La felicidad estándar
Por Rafa Caunedo , 3 abril, 2016
LA FELICIDAD ESTÁNDAR
La vida es como una balanza: en un lado está lo que somos y en el otro lo que la sociedad dice que debemos ser para ser felices.
Susana es fotógrafa. Independiente, libre, autónoma y con soberanía plena sobre sus actos. Un día dijo “SÍ” cuando en realidad quería decir “NO LO SÉ”. Y después, cuando quiso rectificar, ya era demasiado tarde. “Cualquier momento es bueno para equivocarse”, se decía a sí misma a veces para intentar engañarse un poco más.
Dijo sí a casarse con Tomás; sí a abandonar Barcelona; sí a formar una familia; y lo peor de todo, dijo sí a instalarse en una casa que odiaba. La casa de Villaviciosa es un personaje más de esta historia, el emblema de lo que el sistema considera como ideal de vida: un chalet con su jardincito en una “urba” a las afueras de Madrid: la felicidad estándar.
Paul Auster dice esto en su novela “Brooklyn follies”:
La vida se metió por medio; dos años en el ejército, trabajo, matrimonio, responsabilidades familiares, necesidad de ganar más dinero, toda esa cagada que nos deja empantanados cuando no tenemos los cojones de luchar por lo que queremos.
Pues lo mismo, pero en mujer.
Ediciones Turpial
Susana es una mujer que se plantea muchas preguntas; siempre me han gustado los personajes que lo hacen. Me resultan atractivos, sugerentes e inspiradores. Creo que una pregunta hecha a uno mismo dice más que diez respuestas dichas a los demás. Me fascinan los personajes que dudan. Como lector ─y como autor también─ prefiero las renuncias a los hechos, los silencios a las reflexiones dialogadas y, cómo no, tengo debilidad por esas miradas que lo dicen todo sin decir nada. Susana mira mucho, observa. Lo hace como fotógrafa y como mujer. Desde detrás del objetivo se fija en la vida de los aeropuertos; cuando lo hace sin cámara, Susana ve un mundo que poco a poco la va encerrando entre las cuatro paredes de un chalet de Villaviciosa a escasos metros de la casa de su suegra.
Ella vive para sellar su pasaporte cada semana, no para podar los rosales del jardín los domingos por la mañana. Le importa una mierda los planos, el color de las paredes y la decoración de la casa. ¿A quién le importa mientras miles de refugiados se agolpan en las fronteras taponados por una Europa que les cierra las puertas? Susana prefiere una mochila al carrito de la compra; Kabul al Carrefour.
Viaja a Madrid para echarle los cojones que pedía Auster. ¿Pero de verdad los tiene? ¿Todo es así de sencillo? Faltan quince días para la boda y todo son preguntas. Serán estás las que encandilen al lector para no parar de leer. Un par de tardes y llegará al final de esta historia. Un libro reflexivo en el que abunda la pura psicología, donde la acción es una secuencia de breves momentos que sirven de fondo a pensamientos que muchos compartirán. Otros no; dependerá de lo que cada uno ponga en su balanza. Con “Suzanne” descubrimos que la vida es un cúmulo de pequeñas decisiones, detalles mínimos que lo pueden cambiar todo. Solo las tres palabras de un whatsapp pueden joder o arreglar una vida: “Si quieres vuelvo”. Así de fácil.
Está en manos de cada uno equilibrar la balanza y poner a cada lado lo que más nos compense. Susana ha empezado a dudar. En la T4 de Barajas le espera Tomás con una cartulina con un TE QUIERO y un corazón rojo ─imagen, por cierto, que a mí me desenamoraría al instante─. Mientras vuela desde Barcelona, sentada entre un señor con un jersey marrón y una madre con su hija, Susana tiene que decidir. Lean y descubran. Después, mediten.
Por cierto, retomen a Leonard Cohen, si es que alguna vez lo han aparcado, y escuchen “Suzanne”. Cuando lo hayan hecho, siéntanse Susana por un momento y plantéense lo que harían. Ya me dirán.
SUZANNE
Noemí Trujillo.
(Ediciones Turpial, 2016)
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