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La democracia de los Paraísos Fiscales

Por Carlos Almira , 12 noviembre, 2017

La salida autoritaria a la crisis de Cataluña y el descubrimiento de un nuevo Paraíso Fiscal (optimización fiscal), pueden relacionarse entre sí y arrojar un poco de luz sobre la época que nos ha tocado vivir (sobrevivir). La intervención del Estado en Cataluña es asumida como buena, como necesaria, por la inmensa mayoría de los españoles (y europeos), que ven en ella el restablecimiento de la ley, la Constitución y la “democracia”. La optimización fiscal, llevada al extremo del fraude, por su parte, expresa la existencia de una élite global, coherente y que no se percibe a sí misma como una banda de ladrones sino de emprendedores que han tenido éxito o están relacionados, de alguna manera, con el ideal del éxito, que predomina en nuestra sociedad. Así, la inmensa mayoría social se aglutina en torno a la ilusión de que es ella quien gobierna (“democracia”), mientras que la élite global lo hace en torno a la realidad de que la política, a todos los niveles, está a su solo servicio. La mayoría de los españoles aplaude que se recorten sus libertades, como sus salarios, sus derechos laborales, sociales, etcétera. O mejor dicho, asume que es ella misma quien, “a través de sus representantes”, ha de decidir a favor de la degradación imparable de sus condiciones de vida. Por el contrario, la élite que defrauda en los Paraísos Fiscales asume que ella tiene no sólo el derecho “natural” (por la vía del éxito de facto), sino la obligación moral de expoliar al resto de la humanidad. Hace décadas que el liberal descubrió que el mercado, por sí solo, no puede salvaguardarse de la demagogia. Es pues, necesario, que el mercado sea defendido desde fuera, desde la política (la famosa “sociedad civil” de los lobbies, incrustada en el Estado). Si la mayoría social velase realmente por sus intereses, entonces el Estado debería apartarla de cualquier posibilidad de influir en las decisiones políticas. Porque, aunque para los liberales (neoliberales), el mercado es el alma y el cuerpo de cualquier sociedad libre, la mayoría social, movilizada por los demagogos, puede volverse contra el mercado. Ahora bien: el mercado global es la causa de la degradación de las condiciones de vida de la mayoría, como lo es de la posición privilegiada de esas élites. Sólo cabrían entonces dos opciones: o alguna fórmula de dictadura parlamentaria, o de intervención autoritaria; o bien, volver imbécil a la inmensa mayoría, para que actúe contra sus propios intereses. Aunque pensándolo bien, la fórmula óptima para los filibusteros de la globalización es una combinación de las dos soluciones: cuanta menos democracia haya, más hay que hablar de democracia y más ordeno y mando hay que llevar a la calle, ante la muchedumbre encantada. Los españoles creen que son ellos quienes han intervenido Cataluña. Los ladrones mundiales saben que son ellos quienes nos roban a todos cada día. Mi enhorabuena para el PP, para Ciudadanos, y para el PSOE, que suben en las encuestas. Mejor eso que la lucidez de la mayoría y la consiguiente Dictadura.


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