Humor Negro 2.0.
Por Guillermina Royo-Villanova , 26 octubre, 2017
«Cada tipo de humor obtiene partículas nuevas de lo que parecía indivisible; al contrario que el eslogan, el humor negro no se deja atrapar en una sola sentencia porque depende del dónde, cuándo, cómo y por qué. El secreto se encuentra en las condiciones atmosféricas en las que puede producirse este misterioso intercambio humorístico que se ha convertido en un comercio intelectual de lujo.»
«Dulce arsénico» poema «anagrámico» de esta mortal firmante.
Como un soplo de aire fresco llegaron a nuestras vidas las redes sociales por las que ahora corretean a sus anchas diferentes torbellinos levantando el polvo de la discordia. En la tela de araña de internet se comparten ideologías ampliando el abanico de posibilidades y ofreciendo diferentes puntos de vista que obligan al receptor a replantearse posiciones unilaterales. Ahora, es un arma de doble filo -con uno más afilado-. La sobre información sesgada no ha tardado en detonar la censura popular tan dada al linchamiento de corrala, planteándonos si tenemos suficiente información para opinar, juzgar y condenar o somos susceptibles de ser manipulados por una u otra parte. A algunos les basta con la sensación de poder que da afiliarse a un eslogan. Aun así, todo se puede discutir y argumentar sin llegar al insulto feroz en nombre de la libertad o moral populista. El sentimiento de unión, ese que hace la fuerza, se nos ha ido de las manos y pretende defender al pueblo atacando los derechos del pueblo. Este hecho ha vuelto a desempolvar el eterno y virtuoso don del humor negro de encender la moral en el ejercicio de su trabajo.
Todos -sin excepción- formamos parte de la tragicomedia de la vida, nadie escapa a su ruleta rusa y tarde o temprano seremos blanco de alguna bala antes de la definitiva; y es esta unión ante la desgracia y la miseria lo que nos otorga el derecho a reírnos de lo que sea como válvula de escape. Lejos de lo que algunos piensan, este tipo de humor tan denostado no nace para provocar, pero cuando provoca luce más lustroso. En este sentido es inmortal porque cuanto más se le ataca más oscurece pudriéndose con la negación de la miseria humana. La vida es humor negro, por eso el soldado del autoengaño se enajena ante sus fauces y arremete contra la vida haciendo un alarde de su bilis negra en su violenta denuncia. No hace mucho, la periodista Raquel Márquez acuñó un axioma irrefutable: “Sinceridad, engañar a los demás en lo mismo que nos engañamos a nosotros” –ahora, adalides de la moral, decidme que no mentís-. El humor negro estalla esta cita en las narices del personal que se reenciende con su propia pólvora.
Raquel Márquez retratada por Laura Rodríguez.
El dolor, el miedo y la muerte nos une sin excepción; ninguna raza, condición sexual, discapacidad, psicopatía, estado económico o civil, enfermedad, religión o adicción se zafa a sus cómicas y abyectas garras. Ahora bien, está en nuestra mano consumirlo. Cuando voy a supermercado sólo adquiero los productos que me gustan -o los que puedo pagar-, lo mismo pasa con el humor, si no te gusta no lo consumas pero no pretendas erradicarlo porque no harás más que nutrir su hambre con su propia evidencia en ti. Un vegano intentando prohibir el consumo de pollos es una imagen tan utópica como enternecedora, como mucho dará para unos chistes sobre veganos comiéndose entre sí tras estamparse su avión en la cima de una montaña nevada, aunque no es necesario llegar a situación tan extrema: por mucho menos salta la fiera.
En cuanto a las “cándidas” hordas contra el humor negro, el hecho de tener o dejar de tener razón en estos menesteres es tan primigenio como iluso. Muchos de los soldados del ejército de la verdad suprema o moral de pancarta se alistan para evitar tener que enfrentarse a uno mismo. El humor negro es tan solitario como solidario, no busca la aprobación sino todo lo contrario. Sin duda, tiene muchos enemigos porque donde crece la hierba negra de este humor, se necesita polémica para regarla. Este hierbajo apela a la moral en su juego para desenmascarar la pose; es su manera de arremeter contra los arquetipos sociales y para ello trabaja con herramientas como las tragedias, el miedo, la muerte, el sexismo, la lástima –el victimismo es carne de cañón para este tipo de humor-, instrumentos que utiliza para cuestionar la sociedad mediante la sátira, el sarcasmo y la ironía más ácida. Nadie escapa al humor negro por eso los que no asumen sus taras o desgracias lo rechazan. Sólo algunos elegidos que aprendieron el placer de reírse de sí mismos podrán disfrutarlo en plenitud para combatir la queja y el desaliento. Como escribí en otra ocasión el humor “embellece los defectos dándoles un oficio”.
