La mano que roza la nuca
Por José Luis Muñoz , 17 abril, 2015
La foto ha dado la vuelta al mundo, porque ha sido un posado forzado y estudiado: la mano que roza la nuca. La mano que roza la nuca del hasta hace poco poderoso expresidente del FMI, una organización cuyos últimos máximos dirigentes o son delincuentes sexuales, como Dominique Strauss-Kahn, o lo son presuntamente económicos (la glamurosa Christine Lagarde, la que apremia a Grecia a que pague puntillosamente todas sus deudas, también tiene procesos judiciales en marcha). La foto parecía pactada para que saliera en el momento preciso, el de la pena del telediario, y además el gesto, porque Rodrigo Rato no iba esposado, era innecesario. Pero la imagen es demoledora, para el detenido malherido por el asunto Bankia, presunta estafa en su salida a bolsa, y las tarjetas black, su definitiva muerte política y social, y para el PP que se sabe irremediablemente perdido porque la pieza que se cobra la justicia tiene más entidad política que Luis Bárcenas aunque en este caso el partido en el gobierno nada tiene que ver con la conducta del dirigente político.
Esta vez el partido en el gobierno ha actuado con inteligencia y cierta diligencia, seguramente escarmentado por la pésima gestión que hizo del caso de su extesorero a quien estuvo arropando hasta el mismo día de entrar en la cárcel y está pagando electoralmente por ello. Los populares sí nombran a Rodrigo Rato para demostrar su desafección absoluta hacia él. El vicepresidente económico de José María Aznar, su flamante ministro de Economía y Hacienda, llevaba últimamente un carrerón a sus espaldas que aconsejaba a quienes capitaneaban esa nave escorada por el temporal de los escándalos y la corrupción tirarlo sin contemplaciones por la borda para soltar lastre, y al linchamiento ciudadano del político (hace poco un grupo de pasajeros lo persiguió y abucheó por el aeropuerto Adolfo Suárez al grito de ¡Rata!, un error tipográfico de un diario extranjero que le viene como anillo al dedo), se une el de los miembros de su propio partido como Pablo Casado, joven y aznarista, que se avergüenza de él, o las durísimas declaraciones de Esteban González Pons. Otros dirigentes, como Celia Villalobos o Esperanza Aguirre, han sido más piadosos con el árbol caído. Lo que es evidente es el giro de ciento ochenta grados en la estrategia del PP, a mes y pocos días de unas elecciones municipales y autonómicas que pueden perder por goleada, en apartarse del apestado Rodrigo Rato que debe de estar en estos momentos, en la soledad de su domicilio y tras su humillante detención de ocho horas, maquinando su venganza si tiene información suficiente para llevarla a cabo.
Hay una lista de 705 sospechosos de blanqueo de capitales vips que es urgente que vaya investigando la justicia para que la ciudadanía vaya sabiendo sus nombres. El primer nombre que ha aflorado ha sido el de Rodrigo Rato cuyos presuntos delitos de blanqueo de capitales, alzamiento de bienes y fraude fiscal le pueden acarrear una condena de quince años de cárcel, pero, cómo dice agudamente Rosa Diez, en horas bajas, aquí no hay un chivo expiatorio sino un rebaño. Veremos qué políticos, además de jueces, altos funcionarios y empresarios, hay en esa lista, y a qué siglas pertenecen.
Un viejo zorro de la ingeniería financiera que fue a parar con sus huesos a la cárcel, el empresario modélico que reclamaba el exhonorable Jordi Pujol para Cataluña, y ahora entendemos el porqué de esa devoción patriótica, Javier de la Rosa, se explayaba en una conversación informal grabada por el pequeño Nicolás, el chico de las FAES aznaristas con aires de grandeza, con una lista de defraudadores y evasores que incluía a expresidentes del gobierno. Que tenga pruebas de lo que dice haber visto, es otra cuestión. Como sucede en la Mafia, los gánsteres siempre suelen caer delatados por los suyos arrepentidos o que se sienten traicionados.
España necesita una regeneración democrática urgentemente y un nuevo mapa político del que sean excluidos los partidos que han albergado durante tantos años a los corruptos en sus filas, y una nueva Constitución en donde debería recogerse la potestad de los ciudadanos a forzar la renuncia de sus gobernantes en casos excepcionales como el que estamos atravesando.
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