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Ciudadanos acríticos y consumistas

Por Jose Cartañá , 3 marzo, 2022

Aunque la educación avanza hacía la participación, la cooperación y la enseñanza más libre, seguimos creando piezas del engranaje social para cumplir las pautas productivas establecidas que a su vez consumirán estos productos para construir su identidad y competir con el compañero y vecino.

EDUCACIÓN Y POLÍTICA

Las aulas ya no son únicamente un espacio dónde el educador transmite conocimientos para que los asimilen los alumnos. Más bien, el profesor se convierte en un guía de aquello que llama la atención y despierta el interés a los niños/adolescentes.

Educación participativa vs tradicional

Según Noam Chomsky, la educación se divide en dos grupos. En el primero se trata de investigar y crear, ayudar a las personas a encontrar las formas de aprender por ellas mismas. En el segundo el método es el adoctrinamiento, seguir órdenes y aceptar los marcos existentes sin cuestionar.

Según Pablo Freire, un educador tiene que ser también un educando constante de su educando, no un pedagogo técnicamente frío, imposiblemente neutro. Un educador que experimenta constantemente y se recrea y se rehace con los educandos.

La dimensión política de la educación

Cómo se planteó en el programa de “Sense Ficció” de tv3 el pasado 22 de febrero, los grandes enigmas son que si las multinacionales tecnológicas ya han entrado en el mundo educativo, con el fin de ¿mejorarlo o hacer negocio a través de los niños?¿Se quieren ciudadanos más críticos o más obedientes?¿Combatirá las desigualdades o las agudizará (sobretodo colectivos de inmigrantes y/o pobres) ¿Las empresas bigtech controlaran como quieren al ciudadano de los nuevos tiempos o la sociedad democrática podrá tener cierto margen de decisión?

Chomsky se plantea, ¿la educación es un coste o una inversión? ¿Queremos tener una sociedad de personas libres, creativas e independientes? ¿O queremos gente que puede aumentar el PIB?

En cierta forma, Freire responde a esta pregunta retórica de Chomsky: El educador es un político y un artista; lo que no puede ser es un técnico frío. Su no neutralidad exige de la educadora que asuma su identidad política y viva coherentemente su opción progresista, democrática o autoritaria, reaccionaria, aferrada a un pasado, o bien espontaneísta; que se defina por ser democrática o autoritaria. Es que el espontaneísmo, que a veces da la impresión de que se inclina por la libertad, acaba trabajando contra ella. El ambiente de permisividad, de vale todo, refuerza las posiciones autoritarias.

Cómo apunta Freire, cierta opción política significa plantearse la educación para qué, la educación en favor de quiénes, la educación contra qué. A las clases sociales dominantes no les gusta la práctica de una opción orientada hacia la liberación de las clases dominadas. Freire destaca la necesidad de un trabajo educativo que se dirija hacia la transformación de la sociedad en favor de las clases dominadas.

La educación sistemática refleja los intereses de quienes detentan el poder y no puede cambiarse radicalmente un sistema educativo si no se transforma el sistema global de la sociedad. Se pueden introducir reformas, pero no cambios radicales. Sería una ingenuidad de grupos revolucionarios, por ejemplo, pensar que podría pedirse a las clases dominantes que hicieran un tipo de educación que trabajara contra sí mismas.

La revolución es en sí un acto pedagógico. Por tanto, es necesario que aquéllos que se comprometen con un proceso de transformación revolucionaria sean coherentes. La revolución no es algo para ser hecho por las masas, pero sí con ellas.

No puede pedirse a quienes tienen el poder que dejen de tenerlo.

En España hay planteado en el campo educativo un conflicto entre la escuela privada y la escuela pública. Y quizá se pretende identificar la escuela privada con la libertad de escuela. Otros piensan que esto se mueve en el campo de intereses de los que hasta ahora han detentado la educación como un negocio. Y, en muchas ocasiones, están subvencionadas por el Estado.

