Portada » Cultura » Cine » AL NACER EL DIA.

AL NACER EL DIA.

Por Francisco Collado , 28 agosto, 2023

Dirección: Goran Paskaljevic

Reparto: Mustafa Nadarevic, Predrag Ejdus, Nebojsa Glogovac y Meto Jovanovski

Título en V.O.: Kad Svane Dan

Año: 2012 Fecha de estreno: 21-02-2014

Duración: 90 min.

Género: Drama

Color o en B/N: Color

Guión: Filip David y Goran Paskaljevic

Fotografía: Milan Spasic

Música: Vlatko Stefanovski

La llegada de una carta al profesor jubilado Misha Brankov, es el inicio de un conmovedor drama humano. Un paseo por el amor y la muerte, por la historia y el recuerdo. Por los afectos perdidos y los no encontrados, una parábola sobre la manipulación del ser humano y su lucha eterna contra la adversidad. El viaje iniciático hacia sus orígenes, le sorprende en el ocaso de su vida, tras la jubilación. Cuando los hombres creemos que todos los capítulos están escritos. El profesor de música comienza a preguntarse por su verdadera identidad, una identidad robada por la vesania y el odio, que le ha privado de su legítima vida. Una partitura hallada en la caja; encontrada en los terrenos del antiguo campo de exterminio; inacabada por su verdadero padre, que murió en el campo. Esta partitura se convierte en su Ítaca particular, en búsqueda de sus orígenes. La anécdota argumental deviene parábola sobre la facilidad de manipulación del ser humano, testimonio de su fragilidad, y nos regala un viaje por la emoción y la esperanza. Mustafa Nadarevic, interpreta a su personaje sotto voce. Su mirada interrogante y sus gestos comunican con maestría, lo que no habría podido  transmitir con gritos, dolor o convulsiones. Es este mapa humano de emociones tan intensas, pero tan contenidas, de sufrimientos tan diversos, pero tan asumidos, lo que crea una bola en el estómago del espectador y le mantiene pegado al asiento, deseando que el profesor complete su ciclo vital hacia la felicidad. Pero nada es complaciente en este film (como en el mundo real), y lo que en manos de otro director hubiera sido un dechado de buenas intenciones de los músicos a los que solicita ayuda (entre otros su hijo) con apoteosis final y fanfarria happy end, se convierte en un doloroso fracaso, en un sendero hacia la decepción. Al Caer el Día nos muestra el paisaje después de la batalla.


Un lienzo donde tan sólo resta el dolor. Un lamento manejado visualmente con maestría en los tiempos. Con una dirección de actores envidiable y certera, ya que todo el peso de esta crónica conmovedora en gris (que no sensiblera), descansa sobre las miradas y diálogos de eficientes (y desconocidos) interpretes, de un calado humano impactante. Estamos ante una película hermosa en la crudeza, que hace de la sobriedad escénica su arma más poderosa. Que consigue imbricar en la trama humana, lo que en inicio parecía ser un macguffin hitchconiano, una mera excusa para el desarrollo del argumento, pero que se convierte en parte palpitante y viva: la partitura inacabada de su padre. Y es esta presencia de la música como un protagonista más, que nos es presentada ya en la primera y magistral secuencia, dónde no se puede contar más con menos recursos técnicos. En breves pinceladas se nos pone en antecedentes de la Exposición  Universal, la sensibilidad del profesor, su entorno, su ingenuidad, el cariño que le prestan. Y lo más importante, sirve de aviso para navegantes de que toda la; preciosa y eficiente; banda sonora va a ser diegética. Va a formar parte, a tiempo real, de las vidas y sensaciones de estas  personas castigadas por la vida, y evolucionando con ellos. El guion escrito en colaboración con el dramaturgo Filip David, está basado en una experiencia real. David y sus padres vivieron la historia en primera persona durante la invasión de Belgrado.

Goran Paskaljević se va convirtiendo en el director de la memoria de los que son olvidados. Sus largometrajes han participado en festivales de cine como el de Cannes, San Sebastián, la Berlinale o la SEMINCI. Es el director que mayor número de espigas de oro de este último festival atesora, con un total de tres. Conocedor de los estragos de los regímenes totalitarios, su primera película fue prohibida por los comunistas. Se convirtió en un cronista del ser humano, un abanderado de la memoria histórica, que rompe el molde separándose de autores como Kusturica, Žbanić o Tanović. La visceralidad, el sufrimiento, la cólera ante la ingratitud de la historia son sus armas fílmicas. Esta no es sólo otra película sobre el Holocausto. Se transforma en parábola humana, cuando la violencia se repite en la boda de la hija de sus amigos gitanos. Como en un espejo pervertido, el odio y la violencia siguen reflejados. No aprendemos de nuestros errores. Hay que volver la mirada al pasado.

 

Pero no para el rencor, para crear un futuro. El director nos habla de la persistencia de la memoria como algo doloroso, un proceso que hay que padecer, como una catarsis para alcanzar la pequeña parcela de felicidad que nos reserva la vida. Y lo hace en planos a ritmo de adagio, lentos, despaciosos, recreándose en la contención; acierto  interpretativo; incluso en los momentos de dolor más intenso. Todos los estilemas del cineasta serbio están presentes en la pantalla. Austeridad narrativa. Personajes que viven un cambio en sus vidas. Emociones abruptas. Desgarro vital. Cromatismo cálido (ocre, amarillo, marrón). Énfasis en los silencios. Memoria como motor de futuro. Hiperrealismo. Las escenas de sueños están tratadas como un cuento, sin caer en lugares comunes, ya que sólo  tratan de transmitir la nostalgia de aquello que se ha perdido, sin nunca haberse conocido. Por ello la cámara pasa de soslayo por los camiones «chupa almas», como se les denominaba sarcásticamente, y que fueron los primeros experimentos, antes de industrializar la muerte humana. Como una fábula melancólica, plena de esperanza; pero al tiempo desgarradora en su irrealidad; finaliza el metraje. Un aliento de vida en medio del desencanto. La partitura que invoca y homenajea a los muertos, es interpreta y respetada, únicamente (una vez más) por los desheredados. Por los olvidados de la tierra. En una secuencia hermosa y terrible a la vez, que remueve las tripas del observador. Los otros (el director de orquesta, la directora del coro) representan los acomodaticios ciudadanos serbios (o de cualquier nacionalidad) a quienes no interesa el pasado, para no cambiar su estable presente. Aunque la más hermosa melodía, es el rostro del profesor de música, melancólico, perplejo, expectante. Un mapa de emociones humanas. Arropado por esa hermosa zambra; compuesta por Vlatko Stefanovski; que vuelve sobre sí misma en continuo , para mantenernos aferrados a la esperanza.

Mientras exista la música, estaremos vivos. Sobran las palabras

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.