Poto y Cabengo: un lenguaje único para las dos
Por José de María Romero Barea , 23 octubre, 2015
En el poemario, las gemelas Grace y Virginia viven en una continua tensión y liberación (“el miedo las une. El lenguaje las separa”). El personaje de Alejandra “se desprende del lenguaje/ como la piel del hueso”. Los significados luchan contra los significantes, las rimas internas contra las externas, el ingenio se alía con la inocencia, como en un libro para adultos leído por un niño en voz alta, donde “las cosas aguardan el instante que las reconoce/ en la línea de sus huellas”.
Para la poeta Alejandra Vanessa (Córdoba, 1981), el lenguaje no es un modo de referirse a un mundo de objetos, sino un medio de la conciencia. Su poesía depende de la total implicación del inconsciente del lector. La autora de Colegio de monjas (mención especial del Premio Andalucía Joven de Poesía 2004) logra construir en Poto y Cabengo (Valparaíso ediciones, 2015), un retrato cubista o una biografía sesgada, la de las niñas Grace y Virginia Kennedy, dos gemelas que usan un lenguaje secreto inventado por ellas, “un lenguaje único para las dos”.
La escritura, de aparente sencillez, es compleja. Los juegos de palabras se suceden. Doppelgängers acechan por todas partes (“Alejandra sabe cómo se llama (…) / El lenguaje se hace fuerte contra ella”). Los padres van y vienen: el señor Kennedy, con el que “no hay conversación. No hay. Nada”; la señora Christine y “sus manos castigadas por el miedo”. Los lugares son estados de ánimo (“pupitre, castigo, nostalgia, merienda”); la libertad se abre paso a través de los deseos contradictorios: las niñas buscan un hogar para escapar; solo están seguras de sus dudas (“No. Nunca. No. Puedo”).
En Poto y Cabengo, la escritura se esfuerza por reformar las convenciones literarias a través de la (ausencia de) sintaxis, el (ab) uso del lenguaje, el sentido del sinsentido. Gertrude Stein declaró una vez: “Nadie está por delante de su tiempo”. Andy Warhol apostilló: “Soy una parte muy importante de mi época, de mi cultura, tan parte de ella como la televisión”. En su último poemario, Alejandra Vanessa logra alinearse con “el tiempo/ cuánto tiempo, del tiempo, / ni idea”.
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