La muerte / Los muertos
Por José Luis Muñoz , 18 enero, 2017
Todo es relativo, salvo la muerte. ¿O también? La muerte da sentido a la vida, sin esa muchos ni nos levantaríamos de la cama. Mañana. Y estaríamos en las cavernas, sin salir de ellas. La vida es insatisfacción y de ahí al progreso. Vivimos engañando a la muerte, y unos escriben, otros hacen películas, los hay que escalan, dirigen países, hacen que otros se maten por ellos. La muerte no es tan importante sino saber cómo se ha vivido hasta llegar a ella, eso sí. Hubo pueblos que basaban todo en la muerte, como los aztecas, y que no debieron ser muy felices, a juzgar por sus esculturas, e hicieron muy infelices a sus víctimas. Quien decide irse por su cuenta, antes de que la Parca llame a su puerta, es un ser que toma una decisión muy libre que no tiene vuelta atrás. Matar, lo que sea, resulta para mí algo muy atroz, y por esa razón en mis novelas se mata mucho para que en el mundo real se mate poco. No recuerdo haber matado más que moscas, porque invadían mi territorio, y alguna araña por la misma razón, pero soy contradictorio porque me gusta la carne, sobre todo la caza. La verdadera muerte de los que nos rodean e importan es cuando se difuminan en el recuerdo, cuando se mueren dentro de nosotros. Matar es algo muy relativo. A quien mata mucho en una guerra se le condecora con la medalla al valor de carnicero; a quien mata mucho en la paz, se le condena. El asesinato masivo, como el robo, como todo lo que sea masivo, tiene menor consideración moral que el acto individual personificado en una víctima muy concreta. Seguro que Hitler y Pol Pot estaban convencidos de que estaban haciendo un gran bien a la humanidad. Seguro que los etarras se sentían patriotas cada vez que disparaban un tiro en la nuca a los españolistas. Hay sociedades que eligen a sus verdugos. Hitler y Donal Trump no engañaron en sus discursos y millones de personas los votaron libremente y son responsables de lo que hagan. La muerte, a fin de cuentas, es un final de camino y pobre de él el que llega a él sin haber trascendido. Muchos buscan la inmortalidad, dejando hijos, nietos por el camino; otros optan por dejar catedrales, esculturas, composiciones musicales, libros y películas, y los hay que se largan sin dejar absolutamente nada porque sólo han vivido para sí mismos, los que no trascienden y les importa un carajo eso de la trascendencia. Hay un título que me gusta mucho: Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto. Pasa hasta con Manolo Vázquez Montalbán. Alrededor de la muerte se han montado una serie de tinglados, el más antiguo la religión. Resulta caro hasta morirse. Me dan mucha envidia los que tienen fe en el Más Allá. Me gustaría creer que la muerte es Jessica Lange en All the jazz de Bob Fosse.
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