Las vallas humanas de la clase política
Por Ignacio González Barbero , 6 junio, 2014
Por Cristóbal Vergara Muñoz.
Esta reflexión está motivada por el terremoto político que han causado las elecciones europeas en nuestro país. Sin embargo, no quiero hacer un análisis de cómo ha quedado el panorama político tras la celebración de los comicios sino plantear o mejor dicho, intentar replantear la reflexión sobre el modo de vida de la clase política. Resulta que el surgimiento de la formación de izquierda “Podemos” ha generado lo que cabía esperar ante la irrupción de un nuevo agente dentro del reparto del pastel político. Evidentemente, cuando alguien ostenta el poder rápidamente tiende a tener la dinámica mental de tratar de conservarlo, en la mayoría de las ocasiones entonces se suele ser capaz de cualquier o casi cualquier cosa con tal de hacerlo. La idea sobre la que quería discutir y proponer reflexión en este texto me viene de largo tiempo atrás y se ha fermentado en mi cabeza desde mucho antes de las polémicas elecciones europeas.
Hemos escuchado un vocabulario en el ámbito político durante la última década que últimamente ha dado un leve giro a la izquierda. Han pasado por nuestros oídos ejemplos como las expresiones “talante”, “indemnizaciones en diferido”, “dinero en B”, “gobernanza” y otros muchos claroscuros lingüísticos que lo único que pretenden es aportar una supuesta corrección al ejercicio político que hace mas ininteligible para la ciudadanía lo que se les está diciendo. Ahora la nueva formación “Podemos” ha introducido otra de esas palabras que los españoles seguramente recogerán en su vocabulario habitual sobre la clase política, eso de la idea de la “casta”. Sin entrar a valorar el término, al cual le han dado una justificación (cosa que no se suele hacer en en ámbito político tradicional) metámonos de lleno dentro del concepto de esa “casta”. Está claro que ya contábamos con un vocablo mas neutro para ese tipo de personas “clase política”. Porque no es lo mismo «todos los políticos» que la “clase política” al igual que todos los que ejercen la política no son “casta”. Ahora bien, mas allá de consideraciones ideológicas entonces si entendemos simple y llanamente como “casta” a aquellos que en vez de ejercer la política durante un tiempo limitado como ciudadanía y dedicarse a servir al bien común se dedican a ejercer la política de manera profesional e ininterrumpida, entonces quizás se nos haga un dibujo claro de quienes entran dentro del conjunto. Durante ya mucho tiempo la ciudadanía normal ha venido usando o este o sinónimos de este término para más o menos jocosamente, referirse a esa clase de gente que no se despegan de su sillón político nunca. Les hemos llamado de muchas maneras, yo mismo llevo ya mucho tiempo denominándoles “oligarquía dominante”. Y como todos sabemos, esta oligarquía o esta casta tiene un modo de vida específico, característico y distinto del nuestro.
Ese modo de vida tiene además una particularidad con respecto al resto de ciudadanos y es el tema central sobre el que quiero basar esta reflexión. Es ese modo de vivir de manera “aislada” de los ciudadanos. El de ser completamente incapaz de mezclarse con la ciudadanía como si habitaran un “gueto” de políticos y gente poderosa. Esa clase, esa “casta”, esa oligarquía no es capaz de salir de ciertas zonas de influencia que pueden habitar. No podríamos ver a estos señores sin todo su boato y los medios por los que están ahí. Nunca nos encontraríamos a un miembro de “la casta” en un barrio obrero si no fuera acompañado de una comitiva de personas a su alrededor que le dirigen, le protegen y controlan a aquél extraño que se acerca a ellos. Viven alrededor de una valla humana que les separa del resto de la sociedad y este es el punto al que quería llegar. Los políticos y dirigentes de nuestro país (aquí entran también los poderes económicos que dictan tantas cosas) son personas esencialmente aisladas del resto de la sociedad porque en general no son iguales que el resto. Dicen que la lucha de clases es un concepto anacrónico, pero parece que los poderosos se autodiferencian claramente del resto de personas voluntariamente. Si no hubiera lucha de clases no necesitarían una valla de personas que no tiene otra labor que la de protegerles de las agresiones resentidas (entiéndase en sentido amplio, tanto físicas como verbales por ejemplo del resto de ciudadanos.
Quienes estamos leyendo este texto, en su gran mayoría o en su totalidad somos personas totalmente capaces de andar por la calle sin necesidad alguna de diferenciarnos del resto. No tenemos necesidad de aislarnos en nuestra burbuja. Las decisiones que la clase política o la “casta” toman a menudo implican enormes cantidades de dolor y sufrimiento para ciertos sectores desde la población; esto lo sabemos mejor que nunca desde el inicio de la crisis en 2008. Ese modo de vida aislado y propio de “un gueto de ricos” tiene unas implicaciones y unos accesorios. Hay que acostumbrarse a coches oficiales, personal del partido o de otras organizaciones alrededor, guardaespaldas, policía, etc… Nosotros ciudadanos normales, siempre nos topamos con los los agentes del poder teniendo entremedias una valla humana que de algún modo u otro, les separa de nosotros y les protege de nosotros. El principio es el mismo que separa a los pretendidos ciudadanos del primer mundo de los del tercero. Tenemos un mecanismo que protege a nuestras sociedades de aquellas mas pobres y con menos derechos y medios que las nuestras, esto es las leyes de extranjería. Aíslan a los “ricos” de los que no lo son, impidiendo a quien tiene pocas oportunidades, tiene hambre o grandes necesidades “invadir” masivamente nuestra maltrecha ilusión capitalista tecnologicamente avanzada. Junto a la ley de extranjería hay un conjunto de instituciones y elementos (policía, vallas con concertinas, centros de internamiento de inmigrantes, etc…) que los separan del curso normal de la sociedad. Me atrevería a establecer una analogía entre ambos funcionamientos. Al igual que los políticos se aíslan de nosotros, nosotros nos aislamos de aquellos mas pobres y mas desprotegidos del tercer mundo para que la miseria no nos alcance tanto.
Ese mecanismo de aislamiento implica entonces una manera de pensar propia de la situación que cómo no, se autojustifica. Es por ello que los gobernantes y personas de poder llegan en ocasiones a mostrar que realmente se creen las cosas que dicen y muestran su estupefacción ante el descontento ciudadano como por ejemplo el nuevo eurodiputado del PP Arias Cañete al afirmar justo tras las elecciones europeas que simplemente los ciudadanos no han entendido las políticas llevadas a cabo por el PP, que obviamente y según ellos no tienen otro fin que el de proteger a la sociedad española en su conjunto.
Vivimos pues no exactamente en un mundo de opacos muros invisibles, sino de vallas que dan la impresión de no estar ahí porque tienen agujeros, por los cuales somos capaces de ver pero que, en último término, no podemos atravesar.
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