El mito de la valla
Por Estefanía Soto , 28 octubre, 2014
“En esta caverna se encuentran prisioneros desde su nacimiento unos hombres encadenados por el cuello y las piernas. Justo detrás de ellos, hay un muro, y por el pasillo del muro circulan hombres. Los prisioneros ven sombras que se proyectan en la pared de la caverna gracias a una hoguera, y consideran estas sombras como verdad. Una vez que el hombre traspasa ese muro, a través de una áspera y escarpada subida, puede apreciar una nueva realidad exterior más profunda y completa.”
El mito de la caverna, Platón
Seis metros de longitud, doce kilómetros de recorrido, una verja de acero, alambre de espinos y cuchillas, separan dos realidades bien distintas. Este invento político Made in Spain and UE entertainment, se creó a finales del siglo XX para evitar la entrada no regulada de inmigrantes africanos a territorio español.
Ellos, los prisioneros, un puñado de personas que intentan salir de su caverna de miseria para encontrarse con una, quien sabe si peor… Una valla que corta de raíz con unos derechos a los que algunos hipócritas llaman “Ley de seguridad ciudadana”, porque “Ley para que los negros no entren” no es políticamente correcto. Ni político.
Esa enmienda que introduce un “régimen especial de Ceuta y Melilla con el fin de que “los extranjeros que sean detectados en la línea fronteriza de la demarcación territorial de ambas ciudades intentando cruzar la frontera, serán rechazados a fin de impedir su entrada ilegal en España”, suena mucho más poético (tanto que deja sin respiración) que decir directamente “a cada moro que intente saltar, lo echamos de vuelta al momento, y problema resuelto”.
Luego algún compañero periodista se encargará de escribir con todos los eufemismos posibles el dictado de turno para que los españolitos estemos tranquilos.
Me indigna ver el trabajo que hacen algunos compañeros. Esa labor vomitiva que resulta cuando te deletrean cada punto y cada coma que debes escribir. El periodismo social no es tendencia, pero no tener ni un poco de empatía lo es mucho menos.
Me da vergüenza de lo que somos, del ser humano cobarde en el que nos hemos/han convertido. La cloaca que hay detrás de todo esto es mucho más grande y laberíntico de lo que aparentemente parece, tanto que no vale sólo con sintetizarlos en un titular y un par de líneas. Pero al menos te sirven de desahogo cuando no puedes terminar de ver imágenes sin que se te llenen los ojos de rabia y de impotencia.
Me da igual de dónde vengan esos hombres, cual sea su edad, su color, su condición. Veo a seres humanos agarrándose a una oportunidad de vida, no a una valla, y debajo no veo policías, veo fieras esperando ver caer a sus presas. Veo poca sensibilidad, veo menosprecio y desapego a la raza humana y eso me espanta.
No critico su trabajo, critico la forma en la que hacen su trabajo. ¿Dónde quedó la empatía, la humanidad, el amor al otro, señores? Vivimos en un mundo capitalista, egoísta y “ombliguista” que sólo mira hacia abajo cuando nos han contagiado de un virus que no es mucho más alarmante que el virus de la hipocresía.
Que el problema no es sólo ese, es más que obvio. Pero también viene de cercar con vallas la tierra, de la simbología que representa una bandera y unos colores. Y creértelos. De construir fronteras, de crear nuestros propios obstáculos que no son otros que prejuicios y falta de conciencia. Viene de que preferimos mirar para el otro lado y que se encarguen otros. Viene a que tratamos el problema como a la basura que tenemos en casa: si te puedes escaquear de sacarla, mejor, pero si empieza a oler, entonces sí que le echas la culpa al otro de no haberla sacado. Y así nos va.
Estos obstáculos sociales no hacen otra cosa que vendarnos los ojos y nos impide ver otras realidades. Quizás sea algo utópico luchar por causas perdidas, quizás al otro lado de la caverna haya más miseria social que en ella, quizás nosotros no seamos otra cosa más que esas sombras, reflejo de una hoguera.
Estefanía Soto
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