Según el programa “Reiniciar las aulas”, índice estatal de abandono escolar más alto de Europa. 1 de cada 5 jóvenes deja la escuela antes de hora. Conlleva jóvenes con más paro, precariedad, asistencia Servicios Sociales, problemas de salud, menos participación democrática. Aunque se quiera una igualdad de oportunidades educativas partimos de la base de desigualdades socioeconómicas (alumnos de clases bajas tienen menos horas de enseñanza):

  • Para una igualdad de oportunidades hace falta inversión educativa. Un esquema sin inversión es que interesa que sólo una élite (escogidos) puedan acceder a una educación.
  • Inacción política es negligencia en educación porqué afecta a hijos/as de otros (inmigrantes i/o pobres).
  • Segregación por barrios. Estigma. División entre inmigrantes y autóctonos.
  • Tecnología puede ser motivo de más segregación. Durante el confinamiento: Algunos niños no tenían internet o ni ordenador. El acceso a internet se ha convertido en una necesidad como el acceso al agua y la electricidad.

Metodología educacional

Chomsky añade que la metodología tradicional de pasar exámenes puede ser un instrumento útil si contribuye a propósitos constructivos de la educación. Ahora bien, si es sólo una serie de obstáculos que debes saltar, pueden volverse no sólo irrelevantes sino incluso pueden distraerte de lo que en realidad deberías estar haciendo.

Cabe destacar que Chomsky señala que enseñar debe ser alentar a los estudiantes a descubrir por su cuenta, a cuestionar si no están de acuerdo, a buscar alternativas si creen que existen otras mejores, a descubrir los grandes logros del pasado y tratar de dominarlos por ellos mismos porque les interesan. Si se enseña de esa forma, los estudiantes se beneficiarán de verdad, y no sólo recordarán lo que estudiaron sino que lo usarán como una base para continuar por ellos mismos. Y, de nuevo, el objetivo de la educación es simplemente ayudar a los estudiantes a llegar al punto en el que pueden aprender por ellos mismos, porque eso es lo que tendrás que hacer por el resto de tu vida, no sólo absorber material que te dan desde afuera y repetirlo.

En esta línea, como se indica en el programa “Reiniciar las aulas”, el futuro del aprendizaje pasa por descubrir tu pasión. No obligado a seguir un plan de estudios igual para todos. Centrarse y poner toda la energía. Incidir en la motivación.

La escuela tiene que competir con agentes externos (tecnología, internet, series, TV):

  • Empresas tecnológicas usan artículos neurocientíficos sobre la relación entre videojuegos y placer.
  • El aprendizaje útil más motivador es la frontera entre lo que el alumno sabe y no sabe. (Si no sabe nada se desmotivará. Si sabe de más, se aburrirá). Imposible clase tradicional según esta premisa.
    • Creación herramienta informática que es consciente del tipo de ejercicio que usa el alumno y qué habilidad cognitiva se quiere trabajar. El ejercicio envía un microfeedfack que la herramienta da al alumno
    • Ofrecerán plataformas con contenidos de ciencia, historia, etc
  • Tecnología puede ser o bien acceso al conocimiento u obstáculo (como cuando consumimos pasivamente).

Como apunte final, Chomsky dice que el papel de la tecnología: neutral. Si sabes lo que estás buscando y tienes algún marco de comprensión que te dirige hacia ciertas cosas y te permite dejar otras de lado, entonces el Internet puede ser una herramienta muy valiosa.

Por otro lado, hay que destacar sobre Freire que otra metodología educacional sería la actividad político-pedagógica de la discusión. Por ejemplo, de la corrupción política. Tanto desde el punto de vista de la estafa material a la economía de la nación como del daño ético que esos descalabros nos causan a todos nosotros. Es preciso mostrar los números a los niños y adolescentes y decirles con claridad y con firmeza que el hecho de que los responsables se comporten de ese modo, sin ningún pudor, no nos autoriza, en la intimidad de nuestra escuela, a romper las mesas, echar a perder las tizas, desperdiciar la merienda o ensuciar las paredes.

¿Hacia una sociedad más igualitaria?

Según Freire no vale decir: «¿Por qué no lo hago yo si los poderosos lo hacen? ¿Si los poderosos roban por qué no robo yo? ¿Si mienten los poderosos por qué yo no miento también?».

¿Qué podemos decir, por ejemplo, de un hombre considerado progresista que a pesar de su discurso en favor de las clases populares se comporta como si fuese dueño de su familia? ¿Un hombre cuyo mando asfixia a la mujer y a los hijos e hijas?

