¿Es compatible la Unión Europea con la democracia?
Por Carlos Almira , 4 junio, 2015
En estos días, los gobernantes no elegidos de la Unión Europea (miembros de la Comisión, Banco Central) y sus aledaños (FMI), van a decidir el futuro de un Estado “soberano”: Grecia. Hoy es Grecia; mañana, será cualquier otro país que no se ajuste a los intereses y criterios de la llamada gobernanza de la U.E. Con independencia de las razones de cada uno, salta a la vista el desnivel de legitimidad entre los interlocutores de esta “negociación” en concreto: por un lado, los miembros de un gobierno legítimamente salido de las urnas en el pasado mes de enero, en Grecia; por otro, unos altos dignatarios no elegidos por nadie, asesorados por expertos, lobistas, etcétera, cuyos nombres y rostros son incluso desconocidos por los ciudadanos, pero cuyas decisiones afectan, con resultados a menudo devastadores, cada vez más a nuestra vida.
El proyecto de construcción europeo nunca fue democrático. Mejor que entrar aquí en una disquisición teórica, en la distinción entre liberalismo y democracia, quiero explicar algo sorprendente que acabo de escuchar sobre cómo se elaboran y adoptan, de hecho, al día de hoy, las principales decisiones políticas en la Unión Europea: la llamada Gobernanza.
La Gobernanza, puesta en marcha por la UE fundamentalmente desde finales de los años 1.990, con el pretexto de pasar el testigo de las decisiones de los Estados a la “sociedad civil”, es una forma de gobierno protagonizada por grupos de expertos (tecnocracia) en estrecha simbiosis con representantes políticos, a distintos niveles de la UE. Estos pequeños comités, formales o informales, no elegidos por los ciudadanos, elaboran propuestas e informes sobre las más variadas materias, que luego van a parar a las distintas Comisiones Europeas, al Consejo, en su caso al parlamento Europeo, y finalmente, a los Parlamentos Nacionales a los que concierna el asunto tratado. De tal modo que el Parlamento Francés, por ejemplo, discute y vota sobre textos cuyos borradores han sido redactados por estos comités, la mayoría de cuyos miembros, al igual que los representantes políticos elegidos que entran en íntima conexión con ellos en Bruselas, representan y trabajan al servicio de grandes empresas privadas, en su mayoría multinacionales (los conocidos como lobistas). Ni que decir tiene, que las cuestiones que abordan y la forma en que las tratan tienen en cuenta, ante todo, los intereses de las empresas para las que trabajan, y no los de los ciudadanos, que habrán de padecer las consecuencias; y que vivirán en la confianza de que son sus representantes políticos, en sus respectivos Estados, los que deciden, legislan y gobiernan en su nombre. Las caras, los nombres, de éstos expertos de la UE, los verdaderos gestores de nuestra vida, nos son tan lejanos como desconocidos.
La cosa, al parecer, ocurre así: un diputado europeo recién elegido por tal o cual partido, (o cualquier otro alto cargo burocrático o político de los Estados), llega a Bruselas. Lo primero que necesita es instalarse en una ciudad que desconoce, donde no tiene relaciones ni conocidos, fuera de su grupo. Entonces, por “casualidad”, alguien empieza a ocuparse de él. Bruselas está llena de gentes muy bien preparadas, inteligentes, amables y con las suficientes cualidades humanas como para hacer la vida más agradable y fácil, aun en un medio nuevo. Lo nuevo tiende a ser percibido en principio, como hostil. Pero estos “ángeles”, seres providenciales, te solucionan por ejemplo, el problema acuciante de la guardería de tu hijo; del médico que necesitas; de las ofertas mejores o fiables para el tiempo libre, etcétera. En fin, de todas las menudencias importantes, decisivas, de la vida, desde el primer día, desde que llegas al aeropuerto y pides un taxi.
Tus propios compañeros, sus familiares, conocidos, etcétera, sobre el telón de fondo de estos profesionales amables, educados, con estudios universitarios, con máster, idiomas y una amplia mundología, empiezan a convertirse en todo tu mundo. Fuiste elegido por gente lejana, en un tiempo que poco a poco va quedando atrás. A cambio, se establece, sobre esta base afectiva, la complicidad, la connivencia, la conjunción planetaria de valores, ideología y visión del mundo suficientes, los de ellos y los tuyos, sobre los que se cimentará una estrecha colaboración que, en la mayoría de los casos, ya no acabará nunca.
A partir de ese momento, asistirás a reuniones, eventos, foros, conferencias; intercambiarás tus puntos de vista con los de ellos y otros que son como tú: en desayunos, comidas de trabajo, exposiciones, conciertos y otros actos culturales y políticos; perderás tu alma (si alguna vez la tuviste); conocerás a gente nueva y a gente que, un día, te abrirá la mágica pasarela a la sociedad civil (es decir, a la gran empresa privada), que es una pasarela de ida y vuelta sobre la que se cimenta la verdadera democracia escondida de la Unión Europea.
Todo esto, claro está, siempre que no pertenezcas a algún grupúsculo anti-europeísta, en clara minoría, o hayas leído y asimilado demasiada poesía y filosofía, la suficiente como para estar vacunado contra el encanto de las palabras: Europa, Medio Ambiente, Democracia, Libertades, Derecho, Crecimiento y Bienestar, Paz, Cambio Climático, Crisis Financiera, etcétera.
Entonces, si tu campo es por ejemplo la Economía, tus amigos expertos te presentarán un sinfín de estudios, informes, borradores, que es otra forma de facilitarte las cosas, con tanta habilidad que llegarás a creer que han puesto por escrito tus propias ideas. Y, de despacho en despacho, “tus” ideas acabarán en la Comisión tal o en el Parlamento cual, donde al fin, podrán ser discutidas y votadas por los que, como tú, llegaron ahí como representantes del pueblo, en cuya virtud creen aún, con una fe inquebrantable, que legislan.
El asunto de tales proyectos podrá ser la asfixia económica de Grecia; la desestabilización de Ucrania; el desmantelamiento de los servicios públicos en España; o el Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y los Estados Unidos; o cualquier otro por el estilo.
Sea como fuere, nunca se te pasará por la cabeza que estás sirviendo a una oligarquía mundial, elitista, privada; que has renunciado al noble ejercicio de la política, al servicio a los tuyos; que defiendes monstruosidades. ¡Ahí están las palabras, con su encanto intacto e imperecedero!
La Unión Europea es un sistema político imperial, de vocación (como buen Imperio), mundial, y por lo tanto incompatible con la democracia. Su último obstáculo, son algunos restos de soberanía estatal, donde podrían (tendrían que hacerlo, es urgente, es nuestra última oportunidad) introducirse elementos y fuerzas perturbadoras, precisamente por democráticas (los partidos nuevos, los movimientos sociales). Todos los Imperios, a diferencia de los estados modernos y de las formaciones pre-estatales, tienden a expandirse. Entonces, si un donnadie como yo puede sospechar que la Unión Europea es, realmente, un poder oligárquico con vocación mundial, ¿qué no podrán los asesores y expertos de los otros imperios, de Rusia, de China? ¿Para cuándo la próxima guerra?
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