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El alienante vínculo social (a propósito de un relato de Kafka)

Por Ignacio González Barbero , 13 mayo, 2014

Por Ignacio G. Barbero.

¿Cuáles son las raíces que prenden, qué ramas
Brotan de este cascajo? Hijo de hombre,
Tú no puedes decirlo, ni imaginarlo…”
T.S.Elliot

El vínculo social humano no constituye una realidad ahistórica. Si bien somos animales que por naturaleza tendemos a establecer lazos con los demás y componer, así, grupos y comunidades, también estamos moldeados por las ideas (y las fuerzas) propias de la autoridad del hogar sociopolítico en el que habitamos. Lo que soy yo, lo que hago con y contra otros, lo que significa políticamente el “nosotros” del que formo parte y ese “otros” al que me opongo, está completamente normalizado -y controlado- a nivel conceptual y práctico. Por tanto, toda relación interpersonal en la que participo está definida por unas reglas preestablecidas que no he elegido y que la configuran tanto o más que mi propia animalidad.

Esta enajenación ha creado en nuestro tiempo una forma de vivir en sociedad severamente mediada y condicionada; forma que muy bien supo describir Kafka en el breve relato titulado «Comunidad». La falta de auténtica libertad a la hora de actuar y la enorme atomización de los individuos (y las culturas) son dos de las características sociales contemporáneas más significativas; así lo podemos ver en nosotros y a nuestro alrededor y así lo escribió el genio checo.

1-“Somos cinco amigos, hemos salido uno detrás del otro de una casa; el primero salió y se colocó junto a la puerta; luego salió el segundo, o mejor se deslizó tan ligero como una bolita de mercurio, y se situó fuera de la puerta y no muy lejos del primero; luego salió el tercero, el cuarto y, por último, el quinto. Al final formábamos una fila. La gente se fijó en nosotros, nos señalaron y dijeron: «Los cinco acaban de salir de esa casa». Desde aquella vez vivimos juntos.»

Un número concreto de personas parte de una condición común, familiar, pero individualizada. Se sitúan una detrás de otra por azar: la acción misma de constituirse es aleatoria, pero aparece como ordenada y coherente desde una perspectiva externa; además, han salido del mismo lugar. Esa impresión de orden provoca en los observadores el reconocimiento del vínculo y este reconocimiento impone a los protagonistas vivir juntos. No hay comunidad real, casa, antes de ese proceso; sólo una supuesta -y no del todo clara- amistad. Toda identidad de conjunto, por tanto, es efecto de otra identidad (de conjunto o no) que la califica y determina como tal.

2-“Sería una vida pacífica, si no se inmiscuyera continuamente un sexto. No nos hace nada, pero nos molesta, lo que es suficiente. ¿Por qué quiere meterse donde nadie lo quiere? No lo conocemos y tampoco queremos acogerlo entre nosotros. Si bien es cierto que nosotros cinco tampoco nos conocíamos con anterioridad y, si se quiere, tampoco ahora, lo que es posible y tolerado entre cinco, no es posible ni tolerado en relación con un sexto. Además, somos cinco y no queremos ser seis.”

El todo social ha sido, como hemos visto, reconocido y, por tanto, definido (terminado). Cualquier individuo ajeno es incómodo, desagradable y motivo de conflicto. No tiene sentido su presencia para los miembros de la comunidad porque no tiene el derecho subjetivo ni la legitimidad para unirse a ellos; no lo quieren, sencillamente. Viene a entorpecer el vínculo comunitario. Esto no es óbice para afirmar que realmente ellos tampoco se conocían antes ni tampoco a estas alturas, a pesar de ser “amigos”, pero se “toleran”, esto es, aceptan una condición asignada por otros en su momento y la toman como necesaria e inevitable.

El hombre moderno se empecina en ser “uno mismo entre muchos” a pesar de no saber por qué es ese uno mismo -y no otro- ni por qué pertenece a un comunidad – y no a otra-, lo que se traduce en una intolerancia hacia todo aquello que pone en cuestión la ilusoria firmeza adquirida por una definición normativa de individuo que nunca ha dependido de él.

3-“Y ¿qué sentido tendría ese continuo estar juntos? Tampoco entre nosotros cinco tiene sentido, pero, bien, ya estamos juntos y así permanecemos, pero no queremos una nueva unión, y precisamente a causa de nuestras experiencias. ¿Cómo se le podría enseñar todo al sexto? Largas explicaciones significarían ya casi un a acogida tácita en el grupo. Así, preferimos no aclarar nada y no le acogemos. Si quiere abrir el pico, lo echarnos a codazos, pero si insistimos en echarlo, regresa.”

¿Cuál es el fin de la vida comunitaria tal y como la conocemos? ¿Qué sentido tiene? Ninguno, pero ya ha sido reconocida como tal y no es posible deshacerla (de momento). No se acepta al extranjero porque se sabe que la convivencia, al no tener base real, no tiene verdadera solidez. Toda firmeza es sólo una rigidez aparente generada por la necesidad natural de ser socialmente aceptado en un mundo hostil e ignoto. Por ello, tal y como expone el relato de Kafka, es imposible explicar las raíces de la comunidad a la que pertenecemos, ya que es una producción artificial en cuya creación no hemos participado. Habitamos una tierra impuesta y baldía donde nos acumulamos y actuamos mecánicamente, sin libertad natural ni espontaneidad.

 

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