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“Se acabó”; las vacaciones las carga el diablo.

Por Rafa Caunedo , 17 julio, 2014

 

 Aborda con una delicadeza extraordinaria temas tan complejos como el suicidio, la vejez, el sexo esporádico, los viajes catárquicos, el triunfo, el ocaso, la enfermedad, el desamor, el vacío o la pasión.

Por MARÍA VILLAMAYOR

 

Hace un par de años el azar puso en mis manos un ejemplar de “Helmut”, la segunda novela de Rafael Caunedo. Y en una isla, levantando la vista de vez en cuando para contemplar la puesta de sol, me sumergí en los amaneceres impresionistas que envolvían a los personajes. Esta vez “Se Acabó” estuvo un par de días apoyado en la ventana, esperando para irse de vacaciones. Esas vacaciones que en ocasiones carga el diablo, y si no que se lo digan a Sofía Bassols…

 

“Se acabó” merecía un cierto ceremonial, un entorno que asociase para siempre con el viaje entre ciudades y estaciones que nos regala Caunedo, y que recorremos asiéndonos con fuerza al libro.

 

Sofía y Jean.

Juventud y vejez.

Entrega y soberbia.

Norte y Sur.

Viaje. Catarsis. Formas de amar. Finales y principios.

Rafael Caunedo, 2014

Rafael Caunedo, 2014

 

En “Se acabó” no hay miedo. Aborda con una delicadeza extraordinaria temas tan complejos como el suicidio, la vejez, el sexo esporádico, los viajes catárquicos, el triunfo, el ocaso, la enfermedad, el desamor, el vacío o la pasión.

 

De la mano de Sofía hurgamos en todo aquello que hemos soterrado; recibiendo bocados de realidad y bálsamo para el espíritu a partes iguales. Entendemos profundamente las razones de unos y otros, su evolución vital, su egoísmo y su entrega. Porque Caunedo conoce a la perfección a Sofía, la mujer que sacrifica su carrera como violinista para seguir al genio, vaciándose hasta la náusea; pero también a Jean, el marido que ha tenido todo y al final de su vida ya no entiende nada. Baila entre ambos universos sin perder el paso en ningún momento. Nos teletransporta con maestría a los entornos en los que transcurre la trama, haciéndonos sentir la nieve que sube desde los pies hasta el corazón o el calor asfixiante del verano gerundense, ese que nos recuerda que la carne una vez palpitaba.

 

Nos convida y abre las puertas de sus casas de par en par, revelándonos dos bombas de relojería a punto de estallar, exactamente igual que sus personajes.

Entornos que los definen y a los que vuelven para buscar un principio o un final.

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Observo ahora el libro sobre mi mesa, lleno de esquinas dobladas para releer párrafos delicados y contundentes. Tarareo la música que conduce las vidas de los protagonistas. Atronadora a veces, sensual otras o devastadoramente ausente. Porque el grave ma non troppotratto solo puede presagiar tormenta, pero una coda puede tener mil formas.

 

María Villamayor

 

“Se acabó”, editorial Última línea.

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