El Capitalismo de Granja
Por Carlos Almira , 29 noviembre, 2014
Desde la mediática y frustrada “Primavera Árabe” hasta la más reciente “Revolución de los Paraguas”, pasando por el “15-M”, “Toma Watt Street”, etcétera, el mundo parece sacudido desde que estalló la crisis, por unas ansias de libertad que no se conocían desde los años sesenta del siglo XX. Pero a diferencia de aquella época, estas revueltas ciudadanas y democráticas no han afectado sólo a los países ricos ni a determinados sectores obreros y universitarios; no han estallado en un contexto de bonanza económica sino de crisis; y no han planteado tanto utopías globales, “de izquierdas”, frente al “sistema”, sino una crítica pragmática al sistema político de turno, al poder oligárquico como denominador común de regímenes tan distintos como el Egipto de Mubarak, el Hong-Kong de la élite de Pekín, o la España de los dos grandes Partidos del post-franquismo. La gente reclama por todas partes una participación política real en momentos difíciles, (una democracia participativa frente a la democracia puramente representativa), y en todas partes, si el análisis que sigue contiene algo de verdad, ha de verse frustrada en sus aspiraciones. La razón es lo que, a efectos ilustrativos llamaré aquí el “Capitalismo de Granja”.
Para el Capitalismo de Granja un país (Estado soberano) debe funcionar globalmente, como una granja moderna. ¿Qué significa esto? En primer lugar, la primacía indiscutible de los inversores (los mercados). Estos son los proveedores de pienso para los animales de la granja, y en general, de todos los elementos imprescindibles para su buen funcionamiento. De tal modo que sin ellos, aparece de inmediato el desabastecimiento, la carestía, el caos, el hambre, la violencia, la ruina sin paliativos.
A cambio de arriesgar su pienso (capital), los proveedores obtienen un interés natural o beneficio equiparable al derivado de la producción y venta de carne, jamones, huevos, embutidos, etcétera, de cada granja. Esta renta se realiza libremente en cualquier parte del mundo, por lo cual el bienestar material, la capacidad de compra de los animales de tal o cual granja particular ha dejado de ser un problema y una preocupación para los grandes proveedores de pienso.
Junto a los animales de la granja (ciudadanos) son fundamentales los técnicos, gestores y capataces, que son los verdaderos administradores in situ de los proveedores de pienso: esto es, la “clase política” de los diferentes países.
En cuanto a los animales de la granja, su vida cada vez más sencilla debe consistir en trabajar (todo un honor y un lujo en los tiempos que corren) y en participar como buenos ciudadanos en el correcto funcionamiento de la explotación (las instituciones “democráticas”). El trabajo es la única forma que hoy por hoy, tienen de realizarse como personas: no trabajar es un paréntesis de muerte social y, en muchos casos, la antesala de la muerte material, si no del cuerpo, sí de la individualidad humana. Los proveedores de pienso hacen o no hacen posible que haya trabajo para los animales de la granja; este trabajo es un bien sagrado (no es ya la burda apropiación de la vida de los demás para beneficio propio, sino la oportunidad que estos proveedores de la granja conceden o retiran graciosamente a sus animales). Por lo tanto, los proveedores de pienso son, a la vez, los Dadores de Vida y, en este punto, son equiparables sino idénticos a Dios.
Tras la última gran guerra entre los grandes proveedores de pienso (originada en buena medida por ellos mismos, por el fracaso de su solución extrema de organización fascista de la granja frente al comunismo), que provocó en el mundo más de 55 millones de muertos, ellos y sus administradores (civiles y militares) descubrieron que era mucho mejor tener parlamentos y partidos políticos que dictaduras de partido único o regímenes militares en Europa (aunque aceptaron sabiamente las que habían quedado como un residuo aprovechable del pasado, en países como España y Portugal). Los Estados de Partidos eran la fórmula más estable y pacífica, práctica y civilizada, de organizar la vida y el trabajo de los animales de la granja, y de evitar las perturbaciones. Esto ha sido incuestionable hasta la última gran crisis (crisis de los monederos falsos o estafadores de pienso).
