Una pinta en The Cavern al mediodía
Por Víctor F Correas , 9 febrero, 2015
Paddy está hasta los cojones de su trabajo. De su jefe, de los compañeros, de todo.
Esa mañana ha sido fina. Una sutil manera de calificarla, ciertamente, cuando se podía haber llevado por delante a más de uno. Panda de inútiles. Esos son los que trabajan con él. Por eso está allí, para relajarse. Una pinta, algo con lo que llenar el estómago y pasar el trago. Ya regresará al trabajo.
A su lado se ha sentado un tipo que también pidió una pinta de la que sólo ha bebido un dedo, como mucho. Paddy le echado un vistazo esquinado mientras metía un buen meneo a la suya. Luce un buen aspecto. Debe de tener un buen trabajo. No como el suyo. Puerto de Liverpool, barcos que vienen y van y cajas que trasladar de un lado a otro. Las labores de un estibador, lo que es él. En cambio, el que está sentado a su lado parece tener buen empleo. La ropa que gasta así lo atestigua. Gente con suerte, se cerciora al fin antes de dar otro trago largo a su pinta.
Cuatro jóvenes suben al escenario del local. ‘The Cavern’, que así se llama, es un club que Paddy visita con frecuencia, cerca de su casa, dos manzanas más allá de Mathew Street. Buena cerveza y música en vivo. Jazz sobre todo, y de cuando en cuando grupos de chicos como el que acaba de subir al escenario. Bob ―Bob Woleer, propietario del local, al que Paddy conoce― tiene que haber visto algo en ellos, seguro. Aunque a esa hora de la comida a saber qué son capaces de hacer.
Paddy pide otra pinta. Los chavales no lo hacen mal. Sigue el compás de la canción tamborileando con los dedos en la barra. Y eso que aparentan ser muy jóvenes. Como mucho llegarán a los veinte años de edad, si acaso. Esas melenas, esa ropa, la manera de tocar el bajo, la guitarra. No tocan mal, pero que nada mal. Se lo ha repetido al tipo que tiene a su lado, cuya media pinta reposa tranquila en la barra. Él asintió como quien no quiere la cosa. Pero que nada mal. Está de acuerdo con él. No estaría mal conocerlos. Quién sabe, se convence Brian Epstein. Quizá se pueda sacar algo de ellos.
Paddy está encantado. La hora de volver al trabajo se acerca. Pero, ¡qué demonios! Por unos minutos más… Esos chicos le gustan. Epstein lo ve y decide invitarle a otra pinta, que Paddy acepta encantado. No hay duda de que son buenos, muy buenos. Tendrá que hablar con ellos, cuando acaben de tocar.
La del 9 de febrero de 1961 sería la primera de las 292 actuaciones de The Beatles. Ese día subieron al escenario John, Paul, George Harrison y Pete Best, al que poco después sustituiría Ringo Starr.
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