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El triunfo de Alba Reche: la culpa es suya y solo suya

Por Mariano Velasco Escudero , 30 agosto, 2021

Tras Madrid, Barcelona y Benicasim, y a la espera de Las Palmas de Gran Canaria y Valencia en septiembre, la cantante ilicitana cierra en agosto la gira veraniega de “La Pequeña Tour” con un memorable concierto en el “Auditorio Julio Iglesias” de Benidorm

Imagen de @photopey_

En El final del Affaire, una de las mejores novelas de Graham Greene, una profunda indagación en los más recónditos sentimientos del ser humano, (el amor, el odio, la fidelidad, la fe, la culpa… ¡ay, la culpa!), el personaje de Sarah, al que Mario Vargas Llosa definió como “el mejor personaje femenino” del escritor británico, se distingue del resto por “no vivir acechada por el sentimiento de culpa”. Nunca pensé en comenzar una crónica de un concierto de Alba Reche con semejante cita literaria, pero es que si hubiera que elegir el momentazo del memorable concierto que dio la cantante alicantina el viernes 27 en el Auditorio Julio Iglesias de Benidorm,  ese fue – y mira que hubo unos cuantos – cuando interpretó esa maravilla de canción que habla precisamente de ese sentimiento tan complejo del ser humano, el de “La culpa”.

Ahora que se habla tanto de salud mental, algo sobre lo que la propia Alba Reche ha puesto el acento en más de una ocasión refiriéndose a ella misma, resulta más que recomendable escuchar “La culpa” como si de una terapia se tratara:

“La culpa es mía que no quise darme cuenta de que no sabes querer”.

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Explica la cantautora – desconozco si le gusta que la llamen así, pero creo que si el criterio a seguir es el del mensaje y la calidad de la letra de las canciones, Alba Reche lo es con creces – que de lo que habla “La culpa” es de que “la culpa no existe” y de la importancia de las “responsabilidades afectivas”. Y debe de tener razón, porque quien suscribe, a los pocos días de escucharle a ella tal afirmación, la volvió a oír casi casi con las mismitas palabras en boca de su psicóloga. La dichosa “culpa culpita”, que decía la copla.  

Pero que nadie se alarme, que un concierto de Alba Reche tiene muy poco o nada que ver ni con una novela de Greene ni  con una sesión de diván en la consulta del psicólogo. Eso sí, Alba Reche y su banda ofrecen en sus conciertos tal espectáculo de música, de sensaciones, de emociones y de variedad de estilos que si entra uno sintiéndose culpable de vete tú a saber qué asuntillo, puede dar por seguro que va a salir de allí más liberado y contento que unas castañuelas.  

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Viene empezando Alba sus conciertos con “Pido tregua”, un tema que sirvió como presentación de su segundo disco, “La pequeña semilla”, y en el que propone una lucha interior para encontrarse consigo misma. Ella no para de decir que ahora está muy a gustito, y se le nota, pero da la sensación de que de esa lucha hubieran salido a la luz todas las personalidades y toda la riqueza que esta mujer lleva dentro. Prepárense, porque con este  “Pido tregua” empieza el desfile de albasreches al que asistiremos atónitos a lo largo del concierto.

El directo de este tema ofrece un final apoteósico en el que la tierna imagen de Alba, que uno piensa que la tiene, se nos desvanece a ojos vista y la tía va y saca ese lado más rockero y salvaje que lleva dentro y que tan bien le sienta. Frótense los ojos, porque si en algún momento esta mujer se les antojó delicada al salir al escenario, al grito de “pido tregua”, Alba Reche se transforma en lo que viene siendo una pedazo de pibón – creo que ella preferiría el femenino “pibona” – que inunda el escenario y se come literalmente al público en un ejercicio del más puro empoderamiento. ¿Se acuerdan del poderoso “all right” de Lennon en Revolution? Pues el “pido tregua” de la Reche no le anda a la zaga. 

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Confieso que, deslumbrado por semejante transmutación y por su arrolladora presencia en este arranque, pensé que qué bien, que nada más empezar ya tenía titular para esta crónica: “Alba Reche: la niña del exorcista”. Pero enseguida reflexioné para concluir que no, que no le iba a hacer justicia la metáfora, y que esta pedazo de artista merecía algo mucho más… no angelical, que tampoco le hace falta, pero sí más cariñoso para encabezar esta reseña. 

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Y creo que acerté porque, como digo, el variado desfile de albasreches que han sido, son y serán no había hecho más que empezar, y pronto aparece también sobre el escenario esa otra Alba que rebosa ternura al volver la mirada a su infancia en la emocionante “Niña”:

“Y que todo el daño que te hicieron pudiera remediarlo”

… que nos inunda con un no sé qué de melancolía con esa maravillosa “Escúchala”, una canción que crece, crece y crece cuantas más veces la canta y en la que Alba logra extraer toda una colección de matices de su voz:

“Que a mí me duele ver que you’re not available”

… y que se sincera hasta el escalofrío con “Aura”. ¿Recuerdan aquello que decíamos de las “responsabilidades afectivas” en “La culpa”? Pues aquí tenemos sobredosis de responsabilidad, afectividad y, de regalo, generosidad:

“Espero verte feliz aunque sea sin mí”