Cuando las perspectivas de los suministradores de pienso sean buenas, la cantidad de pienso suministrado tenderá a aumentar para aprovechar al máximo la oportunidad de negocio (producción y venta de todas las riquezas propias de una explotación moderna). ¿De dónde saldrá entonces, el pienso extra necesario en tales casos (coyunturas de prosperidad aguda)? En primer lugar, de toda la renta obtenida en el periodo anterior. En segundo lugar, como la prosperidad volverá pronto insuficientes tales stocks, intervendrán los grandes creadores de pienso, los imprescindibles monederos falsos (Bancos y otras Instituciones Financieras), aumentando la cantidad de dinero secundario en circulación (fundamentalmente, vía créditos en cuenta). Este plus de pienso extra, fuera de todo control, se confundirá con el buen pienso originario, provocando un alza generalizada de los precios aun sin pleno empleo, y sobre todo un endeudamiento invisible al principio, rotundo al fin, de las generaciones futuras merced al crédito imparable.
En cuanto las perspectivas de negocio decaigan (crisis) los administradores fiduciarios de la granja trasladarán el coste correspondiente de las pérdidas a todos los animales de la explotación, a través de los impuestos y los Presupuestos Generales del Estado. De no hacerlo, el suministro de pienso se vería gravemente comprometido con las indeseables consecuencias ya apuntadas. Los animales de la granja, convenientemente informados por los grandes opinadores, aceptarán esto como un deber ciudadano y una fatalidad (pues hay crisis económicas como hay inundaciones y terremotos).
¿Qué ocurriría si los capataces de la granja, presionados por sus animales o por sus conciencias, se rebelaran contra los grandes suministradores de pienso (como don Quijote contra los molinos de viento)? Cuando se interrumpiese el suministro, estos capataces y administradores desleales se verían enfrentados a una situación verdaderamente desesperada: tendrían que realizar de inmediato todo el capital de la granja para mantener el suministro en niveles aceptables. Ahora bien, como esto requiere tiempo, además de inteligencia y buena administración, se verían obligados a acudir a otros suministradores que les impondrían tales condiciones para restablecer el circuito económico, que no se pueden repetir aquí. En suma, asistirían a la descomposición de la granja. En último extremo, serían tachados de populistas, demagogos, dictadores, denunciados por sus propios animales como cretinos integrales y de mala fe, y echados a patadas de la granja.
Ni en Egipto, ni en España, ni en Grecia, ni en Hong-Kong (el caso de Hong-Kong es particular, como el patio de mi casa), en ninguna parte puede prescindirse de los suministradores de pienso. ¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿Qué pretenden hacer con sus animales? Son los grandes bancos y multinacionales. Están en todas partes y en ninguna (son apátridas como el proletariado consciente con el que soñaba Carlos Marx). Y pretenden enriquecerse sin fin hasta que la última granja reviente bajo su peso.
En resumen: son los enemigos del género granjeril. Para hacerles frente ya no basta un país ni una revuelta ciudadana. Es necesaria, imprescindible, urgente, una gran alianza de los animales de distintas granjas, cuantas más mejor. Los emigrantes que buscan trabajo deberían ser recibidos con los brazos abiertos en el patio. Los suministradores que van y vienen a su antojo llevando y trayendo el pienso de una granja a otra, deberían ser sujetos a la tierra como los campesinos siervos de la Edad Media. Esa es la teoría.
La realidad es que los suministradores de pienso (y los turistas) empiezan a volver a Egipto (donde nuevos administradores más eficaces están imponiendo orden y llenando las cárceles de opositores de toda laya); a España (donde los díscolos, como en Grecia, ya dan muestras de amansarse y la población acoge con chascarrillos cada nuevo robo); vuelven a tener confianza en granjas prósperas que empezaban a parecer sospechosas, como Brasil donde la presidenta del Partido de los Trabajadores ya pacta con los grandes inversores en Bolsa su política, como ha hecho Hollande en Francia.
Esta es la cruda realidad. Por ahora. Nadie sabe mañana.
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