«Pigmalión, 2.0», de José Vaccaro Ruíz
Por José Luis Muñoz , 21 diciembre, 2024
José Vaccaro Ruiz (Barcelona, 1949), es abogado, arquitecto y escritor, empezó a publicar a edad tardía, lo cual es una garantía a su favor, y es el autor de una serie de novelas, negrísimas todas ellas, en donde se critica la corrupción institucional (en su faceta de arquitecto podría desvelarnos muchos secretos oscuros relacionados con las recalificaciones urbanísticas, pero es un asunto arduo escabroso), las bajas pasiones y la maldad humana, el magma en el que se cuece la novela negra. Obtuvo con su novela Ángeles negros el premio La Isla de las Letras, a la que siguieron, entre otras, La Vía Láctea, La granja, Conjura Gaudí, Tablas, El invitado de nunca jamás, Catalonia Paradís, Relatos de cuatro filos, El negro, el nano y la muerte, No dar papaya, El retorno, y el poemario Hoy, cuando todo es invierno. Con el también escritor Ramón Valls ha impartido charlas didácticas en algunas cárceles catalanas —Pero su buena conducta y apuntarse voluntario para limpiar las letrinas de la cárcel, consiguió que solo cumpliera 15 meses. En la Modelo lo que sobraba era gente—, es el subcomisario del festival literario Octubre Negro en Madrid y el comisario de Subur Negre, festival en torno al género negro que se acaba de celebrar en Sitges con notorio éxito y en el que se convoca el primer premio de novela de literatura LGTBIQ+ de España.
El argumento de Pigmalión 2.0, su última novela, no puede ser más negro. En una fosa del extrarradio de Barcelona, aparecen los cadáveres enterrados en cal viva de seis mujeres. Una vez identificados sus cuerpos, confirmado que no existe ninguna relación entre ellas y ante los nulos resultados de la policía para explicar qué misterio se esconde detrás de su muerte, Juan Jover, un antiguo conseguidor de favores políticos, recibe del padre de una de las seis mujeres, Verónica Salvatierra, el encargo de averiguar quién la secuestró y la razón de su muerte. En su investigación, Juan Jover se adentra en la negritud del Internet más oscuro, el Darknet, donde se esconde la maldad y la impunidad en su grado máximo, un mundo omnipotente oculto a salvo de la ley y el castigo y al servicio de cualquier deseo, si se tiene el dinero suficiente para pagarlo.
Pigmalión 2.0 no está relacionada con la obra de teatro de George Bernard Shaw, sino con otro personaje mítico mucho más antiguo: Pigmalión, el rey de Chipre, que, según la leyenda, desengañado de las mujeres de carne y hueso, buscaba la perfección en las esculturas que cincelaba hasta conseguir plasmar en una de ellas, a la que llamó Galatea, su ideal femenino. Y eso es lo que hace el psicópata protagonista de la novela, un asesino en serie tan perverso como Hannibal Lecter, que secuestra mujeres y las moldea a su manera, amputándole las piernas.
Por fortuna, en España, no existen los asesinos en serie tan frecuentes en Estados Unidos, pero haberlos haylos y ahí está el protagonista de esta novela, que se le conoce como el Torso, un tipo pudiente que vive en Vallvidrera, un incestuoso que tiene una extraña parafilia — Se abrazó a una de las prótesis, la besó. Metió su lengua en el bruñido hueco destinado a encajarse en el muñón de su hermana. Y como tantas otras veces, lamió y succionó su brillante y fría superficie en busca de un imposible, la presencia viva de Rosario, 15 años después de su muerte. —que es excitarse con mujeres previamente mutiladas a las deja piernas. La parada de los monstruos de Tod Browning + El coleccionista de William Wyler, aunque el Torso no tenga el encanto turbador de Terence Stamp ni sus víctimas femeninas sean pelirrojas como la bellísima Samantha Eggar que ya tiene 85 años.
Disfrutaba con las curas, la retirada de los apósitos, la alimentación por sonda, vigilar que no hubiera hemorragias, comprobar que la temperatura no subiera, prueba de que no había infección, atento a la menor supuración de la cicatriz, del cierre de las amputaciones y a la correcta absorción de los puntos por su cuerpo. Vaccaro nos hace participe de las desviaciones morbosas de tan singular personaje discípulo del Marqués de Sade: Para él, la captura de cada aspirante a Galatea era una aventura, un estímulo repetido siete veces con anterioridad.
El modus operandi de ese personaje malsano es el de un psicópata sin entrañas. El Torso esperó 12 horas a que el rigor mortis fuera completo para trocearla. Bastaron cinco cargas en el horno crematorio para que su cuerpo, que finalmente sin las dos piernas que conservó no llegaba a 39 kilos, se convirtiera en ceniza. Vaccaro vuelve en esta novela a uno de sus protagonistas favoritos, Juan Jover que es como el Carvalho a Vázquez Montalbán, autor con el que este arquitecto, abogado y escritor tiene puntos en común, el investigador que desentraña los misterios. Y no es precisamente un mirlo blanco: Jover, con sus antecedentes de evasor de impuestos, algo sabía del tema. Curioso este conseguidor que se prefiera a un policía, mosso d’esquadra, guardia civil, detective o periodista de sucesos, y plenamente de actualidad con el caso Aldama.
