El Tostón de Oro
Por Francisco Delgado-Iribarren , 6 julio, 2014
El Holanda-Costa Rica, uno de los partidos más largos del Mundial
Mi novia tiene prisa por que se acabe el Mundial. Es natural. Yo soy aficionado al fútbol desde que tengo uso de las piernas y también se me está haciendo algo estomagante. Sin ir más lejos, en las dos últimas jornadas (viernes y sábado) me he tragado los cuatro cuartos de final enteritos, de primer plato a postre. Y, ¿con cuántos goles se me ha recompensado mi fidelidad a la pantalla? Nada más que con cinco en tiempo reglamentario. La situación es más indigesta si pulso el cronómetro ayer, sábado: desde el golazo de Higüaín hasta los penaltis de Van Gaal pasé unos 202 minutos (al cambio, tres horas y veintidós minutos) viendo fútbol y sin disfrutar ningún gol. Es por ello que me he sentado a escribir esta columna de protesta.
Como vivimos en la época de los derechos de los consumidores y usuarios, y soy un continuo consumidor y usuario de balompié (término, por cierto, acuñado por el periodista Mariano de Cavia en un artículo en El Imparcial de 1908), me tomo la libertad de reclamar a la FIFA la constitución de un nuevo premio mundialista. Al igual que en la Copa del Mundo se dirimen una Bota de Oro, un Balón de Oro, un Guante de Oro, un Premio al juego limpio, un Premio al equipo más entretenido y un Premio al mejor jugador joven, creo honradamente que debería entregarse un Tostón de Oro. Este premio, o anti-premio si quieren, sería para la selección nacional que más haya contribuido a aburrir al espectador o, en caso de partido soporífero e infumable, el galardón podría ser justamente compartido entre los dos equipos.
Conceder anti-premios es una estrategia que se utiliza con éxito desde hace décadas en el sector del cine. En Estados Unidos tienen los Golden Raspberry, o anti-Oscar, y en España tenemos los YoGa, o anti-Goya. En ocasiones los anti-premiados hacen gala de un sano sentido del humor y van a recogerlos. En la Universidad de Harvard de los Estados Unidos, país que no se caracteriza por su subdesarrollo, se otorgan los Premios Ig Nobel, o anti-Nobel, si bien estos tienen un recorrido más allá de la sátira. Conforme la sociedad se vuelve más crítica proliferan los anti-premios, que son una fórmula desenfadada y pacífica de devolver a alguno a su lugar. Los hay en televisión y en turismo. Es evidente que, a fuer de conocidos, crean un cierto efecto intimidante y disuasorio. Por ejemplo: “¡El premio Tostón de Oro de la Copa del Mundo 2014 va para… el Holanda-Costa Rica, por su eterno empate a cero!” O para el Argentina-Bélgica, o para el Alemania-Francia…
El problema es que habría muchos candidatos a hacerse con el temible reconocimiento; muchos, desde luego, en este Mundial. Además, los técnicos de la FIFA se verían forzados a soportar y calibrar los partidos más plomizos, y no es seguro que estuvieran por la labor. ¡Cuántas selecciones “pequeñas” parecen buscar los salvíficos penaltis desde el minuto uno de la primera parte y cuántas de las grandes no quieren –o no pueden- golear a sus rivales! La emoción de las prórrogas y los penaltis son como placebos ante la falta de buen fútbol, agradables excepciones aparte. Que la imagen más perdurable en el recuerdo colectivo (a falta de las semifinales y la final) sea la de Luis Suárez mordiendo a Chiellini da muestra de la vulgaridad de esta edición. Al lado de este episodio, sentimos nostalgia de aquel cabezazo de Zidane a Materazzi, que fue una agresión con forma de noble embestida, de frente, y en respuesta a unos insultos del camorrista defensa italiano a la familia del astro francés. Al menos Zinedine tomó el camino del vestuario sin rechistar al árbitro y sin quejarse del dolor que el golpe le hubiera podido causar en la cabeza, al contrario que Suárez, que se quedó tendido en el área doliéndose de sus incisivos piños.
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