Reflexiones sobre el hoy de España
Por Agustín Ramírez , 22 enero, 2014
La pasada semana, en uno de los mayores diarios de tirada nacional, El País, se recogían unas declaraciones de Ed Nusbaum, Consejero Delegado de Grant Thornton International, una de las grandes firmas auditoras del mundo, que emplea a 37.000 personas e instalada en 125 países, en las que afirmaba “España es más competitiva por la bajada de los salarios”.
Desde que leí esta información estoy impresionado por lo que implica tal afirmación y por la influencia de quien la hace. No es que la afirmación sea novedosa ni inesperada, es, más bien, por la claridad, sin escrúpulo alguno, con que está hecha; es la expresión rotunda de que los poderosos, pocos, han vencido al resto, los demás. Siguiendo la lógica argumental del razonamiento, la esclavitud hará países extremadamente competitivos, pero como todos no pueden serlo porque entonces nadie compraría lo producido, se debe decidir quienes serían los países que deberían quedar instalados en esa nueva esclavitud y que países deberían ser los beneficiados por la “competitividad” establecida en los otros. El reparto del mundo a la carta, la división, sin ambages, del mundo entre unos pocos ricos y otros muchos pobres.
En este horizonte tiene una lógica definitiva que el temor que se expresaba hace muy pocos años de los trabajos “mileuristas” se haya transformado en un deseo casi inalcanzable. Le han dado una patada al horizonte de la esperanza de vida con un salario digno que ya no alcanzamos a verlo en lontananza. Los salarios habituales en los nuevos trabajos, reducidos casi a la mitad del anterior salario mileurista que, a su vez, viene de una reducción drástica de los salarios anteriores, unidos a la pérdida de los derechos laborales y sociales impuestos como único manera de combatir una crisis por el poder político, obediente palanganero del poder económico real, hacen que la perspectiva de futuro de las nuevas generaciones se reduzca a la mera supervivencia.
Ante este panorama afloran los conflictos y las tensiones sociales. Solo la lucha decidida de los afectados puede mitigar tantos atropellos. Y la ciudadanía lo comprende y apoya, e incluso, consiguen victorias parciales, ganan batallas de una guerra de muy difícil victoria. El caso de la huelga de los trabajadores de la recogida de basuras en la ciudad de Madrid, la paralización de la privatización de la sanidad pública en la Comunidad de Madrid, o, el caso más reciente, de la marcha atrás en un proyecto inmobiliario en el barrio de Gamonal de la ciudad de Burgos, son ejemplos palmarios de que cuando la razón se ve apoyada por la fuerza de la inmensa mayoría, las batallas pueden ganarse, incluso superando la intoxicación informativa de reducir las protestas, pacíficas y mayoritarias, a la acción violenta de una minoría, quizás tan poco plausible como justificable de la expresión de un hartazgo, máxime cuando la abundancia de información sobre corrupciones y estafas no muestran sino que los poderosos tardan demasiado en ser objeto de condena mientras que los débiles lo son casi de inmediato.
Estas reflexiones me llevan en el tiempo a recordar a don Miguel de Unamuno, cuando en la Universidad de Salamanca y a la cara del general Millán Astrain y de la esposa del general Franco, les espetó: “Venceréis pero no convenceréis porque tenéis la razón de la fuerza pero no la fuerza de la razón”.
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