Los Bohemios de Madrid
Por Javier Divisa , 22 abril, 2014
Me han colocado al lado de casa un bloque con unas matrices de hormigón y con un acabado de ladrillo visto, o como carajo se diga, que es un mercado. San Antón, en Augusto Figueroa. Tiene escaleras eléctricas y en la planta baja un Opencor. Moderno. No es un mercado tradicional, al uso, de abastos. Hasta tal punto que la gente se pone guapa para ir a ese mercado, porque es lo propio para beberse un Chardonnay y comerse unas ostras. Se peinan y se colocan un Fred Perry, o unas tacones de aguja o se ponen mucho garnier fructis style en el pelo, para reavivar el rizo y la hidratación. Eso está muy bien para beberte el jugo de las ostras, las primeras ostras de la noche. A partir de ahí, todo es lococoñismo.
No hay señoras con carritos, gruñendo por unas acelgas y un manojo de puerros, ni loteras, ni gitanas husmeando, ni viejos absortos entre una copa de coñac y un mondadientes, ni pobres buscando restos. Hay guiris y modernos, y guiris modernos, y guiris disfrazados de Cristiano Ronaldo o de Indiana Jones en plan Madrid Trekking, y españoles disfrazados de guiris modernos o matando la estética de la foto con la camiseta de Iniesta, y pijos, y chonis y locas del coño y tontos de los cojones. Tampoco hay locos ni retrasados mentales, o sí, pero de otra manera, no la autóctona del mercado castizo.
Y comida exótica al modo take away de sushi o croquetas de chipirones, o búscate un metro cuadrado de barra que somos cinco y tengo un estrés del quince haciendo cola en la mortadela siciliana. Por la noche, tal como les anuncié, se comen ostras y se bebe champán. Globalización diversificada. Arriba hay criba selectiva porque tienen una terraza de ático con porteros pijos y seguratas más cuadrados que esos mierdecillas de guardias que afluyen de los subterráneos de Madrid y no tienen ni media hostia, pero que en tiempos las repartían a pares. Abajo están los negros de La Farola, los guettos de Rumanía, y en fin, los núcleos duros de Chueca. Por ejemplo, los Leatherman. Una cuadrilla de borrachos y de mendigos, que se dan a la San Miguel de medio litro también llamada yonquibirra, y al brick de Cumbres de Gredos, también llamado vino de cocinar ; tienen los pantalones meados y el rostro de barro. Cuando salió del mercado un guiri disfrazado de moderno pobre, eso que llaman grunge fashion, botas de montañero, vaqueros rotos y camiseta roída y desmedida, un mendigo facha de los Leatherman le habló alto y claro: vete a tomar por culo a tu puto país.
Alguna gente se ofendió, pero yo creo que no lo entendieron muy bien. Los leahterman representan la auténtica bohemia del siglo XXI, y en los mercados delic de los modernos no les dejan entrar, y quiebran de manera notable sus aspiraciones, siendo ellos en mayor medida fauna del hábitat del mercado de abastos y del mercado de calle, donde se ha estilado en cierta manera, la compasión con el homeless. Claro, nos gusta la bohemia en el arte, en los teatros, cuando no huele mal, y no se mea en nuestras calles, y no nos pide dinero para renovar la borrachera, pero la bohemia es eso, un mendigo borracho cagándose en los muertos de un guiri mestizo. Lo demás es pose, principalmente porque la burocracia del resto de mortales estorba a la bohemia.
Aparte de estos bohemios que no hacen ni el huevo, está Jack London, que es el bohemio trotamundos que piratea ostras, caza focas en Japón, busca oro en Alaska y mendiga en Londres. Pero eso es mucho pedir a la bohemia de hoy día. Y ya no hay, ahora se recorre el mundo con un proyecto, una subvención o un fondo europeo. O con patrimonio. Y luego estaba Bardem, en Vicky, Cristina, Barcelona, un bohemio que conduce un deportivo descapotable y tiene una casa de piedra en la montaña. No, eso no es bohemia. O sí, pero cool. Y además se folla a Scarlett Johansson. Detallemos.
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