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Infamia e infames

Por José Luis Muñoz , 29 junio, 2022

Mientras se preparan los fastos (que ustedes y yo pagaremos) de la cumbre de la OTAN, esa ONG que persigue la paz a base de bombazos (algo menos de cuatrocientos mil muertes se le imputan al alter ego de EE.UU. en Irak, Afganistán y Siria), la reina Leticia acompaña a la señora Biden a visitar a los refugiados de primera clase (ucranianos de ojos azules) y las calles de la capital del reino se blindan para que pueda pasar La Bestia (el coche fortaleza del amo del mundo) y su séquito de cincuenta cochazos a prueba de bombas, en Nador, a muy pocos pasos de la frontera con España, se entierra en una fosa común, porque no merecen otra cosa esos negros desarrapados y sin nombre que soñaron con un mundo mejor, a las casi treinta víctimas de una masacre sin nombre.

No sé si saben que esa brutal matanza, del que nos olvidaremos por la machacona OTAN (ayer los telediarios abrían con los problemas de los viajeros por la huelga de Ryanair), es el resultado directo de las muy buenas relaciones que nuestro gobierno ha establecido con Marruecos en detrimento de los derechos humanos (también de los saharauies, los eternos olvidados). Abochorna, e indigna, que un presidente del gobierno que últimamente no da una a derechas (desde Ucrania está desnortado), no solo no pida explicaciones al reino de Marruecos por esa salvajada que debería indignar a todo demócrata, sino que se atreva a decir esa imbecilidad de que “La culpa es de las mafias” o de que la “la situación ha estado bien resuelta por parte de los dos cuerpos de seguridad”, y el ala izquierda de su gobierno guarde silencio cómplice (una Irene Montero muda sin responder a las muchas preguntas de los periodistas), no haya salido al paso de esas declaraciones vergonzosas. No se ha enterado Pedro Sánchez, o no quiere enterarse, de que la policía marroquí, al amparo de ese tratado firmado con Marruecos casi clandestinamente, ha destruido los miserables campamentos que los migrantes tenían en el monte Gurugú y estos, a la desesperada, han intentado saltar la valla de Melilla antes de que los alejen de ella 600 kilómetros y su sueño de mejorar sus vidas se disuelva definitivamente. Los migrantes no han sido asesinados por las mafias, señor Sánchez, sino por la policía marroquí en base al acuerdo firmado con España, para demostrar su fidelidad a la letra de ese tratado. Pero son negros y no tienen nombre, y no merecen nada salvo ser enterrados en una fosa común. Si este gobierno “progresista” compra el discurso xenófobo de VOX (Grande-Marlaska y Margarita Robles han hablado de la presión migratoria y lo difícil que lo tiene España obviando la masacre), hasta el punto que el propio PP le pide explicaciones, andamos muy mal.

Todos sabemos cómo se resuelve el drama de la migración, pero nadie hace nada por solucionarlo. Redistribuir la riqueza, dejar de esquilmar los cuantiosos recursos naturales de África; dejar de apoyar a los regímenes corruptos y dictatoriales que favorecen que las multinacionales se establezcan en su territorio sin que sus poblaciones reciban nada a cambio; promover gobiernos democráticos y no dictaduras títeres de los países occidentales; dejar de alentar las guerras que sacuden al continente desde la desastrosa descolonización; invertir en esos países para que la inversión favorezca a sus ciudadanos y no tengan que emigrar. Nadie deja su hogar ni está dispuesto a morir por gusto. África, para su desgracia, es un continente extraordinariamente rico, y ese es su principal problema, la ingente cantidad de recursos naturales. Y que son negros. El color de piel y su pobreza es también su problema. Seguirán siendo sepultados en fosas comunes o en esa gran fosa marina que es el Mediterráneo mientras nosotros pagamos la factura de la OTAN y la UE nos felicita por lo bien que estamos gestionando el problema de la migración. De vómito, señores. De vómito nuestro presidente.

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