Pero son muchas las teclas que toca Vaccaro en esta novela: Internet, por ejemplo. 65 años después de que Internet naciera, con la llamada nube, un apelativo muy poético para designar lo que no es más que una alcantarilla, se ha creado un universo paralelo al margen de la ley y al servicio de las grandes fortunas y estructuras del poder, la información y el ocio, así, en mayúsculas del, que nadie habla. Una galaxia a la que unos pocos, muy muy pocos, acceden pulsando una tecla. Una selva, la de Internet, en donde existe esa siniestra web, Amputez.com, en donde se visionan determinados videos porno protagonizados por mujeres a las que les faltan las extremidades, ese Internet Oscuro, la Dark Web, por donde circulan películas snuffs de asesinatos en directo y se puede conseguir un sicario que ajuste las cuentas con tu enemigo o instrucciones de cómo evadir impuestos.
También se habla de sexo virtual y su amenaza de sustituir al sexo de piel, al comunicativo, en un futuro no muy lejano. Ya sabéis. El LGTBIQ+ y compañía. La homosexualidad, el lesbianismo, la transexualidad, la bisexualidad, el grupo, la masturbación en todas sus formas, incluso la zoofilia y, por supuesto, Internet son el nuevo marco de búsqueda, encuentro y relación de la humanidad con la entrepierna. No hay límites, todo vale. Porque este es otro de los temas que trata la novela, esa pornografía violenta y rebosante de testosterona que está muy de actualidad sobre todo por la réplica que hacen de ella esos violadores grupales tan de moda por desgracia y por ese espantoso caso que está convulsionando a la sociedad francesa, el de Gisele Pelicot, la mujer que era violada sistemáticamente por una serie de sujetos con la colaboración de su marido. La realidad siempre ganando la partida a la ficción.
Saca a colación el autor de Catalonia Paradís la corrupción en las altas esferas del poder económico, que es quien corta el bacalao siempre. Esta vez la cuestión se la planteaban desde Arabia. Allí estaban sus mejores clientes. Se trataba de tapar las mordidas a políticos que en su momento votaron a favor de la celebración allí de un evento deportivo global, un tema que se debía tratar con esmero y discreción si no se quería acabar con todas las cúspides políticas de las naciones participantes y no participantes. ¿Verdad que les suena? ¿Qué hacen los países árabes, con nula tradición futbolística, organizando eventos de ese tipo? Lavado de cara. Lavado de dinero. ¿Se acuerdan de Rubiales, el del beso no consentido?
Y en un momento de la novela, Vaccaro mete el dedo en la llaga de la desinformación, de los fakes news. Un mundo nuevo en donde la información y su manipulación se habían convertido en la mayor arma de negocio, poder y dominio sobre los demás. Esto ya es una realidad incontrolable, más cuando Elon Musk, un personaje que parece salido de una película de James Bond, un Doctor No, un Goldfinger, va a tener funciones políticas en el gobierno freak de Donald Trump. Resulta imposible deslindar la verdad de la mentira. Determinadas opciones políticas, de derecha y extrema derecha, se suben a ese caballo para conseguir sus fines.
La IA, la Inteligencia Artificial, es una de las preocupaciones desde hace años de este autor y también está muy presente en Pigmalión 2.0. El mundo feliz de Aldous Huxley que ya se hace realidad. Lo distópico que ya es presente. El 1984 orwelliano que queda obsoleto ante lo que se nos viene encima: En un futuro, la práctica del sexo no necesitará pareja. Las máquinas, muñecas y muñecos, robots diseñados a demanda y requerimiento del consumidor, dotados de los cinco sentidos corporales y abarcando todas las fantasías, ocuparán su sitio. ¿Futuro? Presente. En Barcelona había un burdel de muñecas que no acabó de funcionar. En Japón los robots sexuales femeninos, que tienen textura perfecta de piel, cabellos reales, ya existen, se pueden comprar a la carta. 90-60-90. Vagina adaptable y succionadora. ¿A qué mundo nos enfrentamos?
La realidad es muy distinta a las novelas de Agatha Christie, donde el asesino siempre tiene su castigo. El mundo es imperfecto, al igual que la justicia. La impunidad existe. Lo vemos en la actualidad mundial en cuanto pulsamos el on del televisor. Se asesina en directo en la ventana al mundo que es la televisión y no se nos indigesta la comida ante tanta sangre y barbarie. La novela de José Vaccaro es poliédrica, trata de muchos temas que nos interesan y nos preocupan, pero, además, es entretenida, como debe ser toda buena novela negra, tiene muchos rasgos de humor que atemperan el horror —secundarios histriónicos, como el expolicía franquista Pichabrava que va con Dodotis tras su operación de próstata— de lo que se cuenta y escenas de mucha acción, cinematográficas, como la que protagoniza un sicario llamado Sam, que como Joe Pesci mata sin más armas que sus propias manos —Sam interiorizó aquella información, estaban solos los tres. Debía intentarlo. Colocó su pie derecho hacia atrás para darse impulso en su trayectoria hacia adelante. Haría un quiebro en la pared del pasillo para apartarse de la línea de fuego de la pistola. Asentó su zapato contra el pavimento, dispuesto a saltar.—. Salta, sí, y es un desastre.
Las novelas de José Vaccaro son bienes de interés social, políticamente incorrectas, por supuesto, no aptas para un mundo que se la coge con papel de fumar.
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