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Historias de oficina 6 y 7

Por Sonia Aldama , 25 abril, 2014

Fotografía de Quino

 

EN LA OFICINA (VII)

Todas se miraron mientras se preguntaban “¿De qué se reirá este?”, y él quiso sacarlas de dudas en seguida, puso la cinta en marcha y se escuchó lo siguiente:ÉL: …RRRRR… sé que no bajan nunca …RRR… sé por qué me has hecho venir… RRRR… me estás poniendo nervioso…ELLA: …RRRRR…tontorrón… RRRRR… ¿Te dedicas a seducirme… RRRR? ÉL: Yo… RRR… te he seducido…ELLA: …RRRR… ¡Pues ahora sí que te vas a enterar! …RRRR… ÉL: …RRRR… No puedes hacer eso… RRRRR…ELLA: …RRRR… Espera y verás… RRR…

Las tres se miraron sorprendidas y sin decir nada se fueron al baño.

– Pero tías, tendrá desfachatez este tío, se lo hace con la jefa, lo graba y luego nos lo pone- dijo Irma.

– Y esa sonrisita- comentó Sofía.-

Yo creo que esto tiene otra explicación, que nos cuente, que nos cuente- añadió Belén.

En ese momento entró Caponati en el baño y las tres salieron despavoridas a sus puestos de trabajo.

Por Bego Hill y Belona de España

EN CASA DE LA IRMA (VIII)

Las chicas volvieron a sus puestos muy sorprendidas por el atrevimiento de su compañero. No entendían nada y deseaban comentarlo con detenimiento. Juan Carlos trató de explicarles lo que había sucedido pero ellas no querían saber nada. Salieron tarde de la oficina y Belén propuso tomar algo para hablar de lo que había ocurrido. Empezaron en el bar de las comidas «El satélite» pero terminaron en casa de Irma, las tres borrachas y muertas de risa.

– Chicas, quién hubiera dicho que ese hombre tendría valor para hacer una cosa así- dijo Sofía que ya casi no podía vocalizar.

– Y lo que es peor: ¡grabarlo!- contestó Irma mientras apuraba el vaso de ron con limón.

Belén trató de levantarse del sofá pero se resbaló con la alfombra y volvió a quedarse medio tumbada con la copa en la mano derecha, exclamando:

– ¡Brindo por la venganza!

Sonó el timbre, Irma se levantó sorprendida, ya eran las dos de la madrugada, pensó que tal vez era su ex-marido que venía a suplicarle de nuevo que volviera con él. Cruzó el salón, trató de no chocarse con la mesa hortera que le trajo su cuñada de Tailandia, pero se dio un buen golpe en la rodilla. Abrió la puerta y allí estaba Juan Carlos, sonriente. Dijo:

–          Vengo a daros una noticia que va a cambiar nuestras vidas.

Por Saldama

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