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Shakespeare en Berlín: Amistad y traición en la Alemania de los años treinta.

Por José Antonio Olmedo López-Amor , 7 mayo, 2017

El Centro Cultural Docente de las Artes Escénicas Sala Russafa ofrece esta obra de Chema Cardeña, un proyecto de la compañía Arden Producciones que fue estrenado en Barcelona durante el pasado año, y que le ha valido una nominación a los XX Premios Max de las Artes Escénicas en la categoría de mejor actor de reparto.

Cardeña, en sus obras, destaca la utilización de elementos, personajes y situaciones históricas para plasmar la realidad contemporánea. Este rasgo de autor ya ha sido empleado por el dramaturgo en otros montajes, como también ha basado sus textos en obras de Shakespeare, lo que le hace especializarse en su estilo entre lo clásico y lo moderno.

Un título tan comercial como es “Shakespeare en Berlín”, después de conocer obras como Shakespeare in love o Shakespeare en la selva, parece presagiar que estamos ante una historia clásica, romántica o cuanto menos, que hable de las obras o la biografía del genial dramaturgo inglés. Nada de eso, para Arden Producciones, en la obra que nos ocupa, Shakespeare es solo un reclamo publicitario, un pretexto, como podría haberlo sido otro: la música de Chopin (El pianista) o las adivinanzas (La vida es bella). Citas de Macbeth, Ricardo III o Hamlet, son lo más cercano al universo shakesperiano que el espectador encontrará.

La historia comienza en Berlín, año 1933, y termina en esa misma ciudad en 1946. Teniendo en cuenta esas fechas y que el escenario es la capital alemana, no es difícil suponer que la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto son algo más que el contexto político-social de la obra. Todo en el argumento está condicionado por la ascendencia al poder de Hitler, su desarrollo en el poder hasta su posterior ocaso, y dividido, a su vez, en cuatro actos temporales que señalan cuatro destacados eventos históricos al respecto: el incendio del Reichstag (1933), la noche de los cristales rotos (1938), la guerra (1941), y el final de los juicios de Nüremberg (1946).

La dimensión humana de esta historia está encarnada magistralmente por tres actores: Juan Carlos Garés (Martin), Iria Márquez (Elsa) y Chema Cardeña (Leo). Martin es un fotógrafo sin muchas expectativas de progreso, pero con ambiciones de ser un gran fotógrafo; Elsa es su esposa, unos cuántos años más joven que él, una bella actriz que no termina de despuntar pero que agradece seguir teniendo trabajo en el mundo del cine y los cabarets; y Leo es un actor de teatro, amigo del matrimonio, de ascendencia judía y poco dado a la rendición y el conformismo. Leo y Martin son amigos desde la infancia y a ambos apasiona la obra de Shakespeare. Los tres comparten la efervescencia cultural de los años 30 en Alemania, el dulce momento de los estudios UFA, el teatro y los cabarets berlineses.

La función comienza con una proyección audiovisual en blanco y negro. En ella, un anciano habla a la cámara en lo que parece ser una entrevista sobre su experiencia del Holocausto. Su testimonio es alternado por imágenes reales de archivo en lo que irá conformándose como un falso documental que hará las labores de entreacto para dar paso a los saltos temporales de la historia. El actor que aparece en las imágenes es Juan Mandli, pero la identidad del personaje que representa no la sabremos hasta el final de la última proyección, ya concluido el cuarto acto.

La utilización del recurso audiovisual, dados los recursos materiales empleados y la escenografía escogida, es una de las ideas más acertadas. Con dichas proyecciones,  además de oxigenar las actuaciones en vivo, el dramaturgo cuenta con el montaje paralelo de otro punto de vista, una aproximación a narrador en la voz de Mandli, pero también es parte constante del escenario, en su ausencia, ya que dicha pantalla es tomada por las vistas de una ventana que da al exterior, y en los distintos estados de la fachada del edificio que proyecta vemos los signos directos de aquello que está ocurriendo en las calles. Pero la funcionalidad del recurso audiovisual no se limita a eso. En otro momento de la obra, dos de los actores contemplan un álbum de fotos y el interior de dicho álbum se proyecta también en la pantalla cada vez que el actor pasa una página del mismo.

