Justicia universal
Por José Luis Muñoz , 12 febrero, 2014
En un relato, que tengo por ahí inédito, montaba a toda una serie de criminales famosos—no pequeños asesinos que matan en plan artesano, porque si matas tienes que hacerlo a lo grande y, mientras más a lo bestia, mejor, más te respetan—, los metía en un avión y los estrellaba a todos haciendo justicia poética. Creo que en el avión, cito de memoria porque me da pereza buscar el cuento en las tripas del ordenador, iban el capitán Alfredo Astiz, Dick Cheney, Charles Taylor, una adorable viejecita exenfermera de Auschwitz, un genocida de Ruanda y algunos pajarracos más. No se salva ni el piloto, que también había hecho alguna cosa fea. Pues a partir de hoy, con la reforma de la ley de la justicia universal, de la que este país, el mío, de momento, y el de ustedes, se sentía tan orgulloso (recordemos lo mal que se lo hizo pasar Baltasar Garzón a ese viejo y repugnante asesino llamado Augusto Pinochet al que no quiso extraditar el Reino Unido por razones humanitarias—pisar Santiago de Chile y dar una patada a la silla de ruedas—, pero al que le amargamos un poco los últimos días de su vida) quizá no nos quede otra que usar aviones literarios llenos de indeseables y estrellarlos para hacer justicia. España fue, entonces, un ejemplo para el mundo.
El PP, de un plumazo, con su mayoría absoluta, se ha cargado esa ley, que trata de evitar la impunidad de los crímenes cometidos contra la humanidad, limitándola a casos muy concretos, veremos cuáles, justo cuando el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno pedía la extradición de dos exmandatarios chinos y unos cuantos dirigentes por las atrocidades cometidas en Tibet y cursaba una orden de detención internacional que queda invalidada. De justicia quijotesca ha tildado el portavoz del PP la ley de Justicia Universal en su redactado actual. Torturas, desapariciones, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y genocidio que se cometan fuera de nuestras fronteras estarán fuera de las competencias de la Audiencia Nacional a partir de ahora.
Mal día, pésimo, para la familia del reportero José Couso, asesinado con alevosía por los disparos de un tanque norteamericano en Bagdad, y para todos los demócratas que creemos que hay que perseguir el crimen allá donde se cometa. Con el suyo serán archivados una serie de casos que se estaban investigando y que atañen a Carmelo Soria, diplomático español asesinado por el régimen de Pinochet; La Flotilla de la Libertad, ametrallada por la armada de Israel; las torturas de Guantánamo; los vergonzosos vuelos de la CIA que sobrevolaron y aterrizaron en territorio español durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero; el asesinato de Ignacio Ellacuria y otros cuatro españoles en El Salvador, etc.
A este gobierno patriota de pacotilla, PP, Patriota de Pacotilla, le importa, a partir de hoy, un carajo lo que le pase a un ciudadano español fuera de nuestras fronteras. Un nuevo destrozo que habrá que arreglar, entre tantos, cuando, más pronto que tarde, esa derecha rancia sea desalojada del poder.
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