De redes y mentiras
Por Silvia Pato , 1 octubre, 2014
Hay gente que es mentira. Lo que venden, lo que dicen, lo que interpretan y lo que muestran solo es la punta del iceberg de todos los fantasmas que esconden en su armario. Normalmente, huyen de aquellos que conocen la verdad; después de todo, es más fácil mentir a los extraños.
El universo digital facilita estas actitudes en aquellos cuya dedicación es el intercambio de favores y en cuyas casas están cubiertos los espejos. En las redes sociales se manejan como si la realidad de sus muros fuera más verídica que la que se vive en las calles. Y en muchas ocasiones, su actitud cara a cara difiere sobremanera de sus relaciones online.
Todos conocemos a personas así, personas que si tienes la oportunidad de contactar a través de Whatsapp, Facebook o cara a cara, parecen tres seres distintos, y uno se pregunta si es por la propia confusión de esta existencia acelerada que vivimos o si es una pose premeditada.
El entorno virtual facilita tanto ser una mentira que, en caso de sucumbir a ella, corremos el riesgo de olvidar de dónde venimos y quiénes somos.
No obstante, cuanto más tiempo pasa, más parece que se acepta esa falsedad en el entorno digital como un hecho natural. El mundo ni acusa ni critica las posturas deshonestas, como si se hubiera vacunado contra la incoherencia. Esta sociedad acepta con tal facilidad los comportamientos que se justifican en aras del materialismo que el baile de máscaras, en vez de ir disminuyendo, sigue incrementando su número de danzantes con aquellos que, aún habiendo sido verdad, terminan tornándose en mentira.
¿Es posible recorrer el camino inverso?
Todo es posible, aunque ahora cualquiera de nuestros pasos, nuestros actos y nuestras palabras queden eternizadas en la inmensidad de la red de redes, congelando el tiempo en los instantes que vivimos, convirtiendo a los seres en eternos y enfrentándonos a nosotros mismos si tenemos el valor para ello.
Todo es posible, aunque solo con la voluntad de querer hacerlo. No valen ni rodeos ni excusas, no es una senda fácil la que recorre aquel que quiere poder destapar sus espejos. Seguramente, sea todavía más difícil con la demanda constante de internet, con la irrupción del ser bicéfalo en el que nos hemos convertido, online y offline; sin embargo, algunas personas lo han logrado. Por otro lado, todavía hay gente que lucha para seguir siendo verdad cada día, con todo, pese a todo, en el epicentro de la complejidad de esta vida moderna.
Mientras tanto, sigue llenándose la pista de baile, y uno recuerda aquella frase de George Herbert: «Atrévete a ser verdad, nadie necesita una mentira».
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