¿Víctimas o cómplices?
Por José Luis Muñoz , 19 mayo, 2016
Esta segunda convocatoria electoral, un hito extraordinario en nuestra joven democracia porque, lamentablemente, los partidos progresistas no llegaron a ningún acuerdo, puede ser decisiva para nuestro país. Por primera vez, desde que se reinstauró la democracia tras la dictadura fascista de Francisco Franco, las fuerzas progresistas y de izquierda están en disposición de ganar las elecciones y gobernar. No se trata ya de que Unidos Podemos, esa confluencia electoral que agrupa Podemos, las Mareas, Compromís e Izquierda Unida, consiga el sorpasso a un PSOE en horas bajas y desnortado desde que pactó con la derecha de Ciudadanos y la vieja guardia hace oír sus alaridos de alerta que se suman al coro del PP en perfecta sintonía, sino de que obtenga más apoyo que el PP, aunque esto va a resultar muy difícil.
El votante de derecha que apoya al PP es sumamente rocoso y hace oídos sordos a cualquier planteamiento ético. Si hubiera sido permeable a los miles de casos de corrupción que cercan al partido en el gobierno, hace tiempo que éste habría perdido las elecciones. El caso de Valencia, en donde la ciudadanía, harta de los escándalos económicos de sus gobernantes, les dio la espalda en las últimas elecciones, es excepcional. Ese comportamiento ético que se da entre los votantes de izquierdas, en donde se suele depositar el voto por convicciones ideológicas y sociales y éste suele ser muy crítico, no se da entre los votantes de derechas y de ahí que el PP mantenga ese suelo electoral a mucha distancia de Ciudadanos. Las tropelías de toda índole, desde corrupción a terrorismo de estado, que sacudieron al PSOE en la última legislatura de Felipe González lo mandaron a la oposición. Eso, con el PP, no sucede.
Podemos salir en estas próximas elecciones de este marasmo social y cultural, sin ilusiones, al que nos han abocado los sucesivos gobiernos del PP. Nunca se habían perdido tantos derechos sociales, laborales y económicos como en estas dos legislaturas nefastas presididas por Mariano Rajoy, el político esfinge. Al genocidio social (rebajas salariales, incremento de edad en la jubilación, deterioro de la sanidad pública, desahucios, empleo precario…), hay que añadir el cultural con ese intento de acallar las voces de los intelectuales y artistas que hayan cumplido 65 años con la amenaza de perder su pensión, algo que escenifica el miedo y el odio que siente la derecha hacia el pensamiento crítico que viene del mundo de la cultura. La brecha social parece imparable con la desaparición de la clase media española, que ya es un hecho, el empobrecimiento de las clases populares y el enriquecimiento de las clases altas.
Puedo entender, y además es lógico, que las clases altas voten a esa derecha que los ha ido enriqueciendo exponencialmente en estos años mientras empobrecía al resto de la población, pero me resulta incomprensible que quienes sufren la crisis económica y los recortes sociales, el grueso de los votantes del PP, que no son privilegiados sino todo lo contrario, sigan votando a los que han implementado, al diktat de Europa, todas esas medidas regresivas que atentan contra su bienestar y laminan su futuro.
Nos esperan días de descalificaciones y de agitar, hasta la náusea, los espantajos de Venezuela, Grecia, Irán y el bolchevismo, de satanizar a la agrupación de izquierdas y progreso que puede ser la alternativa a un gobierno reaccionario. Hablemos de España y no de otras realidades ajenas. Hablemos de esa España que deja el PP con tensiones territoriales inéditas hasta la fecha, Cataluña, un alto porcentaje de los dirigentes populares procesados o en prisión por el saqueo sistemático de las arcas públicas y los mejores cerebros buscándose el futuro fuera de este país que tanto dicen amar mientras esquilman.
Bueno sería recordar una frase de George Orwell, cuyas sentencias resultaron proféticas, que viene al caso. “Un pueblo que elige a los corruptos, renegados, impostores, ladrones y traidores, no es víctima sino cómplice”.
En junio contaremos los cómplices que todavía le quedan al PP.
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