Los griegos pensaban que el carácter humorístico correspondía al humor sanguíneo. La preponderancia de un humor sobre otro determinaba un carácter, así hoy todavía hablamos de coléricos, flemáticos, biliosos, sanguíneos y melancólicos. Estos últimos, mis preferidos, melás-kole, negra bilis: humor negro, el humor por antonomasia. Para cuando se dieron cuenta que nada tenía que ver la bilis y la sangre con el humor, el término ya era un sinónimo de inclinación a un carácter. ¡Oh! Y que la anodina amalgama de la censura populista se cierna pues sobre las “Pinturas negras” del desconocido humorista Goya, en especial sobre Saturno devorando a un hijo, ya que la “melancolía” está directamente vinculada con los hombres guiados por Saturno. Es tarde para la caza de brujas, bajo tierra yacen Swift, Quincey, Beckett, Bierce, Kafka, Baudelaire, Lewiss Carroll, Sade, Poe, Rimbaud, Ernst, Wilde, Twain o Alfred Jarry, pero no sus obras.
El humorismo de la melan-colía se divierte con aquello que le entristece, quita hierro con otro hierro y se salta a la torera los tabúes establecidos ejerciendo su derecho como virtud del ser mortal; en efecto, la muerte es su tema preferido -compartido con los poetas malditos-, parece que alguno cree poder escapar a la parca si no la nombra. Como soporte humorístico existen técnicas literarias y figuras retóricas que de nada sirven si no son espontáneas, por eso el humor negro está siempre al día con las tragedias, con la bilis alerta para hacer más útiles los temas serios satirizándolos. Este humor inteligente no se ha de entender como un ataque personal cuando nos toca de cerca, sino todo lo contrario, nos asimila como parte de un todo, su fin no es victimizarnos sino salvarnos con la triste sonrisa, por lo que está dirigido a un público preparado visual e intelectualmente con una sensibilidad y experiencia determinada que le otorga capacidad para realizar todo el proceso. Para fingir no ser sensible hay que serlo. Este proceso sólo se consigue en un contexto avalado por un reflejo humorístico y un receptor cómplice y empático, por ello descontextualizarlo para arrojarlo a las fauces del linchamiento sólo alimentará su bilis insaciable. Es aconsejable que el internauta que no practique este idioma -abyecto, cruel e infecto- y cuya moral se marchita al intentar comprenderlo –no hace falta llegar a compartirlo- no se lance de bruces en su tela de araña, ya que el plato preferido de esta bilis son los clichés avinagrados. Tal vez se exagere al definirlo como una actitud especial del intelecto y del espíritu por la que el artista se pone en el lugar de las cosas, ya que esto puede confundirnos y llevarnos a pensar en el humor negro como una adivinanza complicada. Este humor sólo es violento para el que no lo saborea. Está bien eso de no entender, por ejemplo los empáticos no entienden a los que juegan a no tener empatía, qué cosas. ¡Claro que el humor negro hiere! Sobre todo cuando los temas delicados son personalizados -por alguno que debe creer que su desgracia es mayor que la del resto-. La bilis negra no es entendida por el español convencional confeccionado condicionalmente y en el momento en el que se levanta la ampolla en la fina y ególatra piel sollamada, surgen los tabués humorísticos: el verdadero «tumor» negro, ya que el veto es el mejor ecosistema para un humor que se animaliza para apelar a la razón: cuando se crea el rechazo se obvia la posición del personal. Cada tipo de humor obtiene partículas nuevas de lo que parecía indivisible; al contrario que el eslogan, el humor no se deja atrapar en una sola sentencia porque depende del dónde, cuándo, cómo y por qué. El secreto se encuentra en las condiciones atmosféricas en las que puede producirse este misterioso intercambio humorístico, que se ha convertido en un comercio intelectual de lujo. Por desgracia, las exigencias de la sensibilidad moderna han conseguido encorsetar a muchos creadores, castrando su auténtica y dionisiaca libertad.
El humor negro en estos días es “La Resistencia”; sin duda, tiene la mirada del fusil pero su sátira siempre es moralista. Practicarlo no denota insensibilidad, muy al contrario, sabe bien lo que se hace; no invita a la inconsciencia sino a ser consciente de otra manera y por otro proceso. No pretende creerse más ni arrojar infamia sobre otros humores que viven en él; el humor negro es el más unificador porque les guste o no, nos iguala a todos sin excepción miserabilizándonos.
Dicho esto, voy a seguir muriéndome un poco porque no hay Eros sin Tánatos.
Un brevísimo ensayo de Guillermina Royo-Villanova.
En la vida real seguro que me muero mucho peor.
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