¿Qué decir de la mujer que lucha en defensa de los intereses de su categoría pero que en su casa raramente agradece a la cocinera por el vaso de agua que ésta le trae y en las conversaciones con sus amigas se refiere a ella como «esa gente»? 

Realmente es difícil hacer democracia. Es que la democracia, como cualquier sueño, no se hace con palabras descarnadas y sí con la reflexión y con la práctica. No es lo que digo lo que afirma que soy un demócrata o que no soy racista o machista, sino lo que hago. Es preciso que lo que hago no contradiga lo que digo. Es lo que hago lo que habla de mi lealtad o no hacia lo que digo.

En esa lucha entre el decir y el hacer, en la que debemos comprometernos para disminuir la distancia entre ambos, es posible tanto reconstruir el decir para adecuarlo al hacer como cambiar el hacer para ajustarlo al decir. Por eso es que la coherencia finalmente fuerza una nueva opción. O cambio el discurso progresista por un discurso coherente con mi práctica reaccionaria o cambio mi práctica por una democrática, adecuándola al discurso progresista. Finalmente, existe una tercera opción: la opción por el cinismo asumido que consiste en encarnar lucrativamente la incoherencia.

SOCIEDAD CONSUMISTA

Cómo se analiza en el programa “Reiniciar las aulas” se nos quiere convertir en consumidores compulsivos: Las empresas quieren que estés el máximo de tiempo conectado a su plataforma (ganan dinero, datos y poder). Cuándo alguna empresa quiere entrar al aula con un producto quiere crear futuros consumidores. Dejar que accedan a nuestros datos de comportamiento es dejar gobernar a las multinacionales. Prohibir el teléfono móvil en la escuela es contraproducente ya que los alumnos serán más víctimas de las fakenews y serán más consumidores compulsivos. Es necesario una educación tecnológica y digital.

Según Zygmunt Bauman, vivimos en un mundo constituido únicamente por lo que queremos y lo que deseamos; por nuestras necesidades y deseos como compradores, consumidores, usuarios y beneficiarios de la tecnología.

A diferencia de los gadgets electrónicos, el amor de un ser humano por otro ser humano significa compromiso. No suele ir acompañado de comodidad y conveniencia. La versión del amor electrónicamente confeccionada no trata, en último término, en absoluto del amor; los productos tecnológicos de consumo atrapan a sus clientes con el señuelo de satisfacer su narcisismo.

El mensaje no puede ser más claro: el camino de la felicidad pasa por ir de compras. Así que, sea cual sea el producto que promocionan, presentan y venden, las tiendas son farmacias para cada problema real o posible de nuestra vida.

Este mensaje se envía de forma indiscriminada tanto a los de arriba como a los de abajo. Este mensaje presume de ser universal (válido para cualquier ocasión y para cualquier ser humano).

Estratificación social y sociedad de consumo

Hemos visto anteriormente, cuando hablábamos de Freire, la diferenciación entre las clases dominantes y las clases oprimidas, su papel político-educativo, y la liberación de las clases oprimidas enfrente de la negación de las clases opresoras. Ahora nos referimos a la misma división clasista según su papel productivo en la sociedad de consumo:

  • Verdaderos consumidores de pleno derecho (una condición muy valorada). Satisfecho con sus esfuerzos y tiende a considerar que sus altas puntuaciones en las tablas de consumo son un derecho y una recompensa justa por las ventajas ganadas o heredadas para afrontar la complejidad de la búsqueda de la felicidad.
  • Consumidores fracasados, por diversas razones no son aptos para cumplir con las exigencias. Grupo que se siente humillado, pues ha sido asignado a la categoría de seres humanos inferiores: están en la cola de la clasificación de la liga, soportando o sufriendo ya su relegación. Se avergüenzan de su bajo rendimiento y de sus posibles causas: falta o insuficiencia de talento, de diligencia o de persistencia. Cualquiera de estas insuficiencias son vistas ahora como desafortunadas, degradantes, denigrantes o descalificadoras aunque sean consideradas (o porque son consideradas) como vicios evitables y reparables.