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En definitiva, que a poquito que uno baje la guardia, la voz entrecortada de Alba te pone la piel de gallina y te remueve las entrañas sin pedirte antes permiso. Por lo que canta y por cómo lo canta. ¿Que su voz no es tan potente como para romper cristales? Puede…, pero es que ella no necesita romperlos. Simplemente va y los traspasa.  Y eso que todavía ha dejado para el final “El desarme”, en la que volverá a desnudar literalmente sus sentimientos:

“Quédate, no quiero que te vayas, te di todas mis armas”

Y en esas estamos, en la más tierna de las ternuras, cuando al menor descuido que uno tenga comienza a sonar “Moonlight”:

“Solíamos escondernos siempre en la oscuridad”

Es solo un aviso de lo que vendrá después, nada menos que ese temazo que, aunque no está en ninguno de sus discos, es uno de los más esperados por su público: “La Posada”. Ahí aparece, resuelta, la Alba más provocadora y sexy haciéndonos bailar, aunque tenga que ser desde los asientos con esto de la dichosa pandemia, y regalándonos esa sensual colección de imperativos que tiene la letrita: cómeme, mírame, bésame, tócame… Ya saben: ¡Lo que pasa en La Posada, se queda en La Posada!

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Además de cantar, si hay algo que Alba Reche ha demostrado saber hacer bien es hablarles a la mujeres. Me apuesto una entrada para su próximo concierto a que si le hubiera tocado vivir en un lugar y en un tiempo recónditos de la antigua China, habría sido maestra de nu shu, aquel misterioso lenguaje secreto que las mujeres utilizaban para comunicarse entre ellas huyendo del sometimiento masculino, y que bien podría interpretarse hoy como la más útil y efectiva herramienta de sororidad. Pero no, a la Alba de hoy y de aquí no le hace falta ningún lenguaje secreto. Lo dice todo bien clarito, como cuando dedica a “sus” mujeres “Lux”, uno de su temas más reivindicativos:

“Era tan bonita que cayó al alba”

La voz de Alba Reche sonó impecable en el Auditorio Julio Iglesias de Benidorm, recinto con una acústica sorprendente, como también lo hizo su grupo, formado por Martín Muñoz (Mon Dvy), al bajo y Cristina Pena, a la guitarra. Alba cuenta además con la colaboración, seguro que impagable, de su hermana Marina Reche a los coros, quien tuvo también su espacio de lucimiento y de la cada vez vamos esperando más cositas, ¡no la perdamos de vista!

Marina Reche. Imagen de @photopey_

Conclusión: que a esta mujer le suena todo bonito, hasta el gentilicio: “ilicitana”, no me digan que no. Y es que además Alba Reche no es solo música. Es, sobre todo, emoción, y eso es lo que fundamentalmente la distingue de otros artistas y la hace única, diferente e irrepetible. Vamos, que ya va siendo hora de que se deje de hablar de ella como la “ex triunfita” o la joven promesa. Que Alba Reche está pidiendo a gritos un sitio entre las grandes, las aitanas, rozalenes, vanesasmartin… de nuestra música. A ellos los dejaremos aparte, que lo suelen tener más fácil. Que va siendo hora de que la industria en general o a quien corresponda en particular le dé lo que merece, sobre todo en lo que se refiere a apoyo, promoción, medios, etc. Y, entre otras muchas cosas, la oportunidad de cruzar el charco ya, donde se la espera con los brazos abiertos.

Que la tía se lo ha ganao, y que la culpa es suya y solo suya.

Marina Reche, Cristina Pena, Alba Reche y Martín Muñoz. Imagen de @photopey_

ALBA RECHE Y LA “EMOCIÓN CONTENIDA” DE ANG LEE

Mariano Velasco.- Hacía tiempo que tenía inmensas ganas de asistir a un concierto de Alba Reche. Había llegado el ansiado día, pero al comenzar el espectáculo me sucedió algo extraño: me sentía emocionado, lo estuve durante todo el concierto en cuanto Alba Reche arrancó las primeras notas de “Pido tregua” y no dejé de estarlo hasta que salí por la puerta del Auditorio. Contaba con ello, sabedor de la facilidad de esta mujer para transmitir emociones. Pero, tal vez fuera por el tiempo que había esperado para presenciar un concierto de la cantante que más me ha impresionado en los últimos años, o tal vez porque quería escribir una crónica que estuviera a la altura del acontecimiento y no quería perder detalle, el caso es que sí, estuve realmente emocionado, pero se trataba de una emoción sorprendentemente contenida. Como en una peli de Ang Lee. Cualquiera que haya visto “Sentido y sensibilidad” o “Brokeback Mountain” sabrá de lo que hablo, porque Ang Lee es un maestro de eso, de la emoción contenida, aquella que de tan intensa que resulta, se almacena ahí adentro, no se sabe dónde, como si fuera una presa, y no acaba de salir al exterior. Hasta que, claro, algo acaba por hacer ¡boom! y entonces todas las emociones se desbordan. Llegué a casa todavía contenido, sintiéndome personaje de una peli de Ang Lee, a eso de la 1:30 de la madrugada – sí, lo siento, me salte ligeramente el toque de queda impuesto en la Comunidad Valenciana -. Entonces comprobé que hay cosas que suceden en las pelis de Ang Lee y, ahora lo sé, también después de los conciertos de Alba Reche: me metí en la cama, me relajé por fin, y como cuatro horas después de que hubiera sonado la última nota de “El desarme” en el Auditorio Julio Iglesias de Benidorm, algo hizo ¡boom! en mi interior. Y comencé a llorar como un niño.

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