Acaba de comenzar la Feria del libro de Madrid y es una magnífica ocasión para que quienes tienen niños pequeños les compren un buen puñado de cuentos infantiles y se los lean. Leyendo a sus hijos fortalecerán el vínculo con ellos, y los ratos que pasen juntos comentarán las historias y se conocerán mejor. El puente de la comunicación será la lectura, la imaginación mutua. Los niños confiarán en sus padres y los padres escucharán y admirarán a sus pequeños.
Hace pocas semanas Bill Clinton me sorprendió en uno de los últimos programas del Show de David Letterman haciendo un llamamiento a todos los padres de los EE UU para que leyeran cuentos a sus hijos, y para que hablaran con ellos. Explicó que el vocabulario del que un niño dispone a los cuatro años es un elemento que ayuda a predecir la capacidad intelectiva de esa persona a edades posteriores. Dentro de la noción de “capacidad intelectiva” se agrupan destrezas esenciales para una vida provechosa: el autocontrol, la empatía, la cortesía, la baja agresividad, la habilidad para la cooperación y la negociación.
Con sus palabras estaba promocionando la iniciativa “Too Small to Fail” (Demasiado pequeños para fallar) que la Clinton Foundation está apoyando con el trabajo activo y comprometido de los tres miembros de la familia: Bill, Hillary y Chelsea.
El expresidente reflexiónó en voz alta diciendo que, para el día en que su nieta recién nacida cumpliera cinco años, dominaría un vocabulario de al menos 30.000 palabras. Sin embargo, añadió, una gran mayoría de los niños de su país no tendrán esa suerte porque sus padres habrán estado demasiado absorbidos por su trabajo y no habrán dedicado tiempo a ayudar a sus hijos a desarrollar su lenguaje:
“Léanles” repetía, “hasta que ellos sean capaces de leerse a sí mismos”.
El programa en el que se basa la iniciativa, llamado “Talking is Teaching: Talk, Read, Sing” (Hablar es enseñar: Hablar, leer, cantar), y que se anuncia en twitter bajo el hashtag #CloseTheWordGap, se basa en diversos estudios pediátricos y psicológicos que demuestran que los seres humanos que a los cuatro años no tienen bien asentadas las bases del lenguaje con un amplio vocabulario, ya serán incapaces de desarrollar sus capacidades intelectuales hasta su máximo potencial en el futuro.
Mucha gente sigue pensando erróneamente que la gente nace lista o tonta; no es así: la gente se hace más lista o más tonta a lo largo de sus primeros años. Algunos de ustedes tal vez se han preguntado alguna vez por qué hay alumnos que, en un mismo curso y con un mismo docente, hacen un aprovechamiento total de las clases y sacan siempre un diez, mientras que otros sacan un cinco o incluso menos nota. En ausencia de patologías, la respuesta se haya en la capacidad intelectiva de los niños: cuando inician su escolarización, los hay con un desarrollo neuronal mayor, susceptible de captar el 100% del mensaje que se les transmite. En cambio, aquellos que han crecido en ausencia de un vocabulario rico carecen de una base sobre la que situar una parte de la información que reciben; por tanto, sus cerebros la pierden. El aprendizaje deficitario encuentra sus raíces en un lenguaje deficitario.
El mejor regalo que se le puede hacer a un niño es dedicarle horas y leerle. Es al escuchar historias cuando nuestros cerebros imaginan escenarios, situaciones y personajes. Imaginar supone, sobre todo, llevar la iniciativa creativa porque es quien piensa quien nutre las palabras de contenido: eres tú, lector, quien pone cara, gestos e intenciones a los personajes, quien pronostica el éxito o el fracaso de una aventura.
Sin unos padres que lean a sus hijos y les obsequien el lenguaje, las políticas que parten de lo público para igualar las oportunidades en el momento de la escolarización fracasarán. Sólo la lectura en edades tempranas es susceptible de equipar el cerebro de los niños al estimular conexiones neuronales sobre las que luego almacenar conocimiento, y más tarde engendrar creatividad, poseer capacidad de análisis, generar pensamiento crítico y producir innovación.
Y de paso, créanme: los padres que lean a sus hijos ampliarán su vocabulario y se sorprenderán a sí mismos redescubriendo la realidad.
Directora de cine, guionista y escritora, doctora en Literatura Comparada por la Universidad de Columbia (Nueva York). Ha escrito y producido los largometrajes Raqa (2024) y La cinta de Álex (2020), del que también es directora, los cortometrajes Tarde de homenaje, Buen viaje y Uniformadas, y los documentales Jaisalmer, Reber’s Backstage y Migraciones. En el ámbito literario, es autora de las novelas Sueños Itinerantes (Seix Barral), WA. Últimos días de Warla Alkman (Edhasa), las novelas cortas Conexión Senegal (EMT/Entreacacias) y La dama del cuadro, el poemario Antrópolis (Ars Poetica) y el libro de ensayo Artista y criminal (Castalia). Ha sido profesora de las universidades de Bonn (Alemania), Columbia, Suffolk, Trinity, y George Washington University (EE UU), Carlos III y Complutense de Madrid (España).
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