Teniendo en cuenta que toda la obra transcurre en una misma habitación, con los mismos actores y el mismo mobiliario, detalles como el audiovisual o la iluminación cobran mayor peso en la puesta en escena. Una vieja radio se ilumina y suena trayendo malas noticias del exterior a los personajes. Se escuchan disturbios en la calle. El sonido y la luz inyectan todo su misterio en un recibidor por el que entran y salen los personajes, ese umbral con el que el espectador no tiene contacto visual es el pasaje que les conduce a una realidad convulsa que poco a poco irá poniendo a prueba sus capacidades de supervivencia, pero también su amistad. Los recursos técnicos amplían el espacio escénico y enriquecen, sin duda alguna, el relato.

Un biombo, una mesa y un sofá son casi exclusivamente los referentes matéricos del espacio. Entre ellos, Martin y Elsa demuestran con una complicidad y química absolutas, todo el enamoramiento y pasión de una pareja de recién casados. Cada uno lucha a su manera por sus sueños y se apoyan entre sí en lo que parece una crisis económica motivada por la inestabilidad política. Poco a poco van siendo testigos de la ascensión al poder del nacional socialismo, pero inconscientes de ello, siguen pensando que todo pasará pronto y volverá a la normalidad.

Pero lejos de cumplirse sus expectativas, Leo, ese amigo de la pareja que tiene la mala suerte de ser judío, les pondrá al corriente de todo los atropellos y violaciones que están teniendo lugar en las calles. Primero el levantamiento contra el pueblo judío, después la guerra y las consecuencias de perderla y someterse al juicio de los vencedores, hará que toda esa relación idílica inicial se trunque y salgan a relucir los instintos más primitivos del ser humano.

El argumento de la obra no da pie en ningún momento a derribar la cuarta pared que lo separa del público, y el conjunto de interpretaciones, más equilibradas en lo cotidiano y sosegado y menos precisas en lo conflictivo, resultan ser solventes, aunque quizá por la dureza de los hechos que cuentan no alcancen a ser conmovedoras.

Esta obra desempolva uno de los conflictos bélicos más cruentos de la historia del ser humano, y lo hace para recordarnos que todo lo ocurrido puede volverse a repetir. También pone de manifiesto la fragilidad de las relaciones humanas sometidas a la presión del miedo. El temor a perderlo todo y la ambición por prosperar más rápido hacen que los personajes traicionen su amistad y se comporten como personas totalmente diferentes. El discurso emocional y profundamente humano de estos desdichados personajes expuestos a la vorágine del mundo hace que el ciudadano actual encuentre puntos de unión con ellos. ¿Quién no mentiría o robaría en tiempo de guerra para garantizar el bienestar de su hijo pequeño? ¿La traición justifica la venganza?

El hermoso tango Por una cabeza mentiras verdaderas suena en un momento comprometido de la función, también La vie en rose de Edith Piaf, pero la verdadera banda sonora de esta producción teatral es el silencio.

Leo, ese actor judío que trata de abandonar el país sin conseguirlo, se verá enfrentado a la desaparición de sus familiares, al encuentro con la muerte en los campos de concentración nazis, y tal como revelará en la escena del apagón, en los versos de Shakespeare encontrará un salvoconducto que le hará mantener la esperanza hasta el final.

Shakespeare en Berlín estará en cartelera hasta el próximo 21 de mayo en la Sala Russafa de Valencia, sin duda, es una oportunidad inmejorable para disfrutar de un texto y unas actuaciones que hacen cortos sus setenta y cinco minutos de duración  a la vez que transportan al espectador a una realidad social de la que hoy no estamos, ni tan alejados, como tampoco orgullosos.

 

REPARTO Y FICHA TÉCNICA

Elsa: Iria Márquez
Leo: Chema Cardeña
Martin: Juan Carlos Garés
Con la colaboración de Juan Mandli

Texto: Chema Cardeña

Espacio Escénico: Chema Cardeña

Iluminación: Pablo Fernández

Vestuario: Sala Russafa

Efectos sonoros: José García del Real y Littlefields

Creación Audiovisual: Javier Marcos

Fotografía: Juan Terol

Caracterización: Verónica Pastor Bensach

Grabación Vídeo: Stanbrooks s.l.u.

Portal Web: Part-time Robot

Realización Escenografía: El Bosc / Filippo Olivieri

Coordinación Técnica: Harold Zúñiga

Ayudantía Técnica: Juanjo Benavent

Material técnico: Sala Russafa /Yapadú

Producción: Arden Producciones s.l.

Producción Ejecutiva: Juan Carlos Garés – David Campillos

Coordinación Gira: David Campillos

Promoción / Asistencia Gira: Mª Carmen Giménez

Comunicación: María García Torres

Administración: Cruz Gasteazy

Distribución: Carles Alonso / Arden-on-tour

Asistente Dirección: José Doménech

Dirección: Chema Cardeña

 

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