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John Berger: la fortaleza de lo ilegible

Por Redacción , 31 julio, 2014

cub_bergerLa insubordinación tácita pero decidida que marca la vida pública de John Berger (Londres, 1926) se refleja en su poesía. Parcos en palabras, sus versos rebosan ironía. Un poema típico de Berger emplea una sintaxis meticulosamente orquestada para dirimir entre ética y estética. De hecho, su poesía señala la frontera (nada clara) entre ambas categorías: “Pájaros como letras alzan el vuelo/ – sí, alcemos el vuelo – / se ciernen en círculos y se posan en el agua/ junto a la fortaleza de lo ilegible” (“Páginas”, p. 55).

Poesía 1955-2008 (Círculo de Bellas Artes, 2014) en edición bilingüe, es una muestra casi total de la obra poética de John Berger. Acompaña a la selección un CD que recoge, con la voz del autor, veintiuno de los más de setenta poemas incluidos, grabado en 2010 durante una de sus visitas al Círculo de Bellas Artes. Poeta de la precisión y la reserva, la aparente frialdad está henchida de orgullo: “Como un pájaro/ la lengua/ vuela en arcos de palabra escrita// La lengua está amarrada y sola en la boca” (“Palabras II”, p. 85).

Concisión es calidez. El autor inglés posee un poderoso sentido de lo correcto y lo incorrecto, pero no se apoya en sistema político, social o cultural alguno. Lo difícil de esta posición da a su obra una peculiar intensidad, un evidente estoicismo: “durante las nieves/ amontonadas en las bodegas/ gravemente prestan cuerpo a la sopa// cuando faltan/ no tiene carne el arado/ y los hombres mueren de hambre/ como el gran oso en la noche invernal” (“Patatas”, p. 103).

La puntuación es típicamente escasa. Una delicada ironía se impone a la ostentación y la acrobacia: “Tendida y muerta en la cama/ con las botas y el traje/ parecía tan alta/ como de novia/ pero tenía el hombro derecho/ más caído que el izquierdo/ por todo lo que había acarreado// En su entierro/ el pueblo vio cómo la nieve blanda/ la inhumaba/ antes que el sepulturero” (“Muerte de la Nam M.” p. 113). Contrario a la hipérbole, Berger sabe que la imaginación transforma y distorsiona el objeto de su deseo.

La ternura de sus poemas es implacable. En su terquedad y vulnerabilidad, los objetos de Berger – cucharas, vacas, árboles, nubes – denuncian las múltiples traiciones de lo cotidiano. El poeta no apunta su crítica a regímenes o ideologías, sino a la ceguera y la corrupción que desfiguran la convivencia. Su único enemigo es la vulgaridad. Sus propios defectos no escapan a la censura: “Guarda las lágrimas/ vida mía/ para la prosa” (“Sus ferrocarriles, p. 149).

La poesía de Berger se ocupa de la valentía y la imperfección, la humildad y la búsqueda de la justicia. Sus versos afirman y se reafirman en una paradoja: la mente se libera mediante la conciencia de su propia fragilidad: “el dolor/ no puede// durar lo suficiente// las huellas desaparecen/ bajo la nieve/ el blanco abrazo/ de la partida// he intentado escribir la verdad en los trenes” (“La partida” p. 201). El fracaso se encara con franqueza. Si acaso, el consuelo de unos versos.

En esencia, la poética de Berger lamenta el innecesario deambular de la metáfora, sus imprecisiones, sus digresiones innecesarias. Sin embargo, el inglés es consciente de que la metáfora es una de las maneras de hacer que el mundo sea inteligible, al relacionarlo con lo que ya sabemos. Los versos del poema son los barrotes de una celda: “Mi lengua materna golpea/ la frase/ en el muro de la prisión// Déjame, madre, que transmita/ las voces/ que aúllan al caer como cascadas” (“Páginas de la herida”, p. 259).

La edición de Poesía, a cargo de Jordi Doce y Nacho Fernández R., es importante por dos razones: la primera alude al propio Berger. Ampliamente conocido (y reconocido) por su producción narrativa (la novela G., ganadora del Booker Prize en 1972, la trilogía De sus fatigas –compuesta por Puerca tierra (1979), Una vez en Europa (1983) y Lila y Flag (1990)), así como por sus ensayos (Modos de ver (1972)), su poesía es difícil de encontrar.

Gracias a la edición bilingüe de Círculo de Bellas Artes, el lector en inglés de Poesía puede disfrutar de los poemas de Berger en su idioma original. El trabajo de los traductores es inteligente y exacto. Al comparar las versiones con el original, el resultado es convincente. Gracias a la traducción de Pilar Vázquez, Nacho Fernández R. y José María Parreño, el lector en castellano puede acceder a la obra poética de un autor imprescindible.

 José de María Romero Barea


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