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El acabose

Por Oscar M. Prieto , 2 abril, 2020

Me temo que los pensamientos empiezan a darse golpes contra las paredes. Los imagino corriendo como mi hijo León, de un sitio para otro, sin concierto, escondiéndose detrás de las cortinas, resbalando por el suelo, volviéndose a poner en pie, aturdidos y gritando para asustar al miedo, para liberar, aunque sea en sonido, la energía que les sobra.

Pienso, en estas circunstancias que comento, que el mundo, este mundo nuestro, el de ahora, el de hace un tiempo, es el resultado, el cesto que ha salido de tejer tres juncos: el crédito, la publicidad y la estadística. Cada uno de los tres daría para una conversación de barra (qué recuerdos aquellos), pero hoy me voy a quedar con la estadística.

La estadística como demiurgo de la vida, el afán estadístico por deshumanizar el mundo (siento verlo así), esa ciencia que dice que las mujeres tienen medios hijos, incluso menos, que despoja hasta de los nombres a los muertos, que reparte la riqueza dejándola siempre en manos de los mismos, que con datos limpia y desinfecta lechos y suelos.

Cazo un par de datos por los pelos. En la cesta de la compra, ha descendido el gasto en papel higiénico y ha aumentado un 78% el gasto en cerveza. Datos muy reveladores que indican que entramos en esta pandemia cagados de miedo y que, llegados a un punto, comprendimos que más que temer la muerte, es mejor el tiempo empleado en celebrar la vida. Aunque también pueda ser por ahogar las penas, pese a saber que las penas flotan.

Ambas actitudes, la resignada y la osada, son arquetípicas de momentos apocalípticos, en los que hemos temido que todo se nos venía encima, cuando ya estaba aquí el acabose. En torno al año 1000, ante la inminente llegada del Juicio Final, también los hubo temerosos de Dios y los hubo libertinos entregados al sabio principio “que me quiten lo bailado”.

La verdad es que da mucho miedo lo que está pasando y lo que algunos auguran que va a suceder. Pero, si finalmente es el miedo quien se impone y teje los nudos, el mundo resultante será una mierda. Nada será lo mismo. Decía el poeta. Cuando la lágrima sea dicha, “olvidemos el llanto y empecemos con paciencia”. Y coraje. Seremos los responsables de crear un mundo nuevo, con menos cifras y más alegría.

Quiero enviar un abrazo desde el corazón a quienes han tenido que decir adiós a padres, familiares, amigos. Os acompaño en el dolor.

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