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Lady Maratón

Por David Acebes , 19 agosto, 2015

LADY MARATON DORSAL 261

Aunque un artista considere que una de sus obras es «genial», que tiene, como vulgarmente se dice, mucho fondo, lo más probable es que un jurado, al evaluar la obra en cuestión, no se percate de dicha «genialidad» y no alcance a ver ese fondo que el artista propone. Otra cosa sería si uno fuera un artista reconocido. En este caso, siempre podemos contar con el catedrático de turno que publicará un concienzudo estudio sobre nuestra obra y hallará ese fondo que el artista propone o, lo que es mejor, encontrará otro mucho más letrado y erudito.

Les propongo un caso digno de estudio. Se trata de un microrrelato de mi autoría, titulado Lady Maratón, que nunca ha sido premiado en ninguno de los numerosísimos certámenes literarios que abundan en nuestra geografía peninsular. Lean, pues:

«LADY MARATÓN

a Kathrine Switzer

La historia se repite.

Durante el transcurso de la maratón de Boston, año 1.967, un comisario ataviado con los atributos del dios Apolo (léase, cítara, plectro y espada), al constatar que Katrina Switzer, dorsal 261, a la que llamaremos Dafne por no faltar a la tradición mitológica, era una mujer, se arrojó sobre ella intentando detenerla. Según testigos presenciales, un río de corredores la secundó hasta la meta, convirtiéndose de esta manera en la primera mujer que acabó una carrera. Ironías de la vida, como premio por su hazaña, recibió tan sólo la felicitación popular y una mísera corona de “laurel”.»

Como han podido leer, esta microficción de tan sólo 100 palabras está basada en la historia de Katrina Switzer (https://es.wikipedia.org/wiki/Kathrine_Switzer), quien ha sido considerada como la primera mujer que logró acabar una maratón. Dicha mujer comenzó a correr la famosa maratón de Boston, siendo así que un comisario de la prueba, un tal Jock Semple, se abalanzó sobre ella con la intención de detenerla. Al tanto de esta historia, lo que intenté en mi microrrelato es comparar este suceso con el famoso mito de Apolo y Dafne, que en una de sus versiones nos cuenta cómo el dios, encaprichado de la hermosa ninfa, la persigue hasta que esta es transformada por su padre, el río, en un precioso árbol de laurel.

¿No me negarán, carísimos lectores, que este microrrelato no es, dentro de lo que cabe, «genial»? Por un lado, vemos al comisario Apolo, armado con la espada del machismo, persiguiendo a una sufrida y desvalida atleta. Por otro, vemos a la ninfa Dafne salvada por un «río» de corredores y agasajada con una paupérrima corona de laurel. ¿Acaso esta ficción no tiene mucho fondo? ¿Acaso este remake de un mito clásico no puede leerse como una moderna metáfora de la “violencia de género”? Si es así, ¿por qué ningún jurado ha sido capaz de verlo? ¿Es que no conocían el mito de Apolo y Dafne o es que, hasta ahora, no sabían apreciar mi relato como es debido?


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