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Moral a la carta.

Por Sebastián Agulló , 16 junio, 2015

En la primera mitad del siglo XIX, Alexis de Tocqueville ya advirtió lo que es un hecho a día de hoy: nuestra sociedad no ve bien el humor que tiene «víctima o víctimas». Mientras hace décadas el chiste, la sátira, la ironía, el sarcasmo y el humor negro podían tener cabeza de turco, ya fuese un individuo o un colectivo, a día de hoy este humor no sólo ha dejado de hacer reír, sino que es considerado como una ofensa, algo reprochable y deleznable.

Moral a la carta.

Moral a la carta.

Yo nací en los ochenta. Recuerdo perfectamente que reírse a costa de otros era de lo más normal: moros, maricas, chinos, leprosos, judíos, negros, gitanos, mujeres, gordos, calvos, etc. Nunca hubo mala intención, es decir, si se contaba un chiste machista o se parodiaba una raza al azar era por el simple hecho de reír, no había detrás traza alguna de machismo o racismo. Pero con la democratización, el consumo, el hedonismo, el neo-narcisismo y los valores ‘psi’, términos que utiliza Gilles Lipovetsky, mofarse de otro es casi un crimen: el cambio de paradigma reside en «reírse con», no en «reírse de».

Todo esto viene a cuento por el tipo que publicó en Twitter un chiste sobre judíos y otro sobre una tullida, dos mofas inocuas que, quizá, le cuesten el cargo a desempeñar. Un cargo público. Y en el colmo de la hipocresía, muchos no se conforman con mostrar indignación por esos chistes: ‘sugieren’ que esas cosas no se deben hacer en público. O sea: «Para mí eres bueno siempre y cuando no sepa cómo piensas; ahora que lo sé, ya no eres bueno». Cuando pasó lo de Charlie Hebdo todo fue indignación: una portada satírica había ofendido a los yihadistas, quienes se tomaron la justicia fusil en mano; ahora la indignación toma el sentido opuesto, es decir, si esa portada sólo era libertad de expresión, un chiste es condición suficiente para que te echen a los leones.

Lo dejo aquí. Nuestra sociedad está plagada de moralistas con dobles rostros y una sensiblería cursi que raya el ridículo.


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