¿Y ahora, qué?
Por Carlos Almira , 22 diciembre, 2015
Cuándo el señor Rajoy dice que un país necesita un gobierno estable, ¿a qué se está refiriendo exactamente? Cuando todos los periodistas, comentaristas, especialistas y tertulianos de los Medios de Comunicación se rompen la cabeza haciendo cábalas, para ver cómo se va a formar una mayoría estable en el Parlamento, que se constituirá Dios mediante, en enero, una mayoría que haga posible formar un gobierno, ¿a qué se están refiriendo? Cuando el señor Rosell, Presidente de la CEOE, dice que espera que los cuatro grandes Partidos salidos de estas Elecciones (aludiendo en especial, a Podemos y, por razones distintas, al PSOE), actúen con responsabilidad, y no planteen exigencias de máximos ni antepongan sus intereses partidistas, se entiende, para hacer posible la sacrosanta gobernabilidad de este país, ¿a qué se está refiriendo? Cuando la señora Merkel, canciller de la Gran Alemania, reconoce que no sabe a quién felicitar por el resultado de estas Elecciones, ¿a qué se está refiriendo exactamente? Cuando la voz anónima, pero no menos imperiosa (como en otros tiempos fue la de Dios Padre), del IBEX 35, clama en la Bolsa por el resultado de estas elecciones, ¿a qué se está refiriendo? ¿Dónde radica, en una palabra, el problema de la nueva situación creada por las últimas Elecciones Generales en España, el problema de la Gobernabilidad?
¿Por qué es urgente que haya un interlocutor político en España, legitimado por un Parlamento, por fraccionado y revuelto que esté, para que todas estas voces, metidas de pronto en un laberinto, se calmen? Desde el momento en que se constituyan las nuevas Cortes Generales, hasta que cese el Gobierno Provisional, sobre todo con los Presupuestos Generales del Estado para el año 2016 aprobados precipitadamente por un Parlamento que ya no poseía el respaldo de los españoles, como se ha demostrado, con estas cuentas ya hechas, hay un cierto margen, que a mi juicio, se solucionará de dos formas: bien con unas nuevas elecciones; bien, con un nuevo (y esta vez, breve), gobierno de Rajoy, con la anuencia (por “responsabilidad de Estado”) de los 90 diputados del PSOE.
En cuanto a la necesidad de un interlocutor político, para el señor Rosell tanto como para la señora Merkel, y el sistema de gobernanza (lobies) que ellos representan, es bien simple: alguien tiene que descolgar el teléfono y recibir puntualmente las instrucciones. Y ese alguien, en un sistema parlamentario, debe estar “legitimado por las urnas” o, por lo menos, apoyado en un Parlamento. Ahora bien, el problema que se plantea a estas alturas en España, como en el resto de los países de Europa, ya no es el de la izquierda y la derecha, sino el de quién descolgará el teléfono para recibir las instrucciones.
La lista más votada (que no es la lista que han votado los más), debería, según esto, proveer ese famoso interlocutor. Sin embargo, el problema que se plantea aquí no es el mismo para unos y para otros. No es tan sencillo.
Para el Partido Popular se trata de encontrar apoyos suficientes para la investidura del presidente. Si yo fuera el señor Mariano Rajoy, me plantearía el siguiente escenario:
Una negativa en primera instancia, del PSOE y del resto de los grupos parlamentarios (con la excepción de los chicos de Ciudadanos), seguida de una abstención, en segunda vuelta, del PSOE, por “responsabilidad de Estado, por respeto ante la lista más votada, en bien de las instituciones, etcétera”. Yo aconsejaría al candidato a la presidencia, un poco de calma: no interprete en el mismo sentido el rechazo, en primera vuelta, de casi todos los demás partidos; para el PSOE, se trata sólo de salvar la cara ante sus electores. Ya lo ha dicho la gran Susana Díaz en su Andalucía imparable. El PSOE es lo que antaño se llamaba, un partido de orden y gobierno, cuyo principal problema es mantener limpio el blasón de “partido de izquierdas”, pero que hace ya mucho, mucho tiempo, dejó de defender una concepción del mundo distinta, en lo substancial, a la del liberalismo económico que usted representa tan bien, (que es su orden natural).
El No de Podemos ya es otra cosa. Es cierto que sus cuadros dirigentes, o una parte de ellos (Errejón, el propio Pablo Iglesias), se vuelven cada día más tratables. Y, llegado el caso, descolgarán el teléfono y recibirán las instrucciones tan bien como cualquiera. ¿No es eso, hoy por hoy, gobernar? El problema del No de Podemos no son sus élites, o al menos una parte de ellas, sino los cinco millones largos de españoles que les han votado, muchos de los cuáles sólo les perdonarían convertirse en esos interlocutores disponibles para descolgar ese teléfono, si antes el PSOE se hunde, como en Grecia. Es decir, por la fuerza de las circunstancias. El No de Podemos se mantendrá, por lo tanto, firme durante toda la breve legislatura, pase lo que pase. Pero no por una cuestión de weltchaunung incompatible con la de ustedes o con la de los señores del PSOE, que es la misma, sino porque ese No es, hoy por hoy, su gran arma política para poner en evidencia al PSOE ante sus electores de “izquierdas”, con la esperanza de sustituirlo algún día. No es, pese a las declaraciones y a las apariencias, un No comparable al de la maltratada Izquierda Unida (Unidad Popular), un No basado en una concepción del mundo radicalmente incompatible con la de ustedes. ¿Pero qué es para ustedes, el No de dos diputados?
Esta vez no puede contar con los nacionalistas catalanes, señor Rajoy. Qué se le va a hacer. Se acabaron los años dorados, gloriosos, al menos de momento, en que ustedes miraban a otra parte y cada uno recibía lo suyo. Los años del café para todos y del tres por ciento. Pero esa es otra historia, y además, no debe preocuparle en este momento para la investidura, señor Rajoy. El problema Catalán seguirá su propio curso. Que usted sea o no investido presidente, ya no depende de las tensiones territoriales del Estado, sino de los problemas de marketing, y de los conflictos internos, del aparato del PSOE. En la medida en que el PSOE se encauce y se estabilice, (su verdadero adversario no es usted, señor Rajoy, sino aquellos que quieren jubilarlo como partido “alternativo”, como marca de la “izquierda”, es decir, Podemos, como muy bien sabe la señora Susana Díaz aquí, en Andalucía), usted conseguirá su abstención, en segunda o tercera vuelta. Ahora bien, cuidado: si esto no ocurre en el PSOE, si hay noche de los cuchillos largos, entonces habrá elecciones anticipadas; pero si ocurre, usted gobernará en minoría, y acabará probablemente, con una moción de censura que se disputarán, como protagonistas y a la vez, como adversarios, el señor Sánchez (si sobrevive políticamente) y el señor Pablo Iglesias.
Aunque probablemente sea algo anecdótico (a los efectos del famoso teléfono, del verdadero poder social empresarial), me da la impresión de que en esta breve legislatura, si no hay elecciones anticipadas, la verdadera lucha política por sucederle ya no va a ser con ustedes, sino entre las dos “oposiciones” de PSOE y Podemos, candidatas a hacerlo. Corren ustedes el riesgo de convertirse en meros comparsas de esa lucha. Pero si hay elecciones usted, probablemente, ya no será el candidato. Si no las hay, cuidado con los chicos de Ciudadanos. Adoran los teléfonos.
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