Ladrillos y palomas
Por Oscar M. Prieto , 25 enero, 2022
Ladrillos y palomas, para el poeta: palabras. El mismo poeta que veía en las palabras los ladrillos para construir la torre más alta hasta que llegara al último cielo del último sol, al final de sus días, en la carta que le escribe a su hermana Salud, comprende que las palabras son como palomas que se le van de un palomar desahuciado y viejo. El pertinaz olvido. Construimos palabras para inventar un nuevo mundo y dejamos otras encerradas en armarios viejos para dejar atrás, para soltar lastre, para no recordar. Hablábamos, la semana pasada, de la primera comunión de las algunas palabras que la Real Academia de la Lengua recibe cada año en su Diccionario como brújulas que nos permiten olfatear los tiempos. Y hoy rescato algunas polillas, que ni siquiera tiene fuerza para agujerear la ropa. Palabras que dejamos atrás, que ya no sirven para dar idea o alma de la realidad, las que cuenta la perdida y lo que hemos perdido como individuos y como sociedad.
El honor, máxima expresión de la virtud, del respeto hacia uno mismo y hacia los demás, ha dejado de ser motivo por el que vivir e incluso morir. No se habla de honor porque no nos respetamos, porque el honor nos llevaría a enfrentarnos a demasiadas ruindades y mezquindades que preferimos no vernos ni reconocernos. Si el honor duerme el sueño del desván, la honradez le acompaña. Es el honrado el bien reputado por su virtud y que por ello merece reverencia. Pero hoy la reverencia la recibe el avispado, el más rápido, el astuto, el zorro, el que consigue sin importar la manera, porque la reputación también se compra. En un mundo de refugiados, de crisis migratorias, de pateras y de concertinas, es normal que en las bocas se haya secado el pozo de la hospitalidad. Hubo un tiempo en que al extranjero se le recibía y hasta que no se comía no se preguntaba siquiera por su nombre. Apenas hay rastro de valiente en el lenguaje, porque exige valor y hoy sólo entendemos de precios. No hay templanza ni paciencia, porque nos llevan con la lengua fuera, porque todo es inmediato y salivamos al silbato como perros de Paulov. Palabras todas contra las que se dispara al vuelo, como palomas, por considerarlas peligrosos enemigos para su nuevo orden. Y de todas, la más peligrosa: pensar.
Salud.
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