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Aquí no ha pasado nada

Por Nicolás Melini , 21 febrero, 2014

Los que intentaron empujar a Rajoy, ahora, van cayendo. Como Rajoy no cayó cuando debía, cuando fueron publicadas las razones más que elocuentes por las que debiera haber caído, ahora quienes caen son quienes ofrecieron a la opinión pública la información comprometida sobre él y su partido. Poco importa la verdad. Y quién creyó que la democracia y el capitalismo serían un antídoto contra los usos mafiosos del poder. Pedro J. Ramírez ha sido cesado de la dirección del periódico que él mismo había creado básicamente por meterse con demasiados poderosos (sucesor dixit), poderosos que bien merecían, en este contexto de crisis financiera –quiebra del país, peticiones de rescate y corrupción política que alcanza hasta la cocina del partido que gobierna—, que un periódico les sacara los colores y empujara duro para que se llevara a juicio a los responsables económicos y políticos. Cierto, en otros países, en otros tiempos, en otros regímenes, esa obstinada “mala actitud” por parte del periodista bien hubiese sido acreedora de un sórdido disparo en la nuca. La democracia y el capitalismo, sin embargo, tienen mecanismos más sofisticados, soluciones que no manchan, respuestas incoloras (y ‘eso’ que hemos ganado), aunque el resultado viene a ser parecido. Ganar impunidad.

Personalmente, me ha producido cierta vergüenza ajena escuchar las razones y los propósitos del nuevo director de El Mundo, así como sus críticas a la anterior etapa, en la que era subdirector. Si Pedro J. Ramírez hubiese sido quitado de en medio a “la antigua”, dichas razones, propósitos y críticas serían completamente inadmisibles. Hay en Casimiro García-Abadillo comprensión hacia quienes se han alegrado de la destitución de Pedro J.: éste se habría metido con demasiados poderosos, y, si uno hace eso (él no lo hará, parece decir, aunque entra en contradicción cuando se refiere a este asunto, pues afirma igual que hará su propio periódico, nada que ver con el de Pedro J., que hará el periódico que viene haciendo todos estos años), tarde o temprano algún poderoso le “dispara”. Dispara en sentido metafórico, se entiende, pues el disparo, además, va con oferta millonaria de indemnización (no sé si finalmente aceptada). Ahora, no solo no es necesario asesinar para silenciar, las reglas del juego contemplan estupendas indemnizaciones para compensar a quienes han sido convenientemente silenciados; es el colmo de la civilización, ni siquiera puede quejarse el disparado, viva el buen hacer de nuestro sistema. Y lo digo en serio, aunque esté señalando las cosas negativas de cosas que son positivas por menos violentas.

Porque dicha destitución –precedida de la retirada al periódico de una suculenta suma gubernamental vía publicidad institucional—, pudiera suponer  la culminación de una actuación mafiosa; la de los poderosos que, sintiéndose amenazados, y temerosos de que la verdad de sus delitos les lleve al talego (o al ostracismo social, o a la pérdida de sus cargos y sus funciones, o al descalabro económico, o a todo ello al mismo tiempo), no encuentran mejor manera de defenderse que “disparando” al periodista. Al fin y al cabo, qué es la verdad, sino algo que se puede financiar (comprar), y también manipular, contrarrestar, silenciar, retorcer al antojo. ¿Acaso no fue el propio Pedro J. Ramírez quien vendió durante años, día tras día, en su periódico, una ‘verdad falsa’ sobre los atentados del 11M?

La verdad está convenientemente democratizada, hay para todos, los lectores de cada medio pueden estar tranquilos, sus filias y sus fobias políticas serán salvaguardadas, cultivadas, atendidas y ofrecidas puntualmente. Si usted quiere leer algo, lo leerá. El nuevo director de El Mundo lo ha dicho, que tratará de recuperar a ese lector que, desconcertado, había dejado de comprar el periódico. Aunque, pensándolo bien, si hacemos el ejercicio de acercar la voluntad de sus palabras a la realidad de lo sucedido, más que “desconcertado”, ese lector huyó soberanamente “irritado” porque el periódico le estaba ‘tocando’ a sus santos. La verdad –para el cliente— es eso. Y los medios no pueden, no deben, dedicarse a “desconcertarlos” (irritarlos) con lo que sea verdad. Si el lector quiere comprar un periódico, el periódico debe saber mentirle una verdad a su medida.

En eso consisten, precisamente, estas destituciones: inmediatamente después de la jugada de El Mundo, El País, en manos de los jefes del país (Bancos), pondrá en la dirección a un periodista que es tan de centro que, más bien, es del centro mismo de la derecha; al fin y al cabo, quién quiere papeles de Bárcenas hoy en día. Nos recuperamos económicamente –bueno, no, se recuperan económicamente los jefes del país; y los jefes del país, esos financieros y empresarios del IBEX que nos endeudaron de por vida, quieren calma—. ¿Justicia? Algo se ha hecho, las cosas como son, de Bárcenas a Urdangarín pasando por Díaz Ferrán y algunos muchos directivos de cajas de ahorros saqueadas, mal gestionadas y quebradas; lo de Blesa se andará, esperemos, aunque con Aznar no parece que la cosa vaya a pasar de un mero toque de atención; hay gürteleros imputados a cascoporro, Erereros de Andalucía en la picota (en fin, un buen sin fin); pero lo que ahora necesita la gente –parece sugerir el nuevo tiempo mediático que los jefes quieren ofrecernos— es creer que hemos salido; para que dediquemos nuestros esfuerzos, en vez de a indignarnos, a nuestros propios asuntos. Al fin y al cabo, si hubiese sido necesario, los propios jefes habrían cortado la cabeza de Rajoy. Pero no fue necesario. El tipo aguantó el tipo, y la verdad es tan mentirosa que, sin necesidad de hacer el menor esfuerzo, el Partido Popular cree haber desmentido lo verdadero, lo falso y hasta lo indemostrable de la década que Rajoy lo ha dirigido: sobresueldos, millones en Suiza, en negro las obras en la sede del partido, etc., etc., etc. Hasta tal punto han debido de desmentirlo sin que nos diésemos cuenta que ya empezamos a dudar (¿a que sí?) de que todo eso sucediera realmente. ¿Gürtel?, eso qué es. ¿Bárcenas?, quién es Bárcenas. ¿Sobres?, ¿dinero en suiza?, ¿mordidas al dinero público?, ¿comisiones?… Al no haber asumido nadie la menor responsabilidad política puede ser que nunca haya sucedido nada.

Como nos descuidemos, Rajoy va a salir de detrás del plasma. Y quién sabe, tal vez gane las próximas elecciones generales y nos gobierne hasta mucho más allá de 2020.

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