Reflexiones sobre el presente
Por Carlos Almira , 3 diciembre, 2017
El ecosistema humano (naturaleza y sociedad), parece hoy más amenazado que nunca. ¿Y cuándo no lo ha estado? Alarmismos aparte, y maniqueísmos también (hasta el capitalismo más salvaje tiene sus cosas buenas), el calentamiento climático, la extinción acelerada de especies, y en fin, la desvalorización íntima y última de lo humano, parecen haber adquirido hoy una dimensión global que nunca habían tenido en el pasado.
Hay, en mi opinión, un elemento histórico destructivo, que tiene que ver con el desarrollo del Capitalismo desde el comienzo de la Edad Moderna. Pues el Capitalismo no es sólo un modo de organización de la economía, sino sobre todo una forma de civilización, cuyo principio fundamental puede resumirse así: todo lo que merece nuestro interés y nuestra atención es mensurable, es reductible a cantidad y valor. Por ejemplo, un quintal de trigo, un automóvil, o el número de años de una amistad. El valor de este ordenador con el que escribo, de la mesa donde lo apoyo, de la casa, de las cosas que en este momento puedo ver desde la ventana, es una magnitud perfectamente definible por el mercado.
Por eso el desarrollo del Capitalismo coincide históricamente con el desarrollo de la Ciencia Moderna, y ésta, a su vez, goza del prestigio social indiscutido que en otras épocas correspondió a la Política o a la Religión.
Y ahí radica precisamente el mal que puede acabar con nosotros en pocas generaciones. ¿Por qué? Porque este quintal de trigo, aquel coche, o el ordenador con el que escribo ahora, tomados precisamente como entidades individuales, perfectamente definidas, delimitadas y mensurables, son completamente independientes de mí. Es decir, podrían existir o no existir, sin que ello afectara lo más mínimo a mi persona (ni a la tuya, lector).
En cambio, si en este momento no hubiera el mundo en su totalidad, yo tampoco estaría aquí escribiendo esto. El mundo es pues, algo más que la amalgama de todas las cosas y hechos que lo componen, porque tomados cada uno de estos últimos por separado yo puedo existir o no, pero tomados todos a la vez, tal y como se dan aquí y ahora, yo soy algo inseparable de ellos. Ese algo más es lo que la Ciencia Moderna y la Civilización Capitalista, a diferencia de otras formas de saber, sentir y vivir del pasado anterior a la Edad Moderna en occidente, no pueden integrar ni casi concebir.
Ese algo más, periclitado, ha recibido muchos nombres: Espíritu, Dios, Bien, Razón… Todos esos nombres se fueron quedando sin referentes desde el Renacimiento hasta nuestros días. Y al fin, fue la muerte de Dios, el fin de la Historia y del Espíritu humano.
Urge volver a ello como sea.
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