Los cadáveres exquisitos
Por José Luis Muñoz , 3 junio, 2015
Las elecciones municipales y autonómicas del pasado 24 de mayo han sido las primarias de las generales, que todos calculan que se celebrarán en noviembre, y han dibujado un nuevo reparto de poder en España. Los ciudadanos, con su voto o quedándose en su casa, han exigido un cambio que el partido en el poder es incapaz de ofrecer porque no puede regenerar la vida política en el país quien ha sido parte activa de su degeneración. El discurso de que la economía va bien no lo perciben los que se han quedado sin trabajo, o tienen un trabajo tan precario con el que no pueden subsistir, los que se han quedado sin hogar o sin prestaciones sociales. El Partido Popular no ha hecho otra cosa que recoger el fruto de lo que ha venido sembrando en sus años de gobierno impopular y el autista presidente seguiría como si nada si no se le hubieran rebelado sus barones que le piden que asuma sus responsabilidades por los desastrosos resultados que ellos ya han asumido.
Toda contienda deja víctimas en los campos de batalla. A la derecha o a la izquierda. Izquierda Unida entra en la UCI, pero difícilmente podrá sobrevivir. Cayo Lara sin duda es un cadáver que debe dejar ya la primera línea de la política y Alberto Garzón puede rendir la formación e integrar sus maltrechas huestes a las mesnadas de Podemos. Otra víctima, ésta por parte judicial, es Tania Sánchez cuyo futuro político está extraordinariamente comprometido por su imputación en unas supuestas irregularidades cometidas por el ayuntamiento del que formaba parte. Su ruptura sentimental con Pablo Iglesias parece ligada a ello. La política pasa factura hasta en la vida privada. Lo mismo le ha sucedido a Juan Carlos Monedero cazado y sacrificado por su partido antes de las elecciones por miedo a que restara.
Pero quizá la víctima más destacable y llamativa de todo este descalabro sea Esperanza Aguirre. La todavía secretaria general del Partido Popular madrileño, la Juana de Arco de Mario Vargas Llosa, ha visto abortada su carrera política hacia la Moncloa con una victoria electoral que en realidad es derrota. Mariano Rajoy le ofreció el regalo envenenado de ser candidata a la alcaldía de Madrid y ella lo aceptó segura de su victoria y de que, con ella, podría mover de su silla al presidente del gobierno en agradecimiento a su elección. El autista presidente del gobierno se quita de encima a uno de sus más letales enemigos, alguien dispuesto siempre a apuñalarle por la espalda, y Esperanza Aguirre, pese a sus rabietas infantiles de los últimos días, acabará aceptando que es un cadáver político cuando entre en la etapa de la sensatez. De nada le han servido sus guiños a Ciudadanos, y de menos los que ha hecho al PSOE. Su futuro en el partido queda también en entredicho por la lista interminable de imputados por corrupción en el PP madrileño que ella debía controlar, así es que lo más pertinente y honroso sería dar la batalla por perdida, dejar todos los cargos de su partido e irse a cazar talentos.
El otro cadáver, el más importante, preside de momento el gobierno de la nación pero no se ha enterado de que es un muerto viviente. La muerte de unos es la vida de otros: los ciudadanos.
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