Diógenes aeroportuario
Por Esther Patrocinio , 5 mayo, 2014
Esta semana me gustaría analizar ese fenómeno cada vez más conocido como el síndrome de Diógenes aeroportuario que viene a ser ni más ni menos que todo hijo de vecino necesita viajar con cuantas más bolsas y maletas mejor. Entiendo que cuando vuelas con una compañía de bajo coste mires el ahorro, la necesidad de llevar más o menos kilogramos de equipaje, facturar o no etcétera, pero lo que no consigo explicarme es porqué el personal no tiene suficiente con 23 kilogramos (que es lo que te permite Lufthansa en la clase turista económica) y el bolso de mano. Es demasiado poco, está claro que tenemos que llevar también bolsas, el bolso, la mochila del portátil/tablet o phablet y además la maleta de mano de hasta 10 kilos.
La situación me recuerda a esa película con George Clooney «Up in the air» donde interpreta el papel de un ejecutivo de altos vuelos que vive más en un avión que en su casa, que realmente es un cuartucho mal ventilado e iluminado. ¡Cuánto he aprendido con esa película! Nunca olvidaré ese consejo estrella de: colócate detrás de los asiáticos en los controles de seguridad, siempre son rápidos y eficientes quitando las baterias de sus aparatitos electrónicos, doblando sus abrigos y chaquetas para ponerlos con gracia y clase en las bandejas directas al escáner de rayos x. Evita a los ancianos operados de cadera que van a pitar al pasar por el arco detector de metales y cachondeo aparte, si lo tenemos en cuenta podemos ahorrar mucho tiempo y energía.
Otra de las escenas magistrales de la película son las conferencias que Clooney imparte por todo el país aprovechando sus viajes de negocios para explicar cómo meter todo lo que necesario para sobrevivir en una mochila, ¡una mochila! Sin bolsos extra, bolsas de compras en los Dutyfree, equipaje de mano de hasta 10 kilos y por supuesto sin facturar maletas de 20 a 23 kilos por cada pasajero. No se trata de un milagro sino de una realidad. Cuando viajamos de vacaciones realmente necesitamos pocas cosas, siempre nos gusta traernos algún souvenir o caprichito de vuelta a casa, en mi caso jamón serrano (ahora se entiende claramente porqué bauticé a la columna así) pero señoras y señores me traigo una bolsa envasada al vacío no la paleta entera con pezuña incluida.
Volando voy…volando vengo
Cuando veo a esa gente tan excesivamente cargada de equipajes y bolsas varias me pregunto qué llevarán dentro, no porque piense que son terroristas potenciales sino porque aunque quisiera no se me ocurre qué llevar o qué comprar para ocupar el espacio que me corresponde en el compartimento superior de equipajes en la cabina del avión. Al final no será más que eso, la sensación de poder que da pensar que eres más listo que nadie porque tus bolsas y equipajes de mano varios ocupan tu espacio y el del vecino de asiento que viaja encogido con su única maleta de cabina bajo los pies porque no le quedaba otra alternativa. Creo que ahí hay todo un campo de interés no solo para los profesionales del turismo sino para sociólogos y psicólogos. ¿Qué nos lleva a acarrear tantas cosas como podamos con nosotros? ¿Se trata de apego material o hay algo más?
Lo cierto es que es una desgracia cuando te cae cerca del avión alguien que padece de este síndrome de Diógenes porque te queda claro que las próximas horas estarás encogido como una sardina enlatada evitando pisar tu bolso que está bajo tu asiento porque era materialmente imposible dejarlo en el hueco para equipajes de mano. Así que volando voy, volando vengo y por el camino me entretengo.
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