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Fecha de caducidad

Por Francisco Collado , 31 enero, 2019

Nacemos con fecha de caducidad. Tratamos de apurar esta brevedad en que habitamos jugando al escondite con el destino. Como niños atrapados en un perverso juego espacial, cuya naturaleza oculta no se nos revela. Participantes involuntarios en una carrera contra reloj que sabemos perdida de antemano. El lotero cósmico posee un peculiar sentido del humor. Con nuestra llegada a este valle de lágrimas, nos regala un boleto de lotería que sabemos de antemano que está premiado. Pero nunca conocemos el lugar y la hora en que nos tocará el premio, hasta que; como dijo el poeta; tenemos “puesto ya el pie en el estribo”. La humanidad ha pergeñado distintas filosofías para enfrentarse a lo efímero de nuestra presencia en el universo, ninguna de ellas demasiado efectiva. El Hedonismo propone “que te quiten  lo  bailáo”. Se basa en apurar la copa a grandes tragos, para seguir llenando hasta la saciedad. El ascetismo propugna degustar la existencia a pequeños sorbos por necesidad vital, pero renunciando a la satisfacción gustativa. Los dos pensamientos se basan en la ignorancia absoluta de nuestras postrimerías.

 

Aunque la vida es un jardín de múltiples senderos, donde cada individualidad enfrentará su angustia ante el abismo desde su propia experiencia. Las soluciones propugnadas por las corrientes religiosas tampoco acaban con la angustia existencial, más bien son un lenitivo coyuntural. La fe no es una certeza. Si lo fuera ¿Qué valor tendría? Por tanto “in stricto sensu” no proporciona una solución real al dilema. La negación; en el otro extremo; se basa en nuestros parámetros de percepción, limitados y viciados. Por tanto, cualquier conclusión deviene teorizante y plena de errores argumentales. Estamos bien jodidos. Agazapados frente al trilero universal que maneja la baraja, orando para que nuestra carta no sea la elegida. Viviendo con una ilusión pueril: No nos va a tocar a nosotros. Pero seguimos viendo las cartas de los que nos rodean, saliendo de la baraja sin solución. Tratamos de que los días se sucedan , viviendo el anhelo de que no van a terminar nunca. Atesoramos nimiedades, coleccionamos falacias, inconscientes de nuestra fragilidad. Pero, cuando agonice nuestro tiempo, no nos vamos a llevar equipaje. Caminamos como siluetas insomnes en medio de la nada, intentando prolongarnos en el tiempo con nuestros hijos. No deja de ser una ironía que, la única verdad absoluta en este mundo para el hombre; cuando le regalan la vida; sea la certeza de que va a perderla algún día. Sarcástico sentido del humor.

 

 

 

 

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