Así, los perdedores de esta competición son culpados públicamente por la desigualdad social resultante. Y, lo que es más importante, tienden a estar de acuerdo con el veredicto público y se culpan a sí mismos, sacrificando su autoestima y su confianza.

A diferencia de Freire, el cuál sostiene en el papel de transformación a partir de las clases oprimidas, en qué si el político roba, no justifica que el ciudadano robe también. Es una visión ingenua. Bauman si plantea que la exclusión de las clases oprimidas darían lo que fueran por entrar en el juego consumista y por tanto de identidad:

Existe una creciente acumulación de ira y resentimiento a la vez que experimentan un día tras otro la exclusión y se les prohíbe la entrada al festín. De vez en cuando, la acumulación de ira contenida se desborda y se convierte en una breve orgía de destrucción que expresa, sin embargo, el deseo desesperado de los desvalidos por entrar en el paraíso de los consumidores durante al menos un momento fugaz, más que la intención de cuestionar y desafiar el principio básico de la sociedad consumista.

Los sentimientos de injusticia que podría ser aprovechados para conseguir una mayor igualdad se reorientan hacia las manifestaciones más claras del consumismo, y se dividen en quejas individuales que se resisten a la agregación o a la combinación, y en actos esporádicos de envidia y venganza dirigidos contra otras personas de su propio bando.

Y como advirtió agudamente Richard Rorty hace unos años, «mientras el proletariado esté distraído de su propia desesperación con acontecimientos ficticios creados por los medios de comunicación… los superricos no tienen, nada que temer ».

El nivel de nuestra actividad consumista y la facilidad con la que adquirimos un objeto de consumo y lo sustituimos por otro «nuevo y mejorado» es el principal parámetro para medir nuestra posición social y nuestra puntuación en la competición por tener éxito en la vida.

Para los consumidores fallidos, la versión actualizada de los que no tienen, no comprar constituye el estigma lacerante de una vida incompleta, la prueba de su falta de entidad y de su sensación de que no sirven para nada. No sólo implica la ausencia de placer, sino también la ausencia de dignidad. De hecho, implica la ausencia de sentido de la propia vida. En último término, la ausencia de humanidad y de cualquier elemento de respeto por uno mismo o por los demás.

El juego de ser más que los demás

Intentar superar y sobrepasar al vecino o al compañero de trabajo en el juego de la desigualdad de las posiciones sociales. Superar a los demás implica que existe desigualdad.

Su atractivo reside en la promesa de convertir la desigualdad de los jugadores en una ventaja. O más bien de convertir la plaga de la desigualdad que se vive socialmente en un bien que se disfruta de manera individual, midiendo el éxito de cada uno en función del nivel de fracaso del otro; el progreso de uno en función del número de personas que se han quedado regazadas, y, en definitiva, el aumento del valor de uno en función de la devaluación de los demás.

Pero sea provocado por la ley innata humana o por los valores educativos intrínsecos que emanan de la propia sociedad capitalista neoliberal, hay que tener en cuenta que existe una dificultad de romper el valor competitivo salvaje actual ya que, incluso en ideologías e instituciones solidarias y humanitarias, se tiende a la rivalidad y a las luchas internas.

¿Los placeres de la convivencia son capaces de sustituir a la búsqueda de riquezas?

En la actualidad se están llevando a cabo diferentes intentos para conseguirlo. Un ejemplo de ello podría ser el Slow Food, un movimiento internacional (que está cerca de tener un estatus global) fundado en Italia por Cario Petrini en 1986. Presentado como una alternativa a la comida rápida, se esfuerza por preservar la cocina tradicional y regional y promueve el cultivo de plantas, el uso de semillas y la cría del ganado propias del ecosistema local. El movimiento se ha expandido a escala planetaria, y supera ya los 100. 000 miembros en 150 países. Sus objetivos, producir comida de forma sostenible y promocionar los pequeños negocios locales, van en paralelo a una agenda política dirigida contra la globalización de la producción agrícola. Su objetivo último, y su motor principal, es el resurgimiento y el redescubrimiento de los casi olvidados placeres de la convivencia, de la solidaridad y de la cooperación en la consecución de objetivos compartidos como alternativa a los crueles placeres de la competitividad y de la carrera a codazos.

No hay que ser sólo críticos. También construir la contracultura

 

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