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Desconciertos

Por Juliano Oscar Ortiz , 24 abril, 2015

A pesar de haber superado las cuatro décadas de vida, el desconcierto me invade como una enredadera que trepa sutil y venenosa por todo el cuerpo para posarse en mi cabeza y dejarme con esta cara que, obviamente ustedes no pueden ver.

Y la palabra desconcierto no es un juego musical, ni nada por el estilo, sino su exacto significado, ya que no puedo usar otra expresión, en mis palabras y en mi cara, al ver al Papa Francisco reunido con Diego Maradona. ¿No era acaso el mismo Diego Maradona el que insulto a Juan Pablo II como jefe máximo de los católicos? Transcribo sus declaraciones cuando aún vivía el Papa polaco, “Entré al Vaticano y vi el techo de oro. Y me dije cómo puede ser tan hijo de puta de vivir con un techo de oro y después ir a los países pobres y besar a los chicos con la panza así. Dejé de creer, porque lo estaba viendo yo”, que yo sepa, el Papa Francisco no hizo ninguna remodelación en el techo vaticano, y éste reluce quizás más que en el siglo pasado.

Sabemos lo camaleónico que ha sido y es Maradona, pero no deja de sorprender su sonrisa extrovertida al lado del Papa, y no puedo soslayar que esta “gambeta” es producto de la propaganda kirchnerista que, de un momento a otro, y luego de conspirar para que Bergoglio no sea el elegido, decidió ubicarlo en el panteón de los grandes personajes argentinos de la historia, casi en el mismo nivel que Néstor Kirchner. El convertido Maradona declaró ayer, «Soy el hincha número uno del Papa, soy el capitán de su equipo».

Y si muchos argentinos estaban convencidos de que Dios era argentino al hacer que Maradona naciera en el punto más recóndito del planeta, al enterarse de la elección de Bergoglio como primer Papa nacido fuera de Europa, reforzaron esa idea. Pero, como hombre que se inclina hacia cosas empíricas sin ofender a los creyentes, les digo que tanto Bergoglio como Maradona son tan humanos y mortales como todos nosotros, los que leen, el que escribe y lo que no leen, que sin lugar a dudas son más.

El desconcierto se agiganta al reflexionar sobre la confusa  actitud del Papa Francisco cuando, si bien lo recibió hace unos días, el Vaticano, del cuál es el jefe, no emite una respuesta formal a la propuesta de Francia del diplomático gay, Laurent Stefanini, como embajador ante la Santa Sede, cuatro meses después de su candidatura; y sí recibe por segunda vez desde que asumió, a un hombre que fue grabado haciendo violencia de género, y del que podemos hacer una lista de su cuestionable moral.

Que Jorge Bergoglio es un ser político nadie puede dudarlo, pero su condición de máximo referente de la Iglesia Católica, lo sitúa en un lugar en el que debe cuidar mucho su imagen, y creo que, últimamente muestra signos que evidencian errores que podría evitar.

Les dejo para terminar, lo que el escritor y periodista Martín Caparrós, publicaba hace no mucho tiempo, “la iglesia católica es una estructura de poder basada en fortunas tremebundas, millones de seguidores y la suposición de que para complacer a esos millones hay que escuchar lo que dicen sus jefes. La iglesia católica usa ese poder para su preservación y reproducción –últimamente complicadas– y para tratar de imponer sus reglas en esas cuestiones de la vida que querríamos privada y que ellos quieren sometida a sus ideas”.

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