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Argentina, decisiones que pueden ser peligrosas

Por Juliano Oscar Ortiz , 7 noviembre, 2014

“El mal no es nunca «radical», sólo es extremo, y carece de toda profundidad y de cualquier dimensión demoníaca. Puede crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros precisamente porque se extiende como un hongo por la superficie”

Hanna Arendt

Millones de argentinos ven con preocupación la total ineficacia del gobierno nacional para paliar la crisis económica y social que sacude al país.

Las últimas medidas adoptadas son en todo caso parches desesperados en lugar de encarar con seriedad las necesarias y esperadas reformas para impedir que la inflación y el caos económico sigan dejando al pueblo contra las cuerdas. Una a una, las variables de la economía de todos los días, están cayendo por un precipicio que el equipo conducido por Kiciloff, parece no querer comprender.

Cristina Kirchner radicaliza su discurso volviéndose en contra de la mayoría de los argentinos. El 54% del electorado que la llevó al poder se ha visto reducido en un apoyo del 22% hacia su gestión. Una gestión intervencionista y asfixiante que busca enemigos en los distintos actores de la economía de un país que supo, hasta hace pocos años, crecer en forma sostenida. Tanto la ley de abastecimiento como los cambios en el mercado financiero no atacan el verdadero epicentro de los problemas inflacionarios y recesivos.

El costado más oscuro de todo este escenario es el creciente auge del mercado negro que afecta sensiblemente a la economía legal, agudiza el desabastecimiento, las prácticas ilegales, la corrupción y desalienta las inversiones, creando de esta manera una expansiva degradación de los parámetros normales en los cuáles debería desenvolverse la economía real.

Para sumar una frutilla al amargo postre de la sinrazón, la jefa de estado manifiesta una suerte de conspiración desde numerosos lugares para generar un caos social y derrocarla. No comprende o no quiere comprender que las políticas realizadas por su equipo económico y avaladas por ella son las causante del daño ocurrido.

La presidente disfraza su ineficacia con complots, lo que parece más una puesta de escena que deviene en hartazgo ciudadano. Manotazos de un gobierno que se ahoga en su propio veneno, que continúa sin aceptar las opiniones disidentes y se maneja verticalmente dejando un gusto a gobierno autoritario en la boca de la gente. En algunas ciudades

Es difícil aguardar un cambio, más teniendo en cuenta la radicalización de las políticas intervencionistas y el alejamiento de la oposición. Una imagen que vimos en Venezuela y que siguió con el ataque a los comerciantes y empresarios, acusándolos del desastre inflacionario. Una feroz cruzada que terminó con miles de empresas y comercios cerrados.

No debemos callarnos ante la situación actual y debatir, tenemos que discutir y proponer alternativas. Muchos países han sufrido gobiernos autoritarios que poco a poco fueron degradando las instituciones hasta demoler los cimientos institucionales y democráticos.

«Lo que me preocupa no es el grito de los malos sino el silencio de los buenos»

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