El desbloqueo
Por José Luis Muñoz , 20 diciembre, 2017
A pocas horas de estas elecciones anómalas, que se han convocado desde el gobierno central en virtud del artículo 155 y que han aceptado todos los partidos, incluyendo los insurrectos, y si el electorado sigue anclado en sus convicciones sin apearse de ellas, parece que Catalunya está abocada a un bloqueo político sine die.
Los autollamados constitucionalistas, entre los que ha quedado ahogado el PSC en un abrazo mortal entre Ciudadanos y el PP , confían en rebasar en votos a los secesionistas, estos en acariciar la mayoría absoluta y regresar al bucle que ya sabemos como ha terminado – una República que es un mero desiderátum; una parte del gobierno en el exilio y otro en prisión; una intervención de la Generalitat; una sociedad profundamente dividida en dos; un bloqueo social que no permite hablar de otros temas que no sean la independencia sí o no, y un reforzamiento del centralismo del Estado que ha exhibido su músculo autoritario sin ningún coste político– y la ciudadanía de Catalunya entre la alternativa de vivir en un Matrix –Inés Arrimadas dixit–, un mundo paralelo cada vez más alejado de la realidad en la que el catalanismo victimista pueda sentirse cómodo añadiendo una derrota más a su calendario de 1714, o darse un baño de realismo y asumir que quien tiene la sartén por el mango sigue siendo Madrid.
Frente a la inocencia palmaria de unos, que no tenían proyecto alguno más allá de ese desiderátum de ser independientes ( pero ni pijotera idea de cómo implementarlo) y creían que el gobierno central iba a felicitarles por su feliz ocurrencia, y la cerrazón de sus oponentes que quieren arrojar al basurero de la historia a esos dos millones, y creciendo, de catalanes que no se sienten españoles y no lo van a ser por mucho golpe de porra que reciban en sus espaldas, la única vía, aunque suene a quimera, es una alternativa de progreso que es la que propone la formación En Comú Podem.
Mucha cintura política ha de tener Xavier Doménech para salirse con la suya, que es la mía, y conseguir sentar a la misma mesa a ERC, PSC y la CUP. Esas cuatro fuerzas políticas, teóricamente de izquierdas, podrían sumar una mayoría suficiente para desbloquear la situación, abordar los problemas que atañen al ciudadano de a pie y negociar un nuevo encaje de Catalunya dentro del Estado español que tiene que pasar, no hay otra, por expulsar al corrupto PP del gobierno de la nación, una quimera tal como están las cosas y la flojera que el jefe de la oposición Pedro Sánchez, olvidando el mandato de sus bases de echar a Rajoy, parece sufrir.
Mucho me temo que mi desiderátum se quede en eso, como esa República catalana jamás proclamada y sólo reconocida por el gobierno español. Nadie imagina a uno de los artífices del 155, el PSC, sentándose con sus víctimas, ERC y CUP y máxime cuando Pedro Sánchez ordena a Miquel Iceta que apoye la posible investidura de Inés Arrimadas. Así es que toca bloqueo a no ser que algunos tengan un ataque de realismo. De todas formas ese pacto de izquierdas no es más descabellado que esa proclamación de una independencia que no reconoció ni Andorra y que la mitad de la sociedad catalana intentó imponer a la otra por esa vía catalana fracasada. Los dos bloques siguen enfrentados y a años luz un de otro y sin reconocer sus errores y los desbloqueadores recibirán el castigo en votos por su equidistancia. Las independencias, y acudan a los libros de historia, o se hacen a sangre y fuego o se negocian. No existe esa tercera vía catalana que los secesionistas querían patentar.
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