El falso 9
Por Jordi Junca , 17 junio, 2014
Vas a un bar a tomar el café antes de volver al trabajo. Ibas a abrir el periódico, sección deportes, especial Mundial, qué sino. Te das cuenta rápidamente de que no será necesario, unos hombres se encargan de entregarte esa dosis de fútbol. Hablan de España, hablan del falso nueve.
El equipo no debería usar falso nueve, perdemos contundencia en el remate, perdemos gol. Si bueno, pero crea esa superioridad con la que se consigue tener la pelota y a partir de ahí encontrar el hueco. Lo que tú digas, luego ocurre que centras al área y los centrales saltan solos. La pelota, necesitamos la pelota. Nada, lo que tú digas; por supuesto necesitamos meterla dentro.
Al diablo los periódicos, parece que estos hombres tienen algo qué decir. Es un debate de los de antes, sin dinero, sin intereses más allá de echar la tarde. Fútbol cero mediático. Así que das un sorbo largo y reconfortante y después escuchas, sobre todo escuchas. Aprendes entonces que no es un debate nuevo, que lo del falso nueve también tiene su historia. Dice uno de ellos que ya la Hungría de los años 30 ideó un proto-falso nueve, que Di Stéfano ya lo fue y que Johan Cruyff, quién sino, ejerció esa función con especial maestría.
Ya me dirás, le contesta el otro, simplemente estamos hablando de los mejores jugadores de su equipo y que, al final, hacen lo que les entra en gana. Insiste. Todo eso son tonterías.
Bien, contesta el primero, eso es solo cierto en un cincuenta por ciento. Precisamente por ser los mejores y más creativos ocupaban esa posición; según Laureano Ruiz, dicen el creador de ésta, el mejor jugador del equipo tiene que participar y la figura del falso nueve eso es lo que facilita. Tal vez al principio solo se tratara de eso, de dar protagonismo a los buenos, dejar sueltas las riendas de los mejores caballos. Pero el tiempo no pasa en balde, y con el transcurso de los años los entrenadores limaron las asperezas y desaparecieron las astillas. Sin ir más lejos, ya en el segundo milenio, la Roma de Spaletti retomó esa posición. El entrenador asegura que no disponía de delanteros de garantía y que por ese motivo optó por colocar a Franceso Totti como delantero centro. Sin embargo, a sabiendas de que el jugador italiano no era un delantero centro puro, el técnico decidió introducir de nuevo el falso nueve. Totti tenía calidad, en efecto era el jugador más destacado.
Lo que yo decía, interrumpe el otro, y se hace el silencio apenas unas décimas de segundo. El primero sigue hablando, se gusta, pretende actuar como si nada hubiera ocurrido. Doy un sorbo al café.
Entonces Spaletti le pidió que se acercara al centro del campo para crear juego, para participar. Tal vez así los centrales salieran de la cueva, o en caso contrario Totti recibiría el balón libre de marca. En cualquier caso, la Roma salía ganando. Ocurriera lo que ocurriera, las bandas podían coger las espaldas de los laterales e incluso la de la defensa central, suponiendo que éstos hubieran salido a tapar al teórico delantero centro.
Y me dirás que la Roma consiguió muchos éxitos, responde su amigo ya visiblemente irritado. Apenas unas copas, tal vez unas ligas. Nada importante.
En ese instante, el primero lo mira condescendiente.
Recuerdo una charla de Guardiola en Argentina, explicaba el éxito del Barcelona bajo su mandato. Más concretamente, reproducía imágenes de partidos en los que se enfrentaban los azulgranas contra el Real Madrid: la ida en el Camp Nou, año 2008; la vuelta en el Bernabéu, aquel histórico partido del 2-6. En el primer caso, Messi todavía jugaba en la banda derecha, a pierna cambiada, y venía hacia el centro con sus famosas diagonales. El Madrid, por su parte, defendía de manera individual y generaba un dos contra uno formado por sus centrales y el delantero centro blaugrana. Así pues, cada jugador blanco solo tenía que seguir a la marca (a excepción de su propio delantero centro, que se encargaba de los dos centrales rivales), dificultando de este modo el juego combinativo del Barcelona. Se acabaron las tomas del primer partido y proyectaron entonces las primeras imágenes del de vuelta. Guardiola declaraba en ese instante que, analizado el encuentro del Camp Nou, fue durante la preparación del segundo y decisivo choque cuando decidió ubicar a Messi en el centro del ataque. Se sucedieron los cortes donde el argentino se acercaba a los interiores (Xavi e Iniesta) y creaba una superioridad mortal ante los dos pivotes del enemigo. Los centrales madridistas no se atrevían a salir en su ayuda, sabiendo que, de hacerlo, dejaban muchos metros por detrás de su espalda. Gracias a todo ello, los tres bajitos podían hacer transiciones rápidas y seguras de defensa-ataque, además de asegurarse una posesión de calidad. Por supuesto, decía el propio Guardiola, en temporadas posteriores los defensas centrales del Real Madrid empezaron a acompañar a Messi en sus incursiones al centro del campo, obligando al entrenador catalán a reinventarse. Así que idearon movimientos nuevos que se adaptaran a las nuevas circunstancias y que complementaran la labor del falso nueve. Por ejemplo, cuando éste acudía al centro del campo, era el extremo el que ocupaba el centro del ataque. En este contexto, el lateral rival seguía a su marca, dejando la banda libre para que fuera el lateral del Barcelona (muchas veces Dani Alves) el que se incorporara. En resumen: los centrales habían salido a buscar a Messi, el lateral dejaba su espalda descubierta. Ahí había algo. No mucho más tarde, el ahora entrenador del Bayern de Munich, terminó la conferencia afirmando que lo que él quería era que su mejor hombre participara. Lo mismo que había dicho Laureano Ruiz hacía muchos años. Tal vez el punto clave de lo que entendemos como falso nueve.
Y si es tan maravilloso, ¿qué pasa con el Barça de esta última temporada?
Bueno, ocurre que las defensas ya han aprendido a prevenir y solucionar todos los desajustes que antes eran irreparables. Sucede que Leo Messi no ha tenido un buen año. Además, el entrenador ya no era Guardiola, sino otro tipo que se ha visto obligado a usar un sistema que no era el suyo. Y, amigo, cualquier sistema deja de funcionar cuando ya no se cree en él.
Entonces…insinúas que España debería usar un falso nueve.
En absoluto, lo que quería decir es que sigue siendo una opción.
Es hora de volver al trabajo, así que doy un último y prolongado sorbo, quedando en la taza apenas unos granos de azúcar. Abandono a los dos debatientes, salgo a la calle. Finalmente, atravieso la puerta del despacho con la sensación de que no hay sistema bueno, que el éxito no depende tanto de la estrategia sino de un acto de fe.
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