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Israel: estado terrorista

Por José Luis Muñoz , 19 septiembre, 2024

Con el foco político puesto en la delicadísima situación política que se vive en la autocrática Venezuela de Maduro, con la sospecha de unas elecciones amañadas y el peligro de una confrontación civil en una sociedad muy radicalizada en sus extremos, nos habíamos olvidado de que la demócrata Israel de Netanyahu, con la que muy pocos países han roto sus relaciones diplomáticas, es un estado terrorista, y los atentados masivos en Líbano, con una tecnología muy avanzada (han explotado walkie talkies, móviles y ordenadores manipulados de forma sincronizada) y que han dejado un reguero de muertos y miles de heridos, muchos de los cuales morirán porque están en estado crítico, han sido perpetrados para que Israel nos recuerde al mundo que tiene capacidad de asesinar cuándo, dónde y cómo quiera.

Algunos analistas coinciden en llamar terrorismo a lo que clamorosamente lo es, lo que lleva a calificar a Israel de estado terrorista, sambenito con el que no creo que se sienta muy ofendido porque lo asume con cinismo. Las matanzas indiscriminadas que a diario lleva a cabo en Gaza, asesinando a miles de civiles en lo que ellos llaman guerra para exterminar a Hamás, también son terrorismo porque vulneran todas las convenciones de las guerras como son ataques indiscriminados a hospitales, escuelas, asesinato de periodistas y trabajadores humanitarios en una proporción jamás vista en ningún otro conflicto armado en periodo tan corto. Con Gaza destrozada y humeante, que no puede ni enterrar a sus muertos, ahora, el todopoderoso Israel, en su desenfreno, quiere abrir un frente norte con la posible invasión de Líbano tras constatar que ni ha acabado con Hamás ni ha conseguido liberar a los rehenes secuestrados que hace mucho tiempo dejó de ser una prioridad para Israel si es que alguna vez lo fue, que lo dudo.

A un neófito en la materia de seguridad le cuesta mucho creer que unos servicios tan inteligentes y todopoderosos como son los de Israel, el prestigioso y temible Mossad que deja al FSB de Putin como meros aprendices en técnicas de asesinato, capaces de colocar explosivos en miles de walkie-talkies, teléfonos móviles y ordenadores, fuera incapaz de detectar la masacre del 7 de octubre perpetrada en suelo israelí por los terroristas de Hamás, y que tardara tanto tiempo en reaccionar y repeler la acción asesina del grupo armado palestino. Teniendo en cuenta la capacidad que el estado terrorista de Israel tiene para infiltrarse en las organizaciones terroristas de Gaza y Líbano, me resulta muy sospechoso y fuera de toda lógica ese agujero negro en sus servicios de inteligencia. Piensa mal y acertarás, dice un refrán muy castizo español.

A lo que voy es a otro asunto más preocupante que afecta a la ética, materia que no debe estudiarse en las universidades de Tel Aviv a la vista de los acontecimientos de hace décadas. Israel no hace mucho asesinó a un mandatario de Hamás en suelo iraní sin que nadie en el civilizado mundo occidental condenara el atentado terrorista que acabó con su vida. Irán, el país afectado, lo hizo con su retórica incendiaria, y nada más. El régimen detestable de los ayatolás se limita a palparse la ropa antes las continuas provocaciones del estado sionista. Israel viola un sinfín de leyes humanitarias internacionales sin que reciba ningún tipo de sanción a cambio salvo condenas verbales que sencillamente no sirven para nada si no van acompañadas de medidas eficaces que pongan coto a los desmanes. Lo que diferencia el momento actual con el pasado, en donde existía una cierta hipocresía y esos asuntos se dirimían dentro de las llamadas cloacas del estado (nuestro país puede dar lecciones de lo mal que funcionaron cuando se sirvieron de ellas para delinquir), es que Israel, en el presente, lo hace abiertamente y alardea de ello. Nos encontramos, pues, según en qué bando estemos, ante un terrorismo bueno (el que practica Israel) y un terrorismo malo (el de los demás contra Israel). El mensaje que se lanza a la humanidad, y a unas generaciones que asisten a esta serie de crímenes sin que el peso de la justicia internacional, completamente inoperante,  lo sancione, es que todo vale para conseguir unos fines: se vende cómo éxito la eliminación de un dirigente terrorista que ha costado la muerte de noventa personas inocentes, sin ir más lejos. Si un estado, que se dice democrático, pero tiene las cárceles llenas de miles de presos a la espera de juicio cuyos derechos conculca y viola todas las leyes internacionales, me pregunto qué ejemplo de conducta está dando a sus ciudadanos, con qué derecho les puede exigir a ellos que las cumplan. Los colonos israelíes en Cisjordania es lo que vienen haciendo hace tiempo con los palestinos a los que expulsan de sus tierras o matan cuando se resisten a abandonarlas. Cuando un estado se convierte en delincuente, sin que la comunidad internacional haga nada por aislarlo, corremos el peligro de hacernos cómplices de sus delitos y que se corrompan todos los principios democráticos por los que deberíamos regirnos. Estados Unidos, por supuesto, y Europa también por su inoperancia, y España, que sigue vendiendo armamento y no rompe relaciones con un estado genocida, están jugando un papel nefasto en toda esta orgía de sangre y destrucción que Israel está orquestando y que nos lleva a la extensión de la masacre.

 

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