea cierto y sea una verdadera resurrección y no un levantamiento zombi.

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