Una boda de película
Por Víctor F Correas , 19 octubre, 2015
Diecinueve de octubre. Hoy el día comienza con una boda. Y peliaguda. Tanto la boda como las circunstancias que la rodearon. Por partes: casarse por amor, lo que se dice por amor, los novios no se casaron. Eso, para empezar.
Eran dos jovencillos, cada uno con sus circunstancias y responsabilidades, que sabían que no se casarían con la persona que quisieran. La familia de ella era contraria a la boda. Más bien el hermano, que la quería casar con otro pretendiente; que ella no quería ver ni en pintura. Ya que la iban a casar por el artículo treinta y tres, quiso elegir. Y eligió. Para colmo, el elegido era primo suyo. Así que le tocó mover ficha a la Iglesia, que debía dar dispensa al asunto; dispensa que el papa del momento – Paulo II- no se atrevió a firmar aunque no viera la boda con malos ojos. En estas, ella se resistía a casarse sin la bendición papal. Todo se arregló con una dispensa firmada por el papa anterior, Pio II, para que el novio pudiera casarse con cualquier persona a la que le uniera un lazo de consanguinidad hasta el tercer grado; y por si acaso, en la recámara había otra bula papal supuestamente firmada por Calixto III. Y todo esto para que ese par de jovencillos llamados Isabel y Fernando pudieran casarse en Valladolid tal que hoy hace quinientos sesenta y cuatro años. Unos chavalillos que con el tiempo pasarían a ser católicas majestades y a unificar unos territorios, los peninsulares, antes de abrir las puertas a unas gloria que duraría unos cuantos siglos.
Este día también viene con ecos de zurriagazos, flechazos por aquí y acullá, voces, gritos, alaridos agónicos y mucha sangre. Demasiada, quizás. Lo que se estilaba en la época, que aquello –ni otras parecidas- nunca fue Bamby. Lo resumido en estas breves líneas fue lo que aconteció en la llanura de Zama, cerca de Cartago –actual Túnez- hace dos mil doscientos diecisiete años, cuando las fuerzas de Publio Cornelio Escipión el Africano derrotaron y rindieron al ejército cartaginés de Aníbal. Las Segundas Guerras Púnicas llegaban a su fin, y con ello comenzaba la hegemonía de Roma como superpotencia única e incontestable.
Otra de sangre: hoy hace doscientos dos años tuvo lugar la batalla de las naciones en Leipzig, donde setenta mil franceses y cincuenta mil soldados de una coalición formada por rusos, austriacos y prusianos se dejaron la vida en el campo de batalla después de tres días de feroces combates. Viendo el percal, Napoleón esperó algunas semanas antes de regresar a Francia atravesando el Rin para asistir al desmoronamiento de su imperio.
Más. Una de esas de “por un oído me entra y por otro me sale”. La Liga de Naciones impuso sanciones económicas a la Italia fascista de Mussolini tal que hoy hace ochenta años por invadir Etiopía y desterrar a su emperador, Haile Selassie. Que quedaron en papel mojado por miedo a ver cómo caían en Europa. Mussolini, mientras, fue a lo suyo: asesinó a miles de etíopes y no dudó en emplear cualquier medio a su alcance para someter a una población atemorizada, gases venenosos incluidos. En menos de un año conquistaría Etiopía entera. El resto es historia.
Y un recuerdo para acabar: hoy hace ciento cuarenta y siete años se adoptó una moneda llamada peseta como sistema monetario de este país que sigue siendo España. Ahí queda eso para los nostálgicos.
De los que nacieron este día y pasaron a criar malvas, dos de los primeros y uno de los segundos. Auguste Lumiere lo hizo hace ciento cincuenta y tres años. Un tipo muy peliculero. Tanto, que junto a su hermano inventó el proyector cinematográfico. El otro nacido, hoy hace doscientos treinta y seis años, fue Pedro Velarde Santillán, héroe de la Guerra de la Independencia.
El que se fue de este valle de lágrimas hoy hace doscientos setenta años fue Jonathan Swift, al que se le ocurrió escribir una obra satírica que tituló Los viajes de Gulliver. Con el tiempo se convirtió en un éxito de la literatura infantil. Cosas que pasan en la vida.
Sed buenos y felices si podéis… U os dejan.
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